Esta semana fue desconcertante. Vimos crecer los casos de covid y los decesos. Ahora forma parte de nuestra conversación el número de camas de terapia intensiva que están ocupadas y que ya están en circulación comunitaria las dos cepas que aumentan la contagiosidad. Además, como ocurre últimamente en el diario PERFIL los avisos de algunos gobiernos nos dan la pauta de la diversidad de propuestas, si bien todos nos mandan “cuidarnos”, nos ofrecen distintas intervenciones. Mientras unos nos invitan a inscribirnos para vacunarnos, otros nos ofrecen el hisopado y los lugares para hacerlo. Al lado de estas ofertas las noticias nos hablan del aumento de casos, de la falta de vacunas y del rechazo de las autoridades nacionales a comprometer fechas de entrega de las vacunas ni aportar detalles que alienten; actitud comprensible porque hubo previamente anuncios que debieron luego desmentirse.
Los reportes de las personas hasta ahora vacunadas según el detalle de los grupos, que por lo menos recibieron la primera dosis, son tan dispares entre jurisdicciones que preocupan, porque indican que cada jurisdicción usó “su criterio”, eso en epidemiologia es muy peligroso porque no sabemos qué grupos y en qué medida están “protegidos”. Están quienes privilegiaron al personal de salud y a los mayores de 80 años, especialmente los institucionalizados. Otros diferenciaron en el personal de salud a los de primera línea de acción frente a la epidemia postergando a los otros, o a los de servicios públicos de los privados, y así ampliaron a los docentes o a otros grupos de edad como los de más de 70 o incluso más de 60 años.
Esto evidencia una falta de criterio nacional, que, si siempre es necesario, ahora cuando las vacunas son escasas, se requiere mayor planificación en su aplicación para tener una efectividad razonable y medible. A su vez esto requiere adaptar los criterios de distribución de las vacunas a las jurisdicciones a los objetivos prioritarios de la población a cubrir. Sabemos que la escasez de vacunas es una realidad mundial que no podemos cambiar, por eso la planificación es más necesaria. No podemos decir que falta equipo ni en el Ministerio de Salud ni en la comunidad científica. Así como el año pasado se conoció esta especialidad médica ahora parece que desapareció nuevamente.
Puede parecer que escribo esto desde mi formación profesional más que como Defensora de Género, sin embargo, está vinculado. Porque las medidas que ahora se están tomando nos afecta a toda la comunidad, pero muy especialmente a las mujeres. El cierre de las escuelas y volver a la educación virtual sabemos que sobrecarga a las mujeres. El año pasado fue evidente y los estudios lo graficaron muy bien. Fueron las mujeres dentro de los hogares las que bancaron y acompañaron como pudieron supliendo las deficiencias de conectividad, de capacitación tecnológica y/o de carencia de equipos que existía en esos hogares.
La diferencia ahora es que esas mismas mujeres son las que, en su gran mayoría, deben trabajar para sostener las familias y una alta proporción debe salir de su hogar porque no puede si no, tener ingresos. Son las trabajadoras domésticas, las cuidadoras de niños, ancianos y/o enfermos, y otras que si no trabajan no tienen ninguna cobertura social. Eso se vio y se estudió en el 2020, pero no se cambió nada, no se avanzó en propuestas de cambios estructurales que garantizaran sistemas de cuidados que permitan dar cobertura a estas trabajadoras, ni tampoco en medidas que las paliaran. Como por ejemplo algún tipo de campaña y normas o medidas para incorporar a las trabajadoras domésticas y muchas cuidadoras que están reconocidas en la ley existente, para que sean cubiertas formalmente.
Si bien se dijo y repitió no hubo eco por parte de los gobiernos ni de los Parlamentos. Ahora ante la segunda ola se deberá recurrir a ayudas por parte del Estado que son más difíciles de cubrir y en el fondo son un parche, no constituyen ningún beneficio que resulte perdurable.