Es sabido que la ortografía de los nombres propios árabes puede variar considerablemente. Eso se debe a que en árabe sólo se admiten tres vocales y que algunas consonantes no tienen equivalente en otros idiomas. Los orientalistas decidieron adaptar una o varias series de signos convencionales para las letras y signos vocales del alfabeto árabe, transcribiendo, por ejemplo, Mahoma por Muhammad, muezzun por mu’edhdhin, o Corán por Qur’an o Kur’an. Ahora bien, este método es útil para quienes conocen suficiente árabe, pero inservible para los demás, por lo que en las traducciones sigue siendo recomendable escribir siempre las mejores aproximaciones fonéticas de acuerdo con la ortografía de la lengua corriente final.
Un mismo lugar, entonces, puede escribirse de distintas maneras, y esto no sólo porque los sonidos de muchas palabras árabes pueden traducirse de distintos modos, sino también porque los mismos nativos con frecuencia discrepan considerablemente entre sí en lo que respecta a la pronunciación de cualquier lugar que todavía no se hizo famoso o aún no quedó fijado por el uso literario (por ejemplo, una localidad próxima a Akaba se llama Abu Lissan, Abu Lisan, Aba el Lissan o Abu Lissal).
Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, tal vez uno de los mejores escritores británicos del siglo XX, para demostrar la sandez de los “sistemas científicos” de transcripción lingüística, a la hora de transcribir nombres propios adoptaba cualquier ortografía, sin ninguna cohesión y sin el más mínimo intento de mantener alguna concordancia. Cuando envió a su editor el manuscrito de Los siete pilares de la sabiduría, donde relata sus desventuras en Arabia durante la Primera Guerra Mundial, recibió como respuesta una lista de preguntas en las que se le solicitaba que tuviera a bien anotar las respuestas al margen con el fin de poder corregir las pruebas (los críticos reprochan con frecuencia las faltas de ortografía). Una pregunta del editor decía: “Yeddah y Yidda son usados indistintamente. ¿Es intencionado?”. Lawrence respondió: “¡Claro!”. Otra decía: “Bir Uaheida, ¿es Bir Uaheidi?”. Respuesta: ¿Por qué no? Era el mismo lugar”. Otra decía: “Usted dice que Nuri, Emir del Ruwalla, pertenece a la familia principal de Rualla. En la página 23 habla del caballo de Rualla y en la 38 dice que mató a un Rueli. En todas las menciones siguientes escribe Rualla”. Lawrence respondió: “Podría haber usado también Ruwala y Ruala”. Otra decía: “Yedha, el camello hembra, en la página 40 está escrito Yedhah”. Respuesta: “Era un animal espléndido”. La última pregunta dice: “En la página 53 usted habla de Meleagro, el poeta inmoral. Lo he corregido por el poeta inmortal, pero acaso usted ha querido decir inmoral”. A lo que Lawrence responde: “Sé de la inmoralidad. No puedo decir lo mismo de la inmortalidad. Haga lo que le parezca; de todas formas, Meleagro no nos perseguirá por difamación”