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Léanlo, no los va a defraudar

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La revista Barcelona encarna la figura del auditor de calidad periodística: si en un medio escriben titulares parecidos a los suyos, es signo de que la realidad supera a la ficción, lo que en definitiva viene a confirmar que algo está andando mal. A veces incluso en este medio hemos rozado la lúcida estupidez de Barcelona, y debo confesar que me sentí avergonzado. Por eso no entiendo cómo puede existir un medio como Tiempo Argentino que, deliberadamente y en poco tiempo, le arrancó el trono a Barcelona.
Uno debería dedicarle tiempo a leerlo porque es una experiencia edificante y, sobre todo, divertida. Por ejemplo, el domingo pasado tituló (repito, Tiempo Argentino, no Barcelona): “En agosto volvió a aumentar el índice de confianza en el Gobierno” –para el lunes publicar otra, titulada: “Crece el optimismo de los argentinos sobre su situación personal y la del país”. En la misma página del primer artículo mencionado hay dos pequeñas notas más. Una habla acerca de “las primeras horas de la Presidenta en la red social Twitter” y se titula: “Cristina ya tiene más de 30 mil seguidores”, y la otra reza: “Lanzan otra corriente kirchnerista”. Y más adelante hay una crónica de Florencia Peña titulada “Vivita y coleando”.

Disculpen, esto es mejor que Barcelona. La crónica es una colección de lugares comunes oficialistas (“la Presidenta decidió salirse del libreto”, etc.), pero la impronta de la actriz está dada del modo más barcelonesco, diciendo por ejemplo “loooocossss” en vez de “locos”. Como cuando en Barcelona las columnas firmadas por un falso Fito Páez están plagadas de “fucking Buenos Aires”.
En realidad, Tiempo Argentino es mejor que Barcelona porque allí hablan en serio. Es desopilante. Uno suele decir que llegado a un determinado punto, la cosa tiene que parar (la cantidad de puchos que uno fuma, el fervor oficialista que uno manifiesta, el amor desenfrenado por una mascota), pero en Tiempo Argentino no conocen el freno. Eso lo hace un diario irremediablemente genial. Porque es absurdo y divertido, y porque da la impresión de que quienes lo escriben están hablando en serio. El efecto es como el de esos documentales que pasan por la televisión donde un hombre o una mujer asegura que su vida cambió después de haber usado unas plantillas o determinado electrodoméstico. Son actores que simulan haber sido tomados de improviso, y son tan malos actores que uno se queda mirando los esfuerzos de un mal actor por resultar creíble. Como los números del Indec. Algo que no puede creerse nadie. En casa, a veces con mi hija pasamos el tiempo viendo esos programas llenos de gente ridícula que intenta vender aparatos ridículos. Es hiralidad en estado puro, la risa que provoca la estupidez, que carece de inteligencia, que es sólo torpeza. Como la risa incontenible que despierta ver a alguien caerse en la calle por pisar la cáscara de una banana. En el fondo deberíamos avergonzarnos de que haya gente que tire cáscaras de banana en la calle para que otros se caigan, pero dentro, muy dentro, nos alegramos de que haya gente capaz de hacer esas cosas. Por eso me alegro que exista un diario como Tiempo Argentino.