COLUMNISTAS
Ciudad vs. Provincia

Las lecciones enseñadas

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Han pasado nueve meses desde la llegada al bioma terrestre de este nuevo organismo sub-celular, el virus “SARS COV 2”. Puede parecer una eternidad para nuestro “aislamiento domiciliario”, pero puesto en perspectiva de la evolución no es tanto. Desde el comienzo de la vida en la Tierra han pasado 3500 millones de años, los primeros homo sapiens como nosotros tenemos 200 mil años y estos homo sapiens nos volvimos seres sedentarios, agricultores y asentados en ciudades con chances de sufrir epidemias hace no más de 10 mil años. Incluso la última pandemia de una gravedad parecida - la gripe española en 1918-  ocurrió hace ya más de 100 años. Así que estos nueve meses podrían parecer apenas un suspiro. Estamos viviendo una época que seguramente quedará en los libros de historia.

Somos una especie que ha conseguido cosas únicas en estos años en el mundo. Hemos aumentado mucho, en las últimas seis décadas, la esperanza de vida al nacer de nuestros congéneres. Desde una esperanza de 50 años de vida a una de 72.5 años de vida en el promedio mundial. Al mismo tiempo, sin embargo, hemos ampliado las diferencias en este indicador en distintas regiones del mismo planeta. En África sub sahariana mantenemos hoy, 2020, la esperanza de vida en 52 años, mientras en Japón ha llegado ya a 84 años. Es decir una brecha en la misma especie de más del 60 %.  Mejores sí,  desiguales también.

La historia dirá que en la pandemia de Covid19, murieron muchos, se enfermaron muchos más y, que finalmente, cerca del año de la llegada del virus hemos logrado controlarlo con una, o más de una, vacunas lo bastantes seguras y efectivas. Nos dirá también cómo fue la distribución de la misma y si sus beneficios fueron iguales en todos los lugares del mundo o, como es esperable, que la desigualdad siguió siendo la norma.

¿Qué lecciones nos ha enseñado esta pandemia?

Inevitablemente una lección tiene que ver con la necesidad de la integración mundial. No hay fronteras para este tipo de enfermedades, ya en el siglo XVI el poeta inglés John Donne lo decía de la mejor forma: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti...”  

Por eso el intento de cierre de fronteras, suspensión de viajes, cuarentenas obligadas a viajeros, testeo a los mismos, control de febriles en aeropuertos; fronteras, oficinas, negocios,  han tenido tan poca utilidad. Nos hemos convertido en una especie absolutamente interconectada, lo que afecta a una provincia de China al amanecer repercutirá en nuestro pueblo del interior de Argentina, al atardecer.

Es por ello que las estructuras sanitarias supranacionales de calidad técnica y de indudable prestigio son de vital importancia. Es imprescindible tener una Organización Mundial de la Salud (OMS) sólida. Debemos mantener estas instituciones con recursos suficientes para llevar adelante su tarea. No acordarnos de ella en cada pandemia, sino mantenerla trabajando en forma preventiva, en investigación, en desarrollo. Hemos visto, con preocupación, cómo algunos de los países integrantes de las Naciones Unidas han cargado la responsabilidad en la OMS por la propagación de la enfermedad.  Más allá de los errores que pudieron cometerse frente a un virus nuevo y diferente, esto se soluciona con más inversión y más trabajo en conjunto, no con  amenazas de desfinanciamiento o incluso desafiliación que hemos visto expresadas en forma temeraria por algunos presidentes.

Otra lección tiene que ver con la importancia de los sistemas de salud en cada uno de los países. En las últimas décadas los sistemas de salud vienen generando un gasto proporcional creciente para las economías de los países. Esto los ha llevado a una pelea inevitable con las áreas de economía que intentan, a cualquier costo, contener el gasto. Más allá de la necesaria búsqueda de la eficiencia ideal, es bueno que los ministros de economía y, sobre todo, los responsables políticos entiendan que la inversión en salud es impostergable dado que sin salud no hay ninguna posibilidad de desarrollo económico. Los cálculos de eficiencia en el gasto en algunos países han generado, por ejemplo, un número de camas de terapia intensiva que es “exacto” el requerido y el personal para atender las mismas, se ajusta también muy estrictamente. Frente a un aumento de la demanda  por cualquier fenómeno producido por el cambio climático, los conflictos bélicos, las catástrofes naturales, una pandemia o cualquier otro, genera incapacidad de respuesta y multiplica las muertes.

Los sistemas de salud son recursos humanos que atienden a personas en entornos cada vez más tecnificados, pero en definitiva son eso. Personas con competencias especiales que atienden a otras personas. Ellas son la parte más compleja de generar, dado que requieren mucho tiempo de formación, la calidad de esta formación no está, de por sí garantizada y es variable según la región. La orientación de estas competencias además, muchas veces no siguen las necesidades de los propios sistemas.

Debemos entender que la generación de RR.HH para salud en la cantidad, calidad y con la orientación necesaria son fundamentales para el futuro de los sistemas sanitarios en cada país. No tomar en cuenta esta problemática con seriedad no podrá ser reemplazado por compra de equipamientos, de medicamentos o por la construcción de estructuras sanitarias, por más modernas que estas sean. Esta es una ineludible prioridad.

La importancia de la investigación y desarrollo es también otra lección enseñada. Por un lado nos sorprendimos gratamente por la velocidad con que el mundo logró el Genoma viral, los test diagnósticos, y los cientos de proyectos de desarrollo de terapias y vacunas para el Covid-19. Las revistas médicas pusieron sus editoriales a trabajar sin descanso en la rápida evaluación de la producción científica mundial, liberando, sin costo, las publicaciones de la temática. El conocimiento médico debería, aún fuera de pandemia, ser de acceso libre para todos, y ningún profesional de la salud debería acceder más tarde al mismo solo por un tema económico. Diez años antes de esta pandemia, el brote del “MERS” en arabia saudita, otro coronavirus muy agresivo, llevó al intento de elaboración de una vacuna que nunca se culminó por falta de  financiamiento o pérdida de interés. Cuántas vidas hubiéramos ahorrado si esos estudios se hubieran concluido? , nunca lo sabremos pero sin duda hubieran sido de vital importancia.

La orientación de la industria farmacéutica está cada vez más enfocada en nuevos medicamentos “personalizados”. Los conocimientos científicos actuales en biología molecular y en la base genética de múltiples enfermedades, permiten este avance. El mismo tiene un potencial terapéutico para enfermedades poco frecuentes e impresiona como un nicho muy redituable para la industria. Esto ha venido postergando o al menos desmotivando la investigación y el desarrollo en fármacos más “globales” quizás con menos perspectiva de ganancias, para enfermedades habituales, como nuevas vacunas contra viejas enfermedades, nuevos antimicrobianos frente a la resistencia bacteriana creciente, etc. Esta tendencia debe revertirse.

El acceso a los medicamentos y a las vacunas de la población mundial no se agota con su desarrollo y producción. Hay múltiples países con problemas de acceso por el precio, la disponibilidad de fármacos de enfermedades huérfanas, o la incapacidad de gestión de los mismos sistemas. El desarrollo de medicamentos y vacunas para el Covid19 son una oportunidad de hacer las cosas mejor esta vez.

Esperamos que estas lecciones “enseñadas” por la pandemia se transformen en lecciones aprendidas, y permitan que la próxima nos encuentre mejor preparados.

Es nuestra responsabilidad que así sea.

*Diputado nacional.Presidente Comisión de Acción Social y Salud (Frente de Todos/ Tucumán).