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la Ultima dcada

Las dos caras de la sociedad

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Los diez años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner han dado lugar a lecturas que buscan evaluar ese período. Algunas hablan de una década ganada, mientras otras la consideran perdida.  Estas lecturas diferentes obedecen en gran parte a la ideología y los principios desde los cuales se las hace.

Más que detenerme en los grupos sociales ganadores o perdedores, o referirme a problemas específicos, me propongo  ensayar un esquema de análisis centrado en la sociedad global, ya que es dentro de ella donde se ubican, estructural y constitutivamente, los diferentes grupos sociales, y en la que repercute todo hecho político.  Mi intención es que este esquema ayude a generar ideas para pensar cómo se sigue: qué cosas habría que conservar y qué cosas habría que modificar.

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De las diferentes dimensiones de la sociedad me interesa destacar las referidas a lo económico social y a lo cultural institucional. En la primera aparecen grupos  sociales con intereses insalvablemente contrapuestos: es la dimensión del conflicto. En cambio lo cultural institucional es el campo de los ciudadanos, donde todos son iguales en sus derechos  y garantías: es la dimensión del consenso, de los acuerdos o pactos sociales para la convivencia y la resolución de los conflictos, sin proscribirlos; todo según instituciones acordadas constitucionalmente.

Dentro del campo de lo económico social  es necesario diferenciar el tema de la distribución del de la producción. En el primero, toda la conflictividad observada es coherente con la diferencia de intereses y la pelea por la distribución de los beneficios del desarrollo. Es en esta dimensión de la distribución donde se han anotado los mayores avances del gobierno, ya que la injusticia social ha sido claramente denunciada, y atacada, aún cuando no se haya acertado siempre en la forma de hacerlo. La pobreza y la inequidad social son fallas del sistema que deben combatirse sin tregua y con políticas de fondo; y este combate no debe ser descuidado  en aras de una preocupación legítima por asegurar la plena vigencia de las instituciones, lo que puede transformarse, inconscientemente, en una complicidad con esas inequidades. La oposición debe enfatizar su compromiso respecto de la mejora en las condiciones de trabajo, en el nivel de salarios y en la seguridad social, junto a una seria y efectiva igualdad de oportunidades que incluye políticas inclusivas a través de una educación y una salud de calidad.

En el campo de la producción, en cambio, esta década ha mostrado serios desaciertos, en parte por ineficiencia y en parte por una confusión ideológica que desatiende este aspecto de lo económico, sin entender que la mayor producción con alta productividad es la que crea las condiciones para una mayor distribución, al otorgar mayor capacidad para atender las legítimas demandas de los trabajadores. Hablo de confusión ideológica porque este descuido por la producción repite los errores observados ya en la experiencia cubana, y en la más reciente, la bolivariana.

En cuanto a la dimensión cultural institucional el balance ha sido claramente deficitario, ya que si bien hubo avances en materia de derechos humanos y en el reconocimiento de nuevos derechos civiles, son muchas y graves las fallas en cuanto al respeto por la división de poderes, la libertad de expresión y  la convivencia, el diálogo, y el ponerse en el lugar del otro para escuchar, y respetar, sus convicciones. 

Finalmente, todo balance serio de lo ocurrido en esta última década no debe quedarse en los efectos que las acciones del gobierno han tenido sobre la sociedad, sino que debe analizarse también el papel de ésta como sujeto activo que ha votado y mantenido en el poder a ese gobierno. Al hacerlo es posible que las pérdidas sufridas por esta sociedad entreguen al  conjunto de las fuerzas políticas elementos que les sirva para corregir errores y los lleve a ensayar nuevas estrategias para alcanzar consensos y políticas de Estado. En este caso, las pérdidas sufridas podrían convertirse en una suerte de ganancia ‘colateral’, aún cuando costosa por los desencuentros sufridos.


*Sociólogo. Socio del Club Político Argentino.