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Historias bicentenarias

La revolución de las ideas

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Manuel Belgrano se formó como intelectual, aunque el país le impuso deberes militares. Fue parte de un grupo de jóvenes inquietos, siempre alertas a las nuevas tendencias filosóficas del mundo que llegaban a Buenos Aires de múltiples maneras. Los que viajaban traían las nuevas ideas, lo mismo que los libros y los pocos periódicos que circulaban en la aldea colonial. Los viajes de estudio de los jóvenes de la elite eran transmisores de experiencias: mientras estudiaba en Europa, Belgrano fue autorizado por el Papa a leer libros prohibidos, participó en tertulias, academias y debates, y vio crecer la nueva filosofía política.

Muchos de los revolucionarios de Mayo de 1810 estudiaron en el colegio de San Carlos, entre ellos Juan Hipólito Vieytes, Mariano Moreno, Cornelio Saavedra y Juan José Castelli. Allí se impartía una educación reformista. Entre 1800 y 1810 se hacen más palpables la influencia de la Ilustración y los vientos de cambio, especialmente en una prensa renovada y vigorosa, para los cánones de la época.

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Apadrinada por los virreyes, esta etapa se caracteriza por la aparición del periodismo como fenómeno estable (Telégrafo Mercantil, Semanario de Agricultura, Correo de Comercio), por varias iniciativas educacionales con fines utilitarios y por la elaboración de algunos documentos político-económicos de relevancia (escritos de Belgrano en el Consulado, Representación de los hacendados de Moreno).

El trasfondo era la convulsión que generaron hechos como la revolución norteamericana (Belgrano tradujo el discurso de salida de la presidencia de George Washington) o la Revolución Francesa de 1789 (Belgrano la observó desde la cercana España). Estos influyeron en esta generación y se volcaron en reflexiones en la prensa, generando un círculo de experiencias compartidas. La despedida de Washington llega a manos de Belgrano, en inglés, en 1805. La lleva entre sus cosas luego en las campañas militares, y en las pausas de combate la traduce al español, pero el destino le juega una mala pasada y termina quemada con todas sus cosas tras el combate de Tacuarí. Tantas eran sus ansias de divulgar ese mensaje que retoma desde cero la traducción en Tucumán y la finaliza para ser publicada en 1815.

Los lugares de la sociabilidad cultural de la época por los que circularon estos personajes y estas ideas no fueron otros que el periodismo, los libros, las bibliotecas, y todo tipo de sociedades artísticas y literarias, que fueron en realidad un pretexto para la relación social. Las reformas económicas y sociales propuestas por Belgrano y los jóvenes ilustrados circulaban por la prensa y en las sociedades económicas.

Bajo los auspicios del Telégrafo se formó una Sociedad Patriótica, Literaria y Económica, que después tomó el nombre de Sociedad Argentina, de la que fueron miembros los más notables literatos argentinos de la época, entre ellos Lavardén, el “padre de los poetas argentinos”. Con estudios jurídicos y literarios en Chuquisaca y en España, Lavardén se hizo notar por su literatura y por ser difusor militante de un nuevo pensamiento. Su famosa Oda al Paraná fue censurada porque uno de los personajes hacía propaganda de Rousseau.

Cabello y Mesa (el fundador del Telégrafo) impulsó la creación de la Sociedad Argentina, patriótica-literaria y económica, el 26 de octubre de 1800. En la nómina de directivos figuraban Castelli como censor, Belgrano como secretario (ya lo era en el Consulado), y Lavardén como secretario sustituto. Los nombres se repiten. Su lema, virtute et ingenio, era poco aristocrático.

Junto a periódicos y tertulias, aparecieron los cafés literarios y políticos como ámbito de discusión intelectual. Ya en esta época, inicios del siglo XIX, se sabía de la existencia del luego famoso Café de Marco, búnker del morenismo en la etapa independiente.

Este proceso denota una creciente cultura laica en el Río de la Plata, dentro del marco de la colonia y del catolicismo, y la irrupción del periodismo como vehículo de las nuevas ideas anuncia el avance de la Ilustración, pero no en ruptura tajante con la Iglesia. Lo que está claro es que la revolución de las ideas precede a la Revolución de Mayo.
 

*Periodista e historiador. Autor de Belgrano, la revolución de las ideas.