COLUMNISTAS
todos impulsan a cristina

La viuda insustituible

Para muchos, es imprescindible que la Presidenta se presente a la reelección. Entre ellos están los de buena fe y también los que se abrazan a sus privilegios.

Robertogarcia150
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e repente, como ocurre en las sucesiones, hasta los que no son herederos pretenden participar del reparto. No importa si los restos aún yacen tibios. Más en este caso, cuando el legado tangible pertenece a unos pocos (madre y dos hijos) y el otro, flotante, estelar, no se limita a la familia, se despliega como una falda a la cual se cuelga gente de buena fe y aquellos que, a la santa intención, le agregan la necesidad de continuar en el cargo, garantizarse privilegios y persistir, en suma, en el poder. Para ese universo, es imprescindible que Cristina se presente a la reelección, sea para “profundizar el modelo” o para conservar el contrato de suministros que, por sí mismos, ellos en elecciones no podrían validar. De ahí que requieran de la señora, la condicionen con halagos, la vuelvan –también a ella– insustituible y, casi sin preguntar, actúen como si fuera un hecho su candidatura a la renovación del mandato en 2011. Habrá que convenir en otra evidencia: aunque no está el “sí” de la niña, ésta tampoco se muestra reticente a esa posibilidad. Sólo parece más cauta en sus ambiciones, al menos frente a las del esposo fallecido.

Dirán que es Néstor, pero apuesta diferente. Ni siquiera se sabe si le gusta el juego. Ya no se vale de la sugerencia por mantener al caballero muerto en la armadura, según la leyenda medieval, y llevarlo como símbolo triunfante a las batallas; finalmente, decían, el Cid volvió en el imaginario colectivo para restaurar una honra superior a la que tenía antes de la partida. Como hoy las encuestas juran que ocurre, temporalmente, con el recuerdo de Néstor. Ofrecía ganancias tentarse en la necrofilia característica de la política argentina de los últimos sesenta años (Perón vive, Si Evita viviera, Néstor vive), también aplicable al radicalismo de la última generación, que en el colmo de sus extremos y para su beneficio hasta habría convertido a la viuda en Juana la Loca, trasladando el féretro de su amado Felipe el Hermoso por todo el territorio, durante meses, en homenaje silente y recaudando adhesiones. Otra herencia española: no se sabe si veneran a sus reyes muertos, en el Pudridero (la cripta de El Escorial), por razones turísticas o por respeto. En este caso, ella se ha privado del lucro, mantiene discretamente el luto.

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Claro que el acervo –el político, al menos– está en danza. Inclusive por encima de lo que ella pueda expresar. Con urgencia, unos demandan confirmar la postulación reeleccionista en marzo, en la confianza de que su solo anticipo hoy blindará las vacaciones, reagrupa tropas, estimula ambiciones y, presuntamente, consolida la fidelidad de esas nuevas e impensables voluntades que aparecieron tras el desenlace mortal. Teoría de publicistas o sociólogos de ocasión, siempre a la espera de otro contrato. Son también los más acérrimos defensores del “proyecto”, aunque esa idea –por definirlo de algún modo– no parecía conjugar a Moyano, Scioli, la mayoría de los intendentes, algún gobernador y los oligarcas económicos que ganan todas las licitaciones. Sólo Néstor disponía de estómago para aceptarlos. Pero ahora, sin prejuicios, se abrazan a esa parte de la herencia, acostumbrados a taparse la nariz durante tantos años peronistas, suponiendo que Ella hará luego la diferencia. En otro período. Como en la matanza de los cátaros, vamos con todos –en aquel caso, ¡matadlos a todos!–, en el Cielo se apartará más tarde a los inocentes de los culpables.

De ahí que fuera necesario asistir al jefe de la CGT con declaraciones favorables de ministros y recibirlo, hace 48 horas, en la Casa Rosada como el mejor aliado. Excusa: la reorganización del PJ bonaerense. En verdad, la angustia que demuele a Moyano es la estatura que han tomado, en manos de Bonadío y Oyarbide, ciertas causas judiciales referidas a medicamentos “truchos”, troqueles adulterados y fabricación de expedientes médicos. Pesa el antecedente nervioso de Juan José Zanola preso, al menos para el sindicalista camionero. Julio De Vido oficia de precario garante y la Presidenta necesita al jefe camionero para cumplir su sueño del pacto social, ese engendro que alimentó hace unos años en Ginebra con los empresarios y que ahora se ha dispuesto a instrumentar (la inicial fachada la empezó esta semana con el convenio entre Eskenazzi, Bulgheroni, los sindicatos petroleros y los gobernadores del sur). Tal vez piensa que fijar 20% de aumento salarial para el año próximo impedirá que se dispare a 30% la inflación. Al margen de esto, el reclamo cegetista pasa por la urgencia de que sea la Presidenta quien se empape de los problemas que afectan a Moyano, como solía hacer antes su marido. Algo así, groseramente, a lo que describe Sartre en su obra teatral Las manos sucias. Siempre, suponen, será más fácil para una dama esa tarea, con magistrados sensibles elegidos durante el menemismo, de peronismo explícito como Bonadío o de proclividad respetuosa a la Casa Rosada como Oyarbide. Por ahora, sólo escuchan intenciones, el pensamiento y la acción de la “master voice” –se utiliza esa vieja denominación discográfica porque ella habla de General Motors como “yiem”– no se ha manifestado.

Menos complicado parece Scioli, apenas urgido para que ya afirme su voluntad de reelección como gobernador, una forma de añadir simpatías propias a las que despierta el volumen eletoral de la dama y, especialmente, para suprimir cualquier otro tipo de quimera personal aplicable a un cargo superior. Aunque Scioli se prodiga en alabanzas al gran momento de Cristina, al fervor que despierta –lo repite hasta en los sueños– la definición electoral le parece prematura. Dice que “no es momento de candidaturas” y que lo suyo es “trabajo, trabajo y trabajo”. Unos le creen, otros sospechan.

Hasta allí, parte de la interna. Nadie refiere otras contingencias externas hacia marzo, el ajetreo del verano en un país que más de una vez no tuvo verano, no se preguntan siquiera si la espuma habrá de galvanizarse o se esfumará como la cerveza cuando pierde temperatura. Mientras, ella afianza su lugar, cumple el mandato y las obligaciones colaterales de ese mandato (no bajarse de la guerra con Clarín, no ceder un ápice ante la oposición), bastante moderada y criteriosa en sus palabras –a pesar de que habla todos los días–, al revés inclusive del devaneo de sus ministros (unos que han cerrado el pico cuando eran lenguaraces, como Héctor Timerman; otros, como Aníbal Fernández, que oscilan de un día a otro reconociendo o desconociendo la inflación).
Se entiende: hay quienes deben revalidar poder mientras ella, incuestionablemente, lo tiene. Por lo menos, hasta fin del año próximo.