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Defensor de los Lectores

Las redes, esa maraña donde todo vale

El aviso a página completa publicado ayer por el Instituto de Investigación de la Academia Nacional de Periodismo (PERFIL, página 50), anunciando la mesa “Periodismo, redes y poder” que protagonizarán Beatriz Sarlo y Tomás Abraham (moderados por José Crettaz) el miércoles 29 en la Biblioteca Nacional, dispara una vez más en esta columna la inquietud por la creciente influencia que las redes sociales tienen en el mundo contemporáneo de las comunicaciones (y de la vida en general).

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Noticias falsas. Estar atentos y no inducir al error. | cedoc

El aviso a página completa publicado ayer por el Instituto de Investigación de la Academia Nacional de Periodismo (PERFIL, página 50), anunciando la mesa “Periodismo, redes y poder” que protagonizarán Beatriz Sarlo y Tomás Abraham (moderados por José Crettaz) el miércoles 29 en la Biblioteca Nacional, dispara una vez más en esta columna la inquietud por la creciente influencia que las redes sociales tienen en el mundo contemporáneo de las comunicaciones (y de la vida en general). En ese anticipo, se señala que las redes “están desplazando a los medios periodísticos de territorios que les eran propios, no solo en la publicidad y en el tiempo de atención. También en la capacidad de constituirse en gigantescos centros de debate y de producción de sentido”.

En las últimas semanas, el protagonismo de quienes interactúan en Facebook, Twitter y WhatsApp (particularmente) ha provocado una movilización fenomenal en torno a los temas más calientes de la Argentina actual. La cuestión de las acciones judiciales y políticas por la investigación de supuestas (cada vez menos, cada vez más firmes) contribuciones empresarias a la financiación de campañas electorales o al engorde de bolsillos de dirigentes, desde el máximo nivel hasta funcionarios menores, ha profundizado la grieta entre quienes defienden a capa y espada (más con capa que con espada) las figuras de quienes condujeron el país hasta 2015 y aquellos que no ocultan su vocación por poner a todos entre rejas, a como dé lugar. La huelga que vienen protagonizando docentes y no docentes universitarios (con rectores a la cabeza, en muchos casos), por el desfinanciamiento y crisis del sector, moviliza en las redes a quienes respaldan las acciones desde hace ya semanas, hasta el punto de desplazar las notas y columnas de opinión en medios tradicionales. Hasta una metáfora menor (desmedida, tal vez) de un humorista captura no solo a los habitantes del mundo virtual sino a personalidades de variados orígenes, incluyendo funcionarios y legisladores que parecen haber perdido la medida de la seriedad.

Esto que está sucediendo se enlaza (penando en el futuro) con algunos conceptos vertidos en la edición de ayer de este diario (páginas 32 y 33) por Roxana Morduchowicz, una de las mayores expertas argentinas en cultura juvenil, tecnologías y educación, autora de varios libros sobre el tema. Decía en la entrevista de Florencia Ballarino que “lo que está sucediendo en todo el mundo es que los chicos creen más en su contacto y no reparan en el autor de la información”, que ellos ya no pueden diferenciar entre información y publicidad, y que la viralización de la información “porque solo creo en mi contacto” es el origen de las fake news (noticias falsas) “que no solo afectan a la víctima sino que vulneran la democracia porque perjudican las decisiones que uno toma”.

En verdad, Morduchowicz resumió un alarmante problema, que se agravará en la medida en que quienes están a cargo de la formación de niños y jóvenes no tomen conciencia de que ese es un futuro gris en las comunicaciones sociales. Estos chicos y adolescentes serán actores o consumidores de noticias en los próximos años, y las carencias y desvíos que viven hoy podrán agravarse de no hallar mecanismos para neutralizarlo.

La pasada semana, se realizó en Buenos Aires Media Party 2018, un encuentro que reunió a decenas (centenares) de emprendedores, creadores de software libre, analistas de datos y seguidores de las nuevas tendencias en el mundo de la comunicación digital. En la jornada de cierre, la cuestión de las fake news y la posverdad (temas, ambos, transitados en estas columnas del ombudsman de PERFIL no pocas veces) ocupó un lugar protagónico. Escribió Brian Majlin, periodista, politólogo y docente, en un artículo publicado ayer por el diario Página/12: “La posverdad y las fake news son moneda corriente entre quienes se vinculan con el periodismo y, especialmente, en el ecosistema de medios digitales: la viralización a través de redes sociales –y de servicios de mensajería instantánea– es el elemento clave en todo esto”.

Es muy saludable la creación de organizaciones destinadas al chequeo y rechequeo de la información que circula libremente y sin mallas de contención en la red (Verificado, AJ+, Chequeado, en nuestro país), para poner límites a la invasión de noticias falsas y la tendencia a reemplazar datos por sentimientos, haciendo irreal lo real o viceversa y contaminando la sana relación entre las audiencias (la sociedad, la opinión pública) y las fuentes proveedoras de información. Es conveniente seguir el punto 4 de la declaración de la Red de Periodismo Etico (Ethical Journalism Network): “Los periodistas no deben dañar a nadie. Lo que publiquemos puede ser hiriente, pero debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los demás”.

“Lo que es bueno para el periodismo es bueno también para personas que usan internet”, concluye la EJN. Vale la pena tenerlo en cuenta y obrar en consecuencia.