¿Alguien conoce bien la historia de las manos faltantes de Perón? Si usted tiene una conjetura sobre este enigma de la chismografía argentina, agregándola al pie de esta columna en la página web de PERFIL, prestará un servicio a los lectores que, en general, sólo participan en ese mini-blog para desenmascararme o insultarme.
No sé nada de las manos de Perón, pero sospecho que hubo algo esotérico en los motivos de la acción y en las numerosas tentativas de resolver su enigma. Para el caso, llamo “esotérico” a un misterio cuya explicación da lugar a nuevos misterios que refuerzan el carácter misterioso del original y, cifradamente, transmiten al público un mensaje de enigma revelador de algo que, por demasiado conocido, siempre pasa desapercibido.
El caso de las manos Perón, independientemente de la voluntad de los profanadores, cuanto más enigmático, más vuelve a poner en el foco de la atención cosas bien sabidas del General: su necrofilia –la esposa momificada por voluntad del viudo–, sus afinidades esotéricas –la entronización de la mística Piedra de Siro en Palermo Chico, sus vínculos con el Venerable Maestro Licio Gelli, y con el efebo papal Giancarlo Elia Valori– y su propensión justicialista a operar en clave con cuentas secretas de la banca suiza. Si estos temas tan tratados por la prensa sensacionalista no fuesen suficientes, habría que agregar que el enigma de la profanación también echa luz sobre la futilidad del poder: aquellas manos que empuñaron el simbólico –y esotérico– bastón presidencial, son apenas un preparado de las aulas de anatomía que los estudiantes pueden comprar por quince pesos.
El caso de la foto publicada por Crítica, con Alfonsín en el parque de la quinta presidencial de Olivos tomado de espaldas –como yéndose– para graficar su muerte, también dispara enigmas significativos. La imagen a la que mutilaron la presencia de Menem y la firma del fotógrafo pudo ser una picardía del diagramador de Crítica o un desliz explicable por los apremios de la hora de cierre. Los aspectos éticos y profesionales del episodio fueron desarrollados –con saña– por un comentarista anónimo de Clarín, y con mayor objetividad y tolerancia por el director de PERFIL. Pero nadie comentó sus aspectos simbólicos en la forma interrogativa que compete a los enigmas: ¿qué estuvieron haciendo juntos ambos ex-presidentes en sus dos encuentros en el parque de Olivos? ¿Quién consiguió reunirlos? ¿Qué uniones y reuniones estará gestionando ahora aquel mismo “operador”? Y, finalmente: ¿tendrá algo que ver con la desaparición de los símbolos de mando de Frondizi durante las exequias de Alfonsín?