Al parecer, para el Gobierno, lo único que había que hacer para solucionar los problemas de la economía argentina era… una pseudo conferencia de prensa de la Presidenta.
Hubiera sido maravilloso que el mero pase de “gritos” a “susurros” redujera la tasa de inflación, mejorara la situación fiscal de las provincias. Hiciera bajar las tasa de interés. Incrementara el plazo promedio de los depósitos. Mejorara la oferta de combustibles y energía. Alentara la inversión, la creación de empleo. Permitiera superar los problemas de competitividad de la economía.
Lamentablemente, desde que Cobos votó “no positivo” y el ministro del Interior nos anunciara que ahora venían “sólo buenas noticias”, las expectativas en torno al futuro de la economía argentina han empeorado. Y por si esto fuera poco, nos estamos comprando una compañía aérea, cuyo precio desconocemos. Cuya deuda ignoramos, pese a que el Gobierno ha tenido representantes en el directorio. Y a la que el Congreso le está dando vía libre para tener el déficit operativo que quiera, dado que no se le pone límites a los fondos a transferirle a dicha empresa, aunque todavía, formalmente, pertenece a un grupo privado extranjero.
Curiosamente, este deterioro creciente de las expectativas se produce en medio de anuncios sobre aumentos del superávit fiscal, bajas en la tasa de desempleo, recuperación del crecimiento de la industria –después de un pésimo junio– y un Banco Central que retomó, lentamente, la compra de dólares, después del nefasto segundo trimestre.
¿Un nuevo complot de los medios de comunicación, la sinarquía, la oligarquía y alguna otra “quía”? No necesariamente. Las expectativas, como su nombre lo indica, se refieren al futuro y no al pasado. Y en ese futuro, predominan las incertidumbres.
Empecemos por la tasa de inflación. Bien medida, ronda el 2% mensual, mínimo. En estos meses, estacionalmente, siempre se desaceleran los precios de los alimentos y la ropa –por las liquidaciones de temporada– pero se están acelerando los precios de los servicios típicos de la clase media: la medicina prepaga, expensas, combustibles. Y están bajando, aunque muy marginalmente, los subsidios a la tarifa eléctrica residencial, lo que también afecta precios. Y dado que el Gobierno no ha anunciado ningún programa antiinflacionario, al contrario, el INDEC nos sigue diciendo que la inflación en la Argentina es menor que en los EE.UU., las expectativas de que pueda bajar la tasa de inflación siguen siendo negativas.
Sigamos con el superávit fiscal, un tema para expertos y no para “Doña Rosa”. El superávit fiscal está mejorando. Pero mirando los ingresos, éstos dependen cada vez más de los impuestos a la exportación –los que, a su vez, dependen de la evolución de los precios internacionales–. Y el BCRA le ha girado “utilidades” de manera extraordinaria. Por el lado del gasto, que crece a la módica tasa del 38% anual, los subsidios aumentaron 65% en los primeros siete meses del año, comparados con igual período de 2007, mientras que las transferencias a provincias no han crecido nada. Y no se sabe cuánto es la deuda con proveedores a los que no se les paga.
Mirando adelante, los precios de los commodities están dejando de crecer al ritmo que lo hacían. El BCRA no tiene utilidades todos los meses. Las jubilaciones van a empezar a ser móviles. En cada reunión con los gobernadores se firma algún cheque y a los proveedores habrá que pagarles en algún momento.
Encima, el año que viene hay más vencimientos de deuda y es, además, un año electoral. Con ese panorama, las expectativas en torno a la situación fiscal están empeorando y no mejorando.
La demanda de bienes y servicios se está desacelerando. El desempleo ha dejado de caer –lo poco que cae es porque hay menos gente buscando trabajo y no porque haya más empresas demandando– y el salario real, por la inflación, tampoco genera crecimiento en el consumo. Mientras el crédito se estanca.
La capacidad instalada está al máximo y la oferta de energía, supeditada al clima. Por otra parte, las actividades del campo siguen administrativamente trabadas y la sequía es importante en varias regiones. Asimismo, el aumento de costos en dólares está haciendo perder competitividad a muchas empresas, y el enfriamiento económico global está empezando a reducir la demanda externa de ciertos bienes y servicios.
El cuentito “exitoso” que cuenta el kirchnerismo en cada discurso contrasta con las proyecciones, más o menos generalizadas, de ese cuento. La foto es razonable; la película, complicada.
Pero lo paradójico, en este escenario, es que si el Gobierno, en lugar de “maquillaje y marketing”, se dedicara a gobernar, la película puede, todavía, tener un final relativamente feliz. No un final hollywoodense, pero aceptable para un “modelo” que ya fue y que necesita urgentemente un cambio verdadero. Que vaya más allá de un Néstor silencioso y de una Cristina que ya no toca los micrófonos.