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urbanas

Las niñas del maíz

Durante el crepúsculo riego (hace más de dos días que no llueve) justo hasta cuando el sol se pone detrás de los eucaliptus del fondo y se levanta viento (porque el aire se enfría tan de repente).

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Durante el crepúsculo riego (hace más de dos días que no llueve) justo hasta cuando el sol se pone detrás de los eucaliptus del fondo y se levanta viento (porque el aire se enfría tan de repente). Antes de prender las luces del jardín, mientras oscurece, veo que unas muchachas de visita sufren un ataque de yoga playero y se contorsionan mirando el sol que cae. Después las oigo, cuando paso acarreando las toneladas de manguera llena de agua, hablar de Britney. “Pobre”, dicen. “Le quitaron la custodia de los hijos”. Encierro a la perra hostil a los felinos, saco a las gatas, que gustan de la noche mucho más que de la tarde. Llevo restos de frutas y verduras del día a la leñera para las cinco tortugas que allí comen. Vuelvo con una carretilla de leña que acomodo en el asador. Prendo las luces del jardín, enciendo las antorchas y los farolitos chinos que cuelgan del limonero grande.
Para el aperitivo, preparo un guacamole sin cilantro (después de haberlo buscado sin éxito durante la mañana en todas las verdulerías del pueblo), aso lentamente la carne y los vegetales que vamos a comer más tarde. Alguien pregunta de dónde sale el maíz. “¡De la mazorca!”, grito zumbón desde la parrilla. Las muchachas me miran sin comprender. “¡Del choclo!”, aclara alguien. “Ya sé”, dice una, “¿pero el choclo es un árbol?”
Me indigna que las muchachas (“solteronas”, las habrían denominado en épocas menos tolerantes con la holganza) sepan todo sobre la vida de Britney e ignoren algo que de tan básico ni siquiera sé si debería enseñarlo alguna escuela. Para orientarlas en su insultante maraña de ignorancias urbanas (“¿pero estas chicas, votan?”), les suministramos películas como referencia: Los niños del maíz, la de los extraterrestres con Mel Gibson, etc.
Cierro la galería para evitar que los perros entren de noche. Evalúo la amenaza de lluvia para decidir o no tapar la pileta. Busco a las gatas y y trato de convencerlas de que abandonen su reino nocturno y entren, ofreciéndoles atún (prefieren cazar bichos). Suelto a la perra y le tiro algunos huesos que había reservado para ella. Controlo la carga de los tubos de gas para, eventualmente, pedir que los repongan al día siguiente. Cierro la casa, verifico que las luces de emergencia estén cargadas por si hay cortes eléctricos. Compruebo que el teléfono sigue sin tono. Pienso en el día de mañana.