Oculta entre las rojas extensiones rocosas de un paisaje yermo, cerca de Hanksville (250 habitantes, un grupo de casas en medio del desierto de Utah meridional, en los Estados Unidos), se yergue la Mars Desert Research Station: un cilindro blanco, idéntico a un silo del Midwest, donde un grupo de biólogos, geólogos, ingenieros y físicos participa de un proyecto que pretende simular la vida en Marte. Los 36 voluntarios –subdivididos en grupos de seis y durante dos semanas cada uno– viven en el silo fabricado para la Mars Society, un ente privado con 5 mil sponsors y 80 sedes en más de 29 países. La de Utah es la segunda de cuatro estaciones proyectadas para permitirles a los científicos internacionales, comandados por el astrofísico alemán Bjoern Grieger, trabajar juntos en la simulación de la vida en Marte.
El lugar habría sido descubierto por James Cameron, y probablemente a eso se debe que los científicos se apresuren a declarar que el suyo “no es un lúdico pasatiempo hollywoodense”. El proyecto prevé sacrificios enormes. Los participantes viven espartanamente en un ambiente más pequeño que una celda de prisión, sin ventanas (el único que tiene una es el comandante de la misión), y están obligados a ducharse (cada cuatro días) usando menos agua de la que se requiere para cocinar un kilo de tallarines. Espartano es también el traje espacial, hecho con tela cosida y sellada con cinta adhesiva y formado por tubos
de metal adquiridos en Home Depot, rematado por un casco transparente.
El objetivo de la Mars Society es conseguir enviar a hombres y mujeres a Marte dentro de los próximos diez años, es decir, mucho antes de lo que estima la agencia federal de USA para el espacio (la NASA prevé el lanzamiento de una nave no tripulada recién para 2020). El costo de la empresa es de 10 mil millones de dólares. Una de las ideas de la Mars Society es producir directamente en Marte el combustible necesario para el viaje de vuelta, aprovechando la composición del aire marciano, muy rico en dióxido de carbono.
Casi todos los días los astronautas simulados de Marte-Hanksville dejan el refugio y se alejan para explorar los alrededores a bordo del vehículo espacial ATV. Dan vueltas entre las rocas jurásicas en busca de material que recogen con sus enormes manos enguantadas y llevan al refugio para examinar bajo el microscopio y determinar si contiene algún signo de vida. Todo es minuciosamente catalogado y transmitido a los otros científicos de la “base” en la Tierra, es decir, la oficina astronáutica Zubrin Pioneer de Lakewood.
No faltan los momentos de hilaridad. Como cuando uno de los participantes, Tony Muscatello, se quitó el casco estando fuera del silo. “Un error imperdonable –explicó luego–; en la atmósfera rarefacta de Marte eso me hubiera provocado una muerte terrible e instantánea”.