Toda simultaneidad no es sino licencia poética. Independiente se prende fuego y no dejo de pensar en lo que una amiga me envía desde Italia. La Madonnita de Trevignano, que lloraba lágrimas reales y multiplicaba las pizzas y los ñoquis, está metida en un feo asunto. Luigi Avella, de 70 años, exfuncionario del Ministerio de Economía, doctorado en jurisprudencia y teología, regaló 123 mil euros a los cuidadores de la virgencita, Gisella y Giovani Cardia, quienes desaparecieron con la tarasca y los milagros. Es cierto que nadie lo obligó a pagar nada, pero el buen creyente pensó que necesitaban cosas (como garaje y vehículo) para administrar los milagros de la estatua. Y los financió.
Las lágrimas eran trucadas. De chancho. Ya quisiera yo ver el truco más que el milagro. Un full de expertos (teólogo, mariólogo, psicólogo, canonista y exorcista) deberá probar jurídicamente que el llanto no es porcino, sino verdadera lágrima de estatua, como debe ser. El exorcista está allí por si todo esto llegara a ser obra del Malo.
¿Por qué dije Independiente? No sé. Será que las declaraciones con las que renuncia a la presidencia Fabián Doman se parecen al falso milagro nunca jamás cumplido. Si era tan imposible hacer nada por el club, ¿no lo podría haberlo previsto cuando se candidateó? No ayudó tampoco que sus amigos del PRO no le pusieran la plata que se suponía le iban a dar para el negocio. Hacer negocio: he allí la única fe que queda.
Veo similitud en una virgen llorachancho y un club de fútbol como plataforma para la carrera política. Con dirigencias que no se ocupan de los asuntos últimos del fútbol (la belleza, la muerte, la salvación, el azar) cualquier milagro es muy difícil.