Las lenguas (pese a ser cuerpos de reglas estrictas) son la maquinaria humana más perfecta que la razón pueda llegar a soñar. Lo cual no es mucho. Es que las palabras entrañan un intento desesperado por abrazar lo que no dicen. ¿Son inexactas? ¿Con respecto a qué? ¿A su traducción en otra lengua?
Cada lengua se ufana corporativamente de tener conceptos que sólo se pueden expresar en su terreno y cuya traducción es inexacta. Los catalanes, según se maravilla mi amiga Susanna, se lamentan de hablar una lengua en peligro de extinción pero presumen de tener dos palabras intraducibles: seny i rauxa, que en realidad pueden traducirse fácilmente por “prudencia” y “arrojo”. Pero un buen catalán insistirá en que no es lo mismo, sin poder precisar en dónde radica eso “mismo” que no aparece en ellas.
El portugués nos ha embaucado con su saudade, que no es otra cosa que “nostalgia”. Claro, en Brasil insisten en que es algo otro, que anida en el corazón exclusivo del brasilero, pero tal vez sea porque otras lenguas pueden precisar cuál es el origen de la nostalgia (homesick, por ejemplo) y el portugués lo deja en el misterio. El mismo misterio del Sehnsucht alemán, que también sería “nostalgia”. Es claro que la “nostalgia de un alemán” es muy distinta de la “nostalgia de un argentino”. Pero debería haber palabras para la “nostalgia de un búho”, la “nostalgia de una gacela perseguida por camioneros”, y otras variedades de nostalgias. Para eso están los modificadores directos e indirectos. ¿O es que hay palabras –esas que estamos llamando “inexactas”– que de tan abstractas no admiten ejemplo concreto alguno?
Algunas gravitan en el espacio equívoco entre dos lenguas. Por ejemplo, el verbo “coventrizar”. Se supone que lo acuñó Goebbels, en alemán, después de que la Luftwaffe bombardeara la ciudad inglesa de Coventry. Coventrizieren es mucho más que zerstören: supura impiedad, determinación, solución final. Pero en inglés, coventrize, suena distinto. Churchill acababa de descifrar el código Enigma de los nazis, y aun sabiendo que planeaban atacar, debió sacrificar ciudades para que los alemanes no cambiaran Enigma y así poder ganar la batalla final. Churchill evacuó sólo algunos niños de Coventry con la mentira de un plan de vacaciones. Todos los demás deben haber muerto. “Coventrizar” en inglés quiere dice algo distinto que en su traducción alemana. Coventry y Dresden son hoy ciudades hermanas. Junto con Tucumán. Pero ahí me perdí.
Las experiencias singulares no están en el lenguaje, sino en quienes lo usan.