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burocracias

La vida breve. Y simple

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¿Por qué es todo pero todo tan pero tan complicado, eh? Se me hace que es más fácil hacer las cosas simple y directamente y no llenas de idas y venidas vueltas y revueltas. Pero no: la tendencia general es cargar cada diligencia, cada acto, cada paso, de requisitos, certificados, retrocesos, plazos y lo que sea con tal de conseguir que cada uno de nosotros llegue un día sí y otro también, al borde de la confusión, la bronca, el odio y hasta la locura hecha y derecha. Fíjese si no en esa señora que no pudo votar porque está “fallecida”. Bueno, no se murió ni mucho menos: está viva y saludable y no sé si indignada o resignada o ambas a la vez porque hace una punta de años que hubo un error en no sé qué documento y hasta ahora no han podido (?) corregirlo. Y, claro, hay que esperar a conseguir el certificado de supervivencia que a su vez depende de la Secretaría de Gente que Todavía Vive, y esa secretaría está dirigida por un señor que va a su oficina dos o tres días de cada semana a horarios discontinuos e inesperados, y además hace falta la firma del intendente que como usted se dará cuenta es un tipo muy ocupado que tiene el escritorio lleno de pilas de papeles para firmar desde el año 1896, ah no, disculpe, 1994, eso. Para firmar, al señor intendente le hace falta además otro certificado esta vez de ciudadanía y para eso la señora tiene que someterse un examen fisicoquímico, psicológico y de vacunación contra el dengue, la enfermedad de Chagas y la gripe aviaria. Algunos de esos certificados se expenden, se vacune una o no, porque ahí también están muy ocupados, en el Ministerio de Salud en la ciudad de Santa Fe, y otros en la Secretaría de Obras Públicas, no sé por qué, en la ciudad de Resistencia.

Creo que con este ejemplo basta y sobra. Y agradézcame usted que no le cuente lo que le pasa a cualquier ciudadano que pretende que le saquen un árbol muerto de la vereda o que no le saquen un árbol vivo y maravilloso de la vereda.
De árboles hablaremos otra vez.

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