COLUMNISTAS
Ciclos y contramarchas

La única verdad es la realidad

El aforismo peronista se actualiza con vigor: en materia económica algunas variables resultan inapelables e inmutables frente a las estrategias del Ministerio de Economía de turno. Los índices de inflación, la relación con el campo y la política energética son los componentes que pueden desestabilizar la economía.

default
default | Cedoc
El gran creador de aforismos que fue Juan Domingo Perón dejó uno que, con el tiempo, se convirtió en la carta de presentación de la “doctrina peronista”. Al aludir que la única verdad es la realidad, también en materia económica cada justicialista de pura cepa reconoce un límite claro al poder y al voluntarismo: lo inapelable de ciertas variables que se plantan, inmutables frente al formulismo del Ministerio de Economía de turno.
La euforia oficial tiene que ver con muchos indicadores que muestran una actividad burbujeante. En los primeros 11 meses del año se han patentado 432.500 vehículos, la segunda cifra histórica de la industria, aun por debajo de los guarismos de 1998. Es probable que se cierre 2006 arriba de las 470.000 unidades, pintando, ahora sí, 2007 como el año en que, finalmente, se pudo pasar el listón de nueve años atrás.
Quizá como un anticipo de que la crisis, en la Argentina, tardó ese lapso de tiempo en quedar sepultada.
El IVA también alcanza cifras récord, impulsando un crecimiento de 34% en la recaudación total de la AFIP para noviembre y acompañando la perfomance de Ganancias (+37%) y las retenciones (+70%); el desempleo pugna por perforar el piso de los dos dígitos, algo inédito desde el lifting de la estadística del INDEC. Las reservas siguen acumulándose y el Tesoro consiguió una tasa por sus bonos de casi 8% anual en pesos, también algo inédito. Todo esto, sin embargo, acentúa el carácter cíclico de la recuperación, planteándose la duda acerca del comportamiento de estas variables cuando el círculo pase de virtuoso a vicioso.

Incongruencia. En cambio, otro de los flancos que recibe el impacto de estos movimientos, el monetario, muestra para el año entrante un crecimiento de la oferta monetaria de 16% nominal anual, según anunció el Banco Central. Este número, si bien algo inferior al 18,5% de expansión de 2006, es claramente incongruente con una política de inflación de un dígito que propugna el Gobierno. Las tensiones acumuladas durante estos meses, lejos de atemperarse, recrudecerán en los meses venideros.
El conflicto con el campo de esta semana no es más que la punta del iceberg del gran desajuste de los precios relativos, olla a presión que por canales oficiosos se promete a las empresas “formadoras” liberar luego de las próximas elecciones presidenciales. Pero el juego del poder se basa, precisamente, en la capacidad de influir y nada hay que provoque más escozor en los despachos oficiales que un desabastecimiento de productos vitales.
El otro es la energía: un apagón prolongado o una racionalización como en el verano de 1988-89 desnudará las falencias de la política cortoplacista y voluntarista en la materia. Es cierto que la demanda crece mucho, y eso es, ante todo, un buen y no un mal indicador. Pero el reto de una economía recalentada es saber moderar los ímpetus, elegir un menor crecimiento pero más duradero a uno mayor pero más vulnerable.
La sola mención de esos problemas ha ablandado la billetera oficial para financiar proyectos de generación y distribución eléctrica además de pagar precios cada vez más altos por el gas del amigo Evo. ¿Qué concesión sacará el campo por conseguir parte del ingreso que hoy queda en las arcas públicas? Mientras no haya “peligro” inminente de parrillas vacías y de retenciones en picada, ninguna.
Destinos. Debería llamar a la reflexión la advertencia lanzada en Chile esta semana por el ex economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff (2001-2003), acerca del inevitable colapso de las economías subdesarrolladas si los commodities llegaran a bajar. Claro que el antídoto anticíclico propuesto por él tiene que ver con una receta de la década pasada que difícilmente encuentre eco entre los electorados nacionales y populares actuales: flexibilización laboral, apertura económica, culminación de las reformas emprendidas en los 90 y adaptación de la industria al nuevo mapa productivo mundial.
No se podrá acusar a Rogoff de militancia anti K. Tampoco de querer vender recetas imperialistas. Es profesor de Política Económica en la Universidad de Harvard (de licencia este año lectivo) y vicepresidente de la influyente American Economic Association.
Eso sí: el día que los vientos de la economía mundial, hoy bajo el influjo de la expansión del comercio y la omnipresencia china, viren unos grados y las actuales políticas no sirvan más para acumular capital político, se tirará a la basura el sistema burocrático-productivista, las políticas se parecerán mucho más a las que hoy están en el index de Economía y el discurso oficial abundará en giros dialécticos. Todo para explicar lo que imprime carácter en cada político peronista: la única verdad es la realidad.