El fútbol argentino presenció boquiabierto la salida de Alejandro Sabella. Quienes estamos con la información diaria sabíamos que Sabella no estaba a gusto con algunas decisiones de la comisión directiva ni con la cantidad (y calidad) de las incorporaciones que el club hizo en este receso de verano. Ni siquiera Juan Sebastián Verón (“Sabella, ¿te vas a ir como Calderón?”) y Leandro Desábato (“Siempre decía que Estudiantes era una familia… No sé por qué Sabella hizo esto”) pudieron torcer el destino de una renuncia que fue sorpresiva sólo por el momento. Si uno revisa el archivo y presta atención a lo que Sabella dijo, cómo lo dijo y qué gestos acompañaron esas palabras, puede notar que algo no estaba bien. Pude charlar en privado con Sabella en Cariló, cuando el cuadro de La Plata estaba haciendo la pretemporada. Se quejó del alto precio que Racing le puso a Lucas Licht (“pidieron 1.200.000 dólares, es mucho para un jugador de 30 años”), que era el elegido por Pachorra para ocupar uno de los lugares que el reglamento les permite a los equipos. La opción al ex hombre de Gimnasia era Juan Manuel Díaz, el uruguayo lateral izquierdo que fue campeón de América con el Pincha y que ahora está en River. Tampoco fue Díaz. Después pensó en Cristian Ansaldi. Y, de buenas a primeras, llegó Nelson Benítez, futbolista surgido en Lanús que el Cholo Simeone llevó a San Lorenzo. Cuando se lo mencionaron, “puso cara”, según cuentan. Y hubo más: tras la contratación de Benítez, la dirigencia de Estudiantes se dio por satisfecha y anunció que el club se retiraba del mercado de pases. Todavía estaban en Cariló. Sabella vio por TV a los directivos de Estudiantes decir esto y entró en combustión. Sus conversaciones con quienes manejan el club habían sido claras: “Me hacen falta un defensor que pueda jugar indistintamente por el medio y por las bandas y un nueve de área. Se fue Boselli y tuvimos que hacer malabares para reemplazarlo. Necesitamos un nueve”. Los principales directivos pinchas cerraron su participación en el mercado y a Sabella le faltaba el nueve. “No tenemos más plata, Hubo que pagar compromisos atrasados con el plantel. Trajimos a un lateral y al Pitu Barrientos, que es un refuerzo importantísimo”, dijeron. El entrenador tragó saliva. Insistió con que algo no le cerraba. Sus colaboradores –Julián Camino y Claudio Gugnali– lo escucharon con atención y sabían que algo de razón tenía.
Hay un episodio en medio de todo esto que se ramificó y empujó a Sabella a la renuncia. Estudiantes tuvo la chance de traer a Ernesto Farías por una suma cercana a los 600 mil dólares, una plata que los dirigentes de Estudiantes dijeron no tener y que Sabella, en cambio, creyó accesible para la economía pincharrata. Cuando la CD cerró su intervención en el mercado de pases, dio por terminada cualquier idea de llevar a Farías o a cualquier nueve que el entrenador quisiera. Pero Sabella sabía que algo raro había…
El representante de Nelson Benítez se llama Miguel Pirés. Es un intermediario que tiene muy buena llegada a los principales clubes de Portugal. Benítez (que el 24 de mayo cumplirá 27 años) jugó con escaso suceso en el Porto (estuvo en el plantel campeón 2009) y su pase aún pertenece al club lusitano. Le fue ofrecido a San Lorenzo cuando el técnico era Simeone y el Cholo le hizo un lugar. Tampoco en San Lorenzo le fue bien a Benítez, por eso resultó extraño que llegara al campeón del fútbol argentino.
El Tecla Farías también estuvo en el Porto. Coincidió con Benítez en algún título del club. A mediados del año anterior, Tecla se fue del Porto al Cruzeiro de Belo Horizonte. En el cuadro brasileño jugó sólo dos partidos y metió dos goles. Sabella quería a Farías. Estudiantes ya había estado en negociaciones en la apertura del libro de pases anterior. El club platense no se puso de acuerdo con Porto y todo se diluyó. Ahora, la cosa parecía más sencilla. Pero tampoco se produjo.
Si bien Farías estuvo en Portugal como Benítez, hay una diferencia: el representante del delantero es Fernando Hidalgo. Hidalgo entró al mundo de las transferencias futbolísticas de la mano de Gustavo Mascardi. Ambos –Mascardi e Hidalgo– eran amigos desde la infancia y, en la abundancia, fueron socios. Cuando todo marchaba maravillosamente y entre los dos manejaban los destinos de la mayoría de los jugadores de la Selección de los años 90, se separaron abruptamente y todo quedó partido en dos. También los jugadores. Algunos se fueron con Hidalgo. Otros, en cambio, siguieron los pasos de Mascardi.
Miguel Pirés, representante de Benítez, tiene una excelente relación con Juan Sebastián Verón. Fernando Hidalgo, representante de Farías, está enemistado de manera irreconciliable con Verón desde aquella escisión con Mascardi. También Pirés estuvo involucrado en las llegadas de Mercado y Hernán Rodrigo López a Estudiantes. Estas dos incorporaciones dejaron fuera de Estudiantes a Iván Pillud y Farías. Al Ro-Ro López no lo representa Pirés, pero el empresario actuó como nexo para la operación entre Vélez y Estudiantes cuando el Pincha tenía casi abrochado al Tecla.
A Sabella nada de esto le hizo gracia. Sabe que esta relación de Pirés con Verón es determinante en el tema refuerzos y que la dirigencia le responde al “11” a pie juntillas. Lo que pasó con los temas de Benítez y Farías fue demasiado para su capacidad de entendimiento.
Y se fue. Lo único que quedó debiendo es una explicación pública de la renuncia a la gente de Estudiantes, que lo ama.
Por lo demás, Alejandro Sabella le dio tanto a Estudiantes que podrá mirar hacia adelante sin reprocharse nada.