Los sistemas políticos han ido acompañando la formación de los Estados nacionales, es por ello que muchas veces, arraigados a su tradición, mantener el statu quo se torna una bandera; mientras parte de la población ha despertado a las transformaciones sociales, siendo parte activa de ella, por el lado oponente también se observa una participación activa.
La sociedad ha adquirido una identidad al estilo River-Boca; activamos nuestra pertenencia, acorde siempre a nuestras creencias sin chocar con ellas, que en definitiva serían descartadas antes de la argumentación. La identidad es inherente.
Lo cierto es que en la historia argentina todo lo que parece nuevo, en realidad, no lo es. Si nos remontamos a otros períodos históricos, el PAN, conservadores y radicales, estos y el peronismo.
Pero no caigamos en el reduccionismo de que esto acontece solo en Argentina. No. Los sistemas políticos contienen todos estos elementos que venimos mencionando: identidad, ideología, creencias, tradición, mandatos. Por eso cada sociedad también tiene sus particularidades en sus sistemas políticos.
Allí adentro de los sistemas políticos, llegamos al nudo de la cuestión. Con argumentos que claramente define Mario Riorda en su gran obra Ey! Las ideologías existen.
Si hacemos un marco contemporáneo, no solo de Argentina sino de América Latina, la cuestión de las crisis constantes no solo son los ciclos económicos y la estabilidad, también es la pobreza. Lo más profundo son las crisis institucionales y los golpes de Estado en nuestros países, que han roto la capacidad de tener proyectos a largo plazo y continuos. Si por supuesto hablamos de democracia, no es un intangible como muchos creen. Y creo que si preguntáramos a un grupo de personas qué es la democracia, las respuestas serían tan disímiles como ausentes. No renacimos, nuestras ideologías nunca se fueron. Por supuesto que la objetividad no existe, tan solo son miradas subjetivas de la realidad.
Jauretche lo vio hace tiempo, con su “medio pelo argentino”; las clases sociales no han cambiado. Por eso la lucha por privilegios se contrapone con la lucha por derechos. Una de las características de los sistemas presidenciales es que los partidos ya no son “tan” representativos, por ello han surgido facciones y frentes o coaliciones electorales. Propongamos tres casos de análisis: Argentina, Uruguay y Estado Unidos.
Según datos de Página/12, cada vez más mujeres se afilian a partidos políticos. Según datos de la CNE, desde 2009 hay más afiliaciones de mujeres que de varones a los partidos políticos. Primero el peronismo y luego la UCR. Esto también nos habla de cambios culturales. Chile también comenzó a discutir la IVE, y cabe el interrogante de ¿que pasará en América Latina?, ¿más interacción y otro tipo de cooperación?
Argentina es uno de los países, no exclusivos, donde las ideologías han encontrado canales de visibilización de otras expresiones minoritarias; aunque electoralmente no sean competitivas, muchas veces se alinean con frentes más grandes. Desde el peronismo en todas sus variantes (de izquierda a centroderecha) también se aglutinan espacios que juegan, como el Frente Renovador. También Juntos por el Cambio suma a la histórica UCR con el PRO. En minoría, los ya tradicionales partidos de izquierda, el PO, y los nuevos espacios políticos como los Libertarios, de centroderecha. Un dato no menor es el ascenso de los partidos religiosos y su interés en participar de las decisiones políticas.
Podemos también tomar el caso de Uruguay, donde durante años las elecciones se dirimen también con mayoría de los partidos tradicionales (Frente Amplio, Partido Nacional, Partido Colorado y Cabildo Abierto, hay otros partidos pero son minorías). El caso de Estados Unidos es aún más interesante porque las elecciones fueron un espectáculo circense y porque Trump llevó un gobierno enfrentado con los medios, y su definición es que también es populista, aunque del otro lado del río, sin olvidar que Kamala Harris es la primera vicepresidenta del país del Norte.
Lo cierto es que, no hace tanto tiempo, las encuestas avizoraban que solo un 30% de la población estaba interesada en la política y, menos aún, en afiliarse a un partido político. Esas cifras se han invertido, hay mucha política en las calles, lo que sin dudas, a partir del principio de representación, es sano para la democracia.
*Politóloga. Magíster en Relaciones Internacionales. Docente universitaria. Especialista en comunicación y análisis político. (@barbaritelp).