Alguna vez leí que la evolución es “tradición más sorpresa”. Tradición, reflejando la herencia genética. Sorpresa, por las mutaciones que la naturaleza, los genes o una fuerza superior producen en los organismos para adaptarnos y sobrevivir. El Gobierno es hoy una extraña combinación de tradición y sorpresas.
Tradición, porque como todo populismo cerca de su final repite sus crisis, mañas y políticas. Crisis, fiscal y externa, se queda sin fondos y sin reservas. Mañas, busca en los “conspiradores” la razón de sus fracasos (presentados como “castigos” y “escarmientos” por sus supuestos éxitos). Y políticas públicas que tratan de disimular el ajuste inevitable para “que parezca un accidente”.
Las sorpresas, por ahora, han venido por el lado de la política cambiaria. Recurriendo a un desdoblamiento implícito, para evitar el explícito, que siempre formó parte de la tradición populista, en sus finales.
Por un lado, el Banco Central aceleró el aumento del precio del dólar que compra a exportadores e importadores, y empresas que tienen que hacer pagos autorizados al exterior, de deudas u otros conceptos. Nadie puede hacer una maniobra de compraventa de dólares de las reservas, sin autorización explícita del Banco Central.
Habiendo acelerado la devaluación, el dólar parece haber llegado al precio en que se siente “cómodo”.
Por el otro, utilizó a la Anses para, a través del mercado de compraventa de títulos públicos, oficializar un “dólar financiero” para quienes, en blanco, quisieran comprar o vender dólares, más caros que el oficial, pero sin afectar las reservas del Banco Central. Y, finalmente, con el mercado informal, pasó de hablar de “suba estacional” al “dólar cocaína”, y anuncia volver al “dólar AFIP”, permitiendo, desde mañana, a las personas físicas comprar algunos dólares de las reservas del Banco Central al precio oficial más el 20%, de manera de quitarle presión al dólar blue y poder declararlo formalmente “ilegal”. (Ahora, quien quiera comprar dólares y tenga “los papeles en regla” podrá hacerlo “libremente”, mientras que el dólar informal quedará circunscripto a los evasores y narcotraficantes que, por otro lado, tienen abierto el blanqueo, para traer dólares legalmente).
Es decir, el desdoblamiento se produjo de facto.
A partir de ahora, convivirán cuatro dólares diferentes: el dólar oficial (para exportaciones e importaciones). El dólar financiero (a través del dólar Bolsa, para quienes quieran atesorar dólares o venderlos, comprando y vendiendo títulos públicos, sin uso de las reservas del Banco Central). El dólar AFIP, para atesorar legalmente, alimentado por las reservas del Banco Central a un precio 20% más caro que el oficial. Y finalmente, el “dólar cocaína” (ilegal y para operaciones en negro).
Con este “entramado”, el Gobierno aspira a recuperar reservas y mantener bien “administrado” el tipo de cambio.
Sin embargo, el mercado cambiario no está “aislado” de la política fiscal y monetaria.
Por el lado fiscal, se anunciaron esta semana más gastos. El subsidio a los “ni-ni” que, siendo necesario, más allá de un mal diseño (como casi todo lo que instrumenta el Gobierno en materia de subsidios), no se financia con “ahorros”, sino con emisión de pesos. Y el mayor gasto que habrá en subsidios a la energía, porque la devaluación aumenta la cantidad de pesos que hay que compensarles a los productores de gas y petróleo por lo que producen o importan. Es decir, más emisión de pesos, más inflación y, eventualmente, la necesidad de devaluar más.
A su vez, los exportadores, para liquidar, no sólo miran el tipo de cambio y la brecha, miran también la tasa de interés en pesos, que tiene que reflejar la tasa de devaluación esperada, y la tasa de inflación. Influida, a su vez, por la mayor emisión de pesos mencionada.
Y aquí está la clave. Bajo este sistema “administrado”, una devaluación es “exitosa” cuando es percibida, por un largo rato, como la última.
Para ser percibida como la última, tiene que ser consistente con la política fiscal y monetaria. Como no lo es, más allá de una eventual calma transitoria, lo más probable es que, en poco tiempo, haya nuevas “sorpresas” y alguien nos explique las bondades de una nueva política cambiaria.