El movimiento de mujeres en general, y mujeres jóvenes en particular, que tantos análisis han motorizado por su novedad y volumen, parece haber tenido en Chile su bautismo electoral más nítido.
En efecto, a los grandes cambios culturales que está motorizando el colectivo bajo análisis debe agregarse ahora el impacto electoral de su práctica, y en particular, el fuerte contenido antineoliberal con que se manifiesta electoralmente en forma mayoritaria.
Al respecto el analista Sebastián Rivas en la revista Sin Permiso, de diciembre 2021 afirma que: “El punto más interesante –como se ve en el gráfico–, es cuando se llega a la intención de voto. Decide Chile estima que el 68% de las mujeres de menos de 30 años que fueron a sufragar respaldó a Boric, y el 32% a Kast, una diferencia de más del doble, y que combinado con su alta participación convierte a este grupo en uno de los bastiones indiscutidos de la ventaja, dado que además, lo más probable es que sea acá donde se concentró una parte relevante de los más de 1.200.000 votos nuevos que se incorporaron entre ambas vueltas. En el caso de los hombres del mismo bloque etario, la diferencia igualmente es amplia, pero menor: 64% a 36%.”
Ninguna experiencia es extrapolable de un país a otro, pero la vitalidad del movimiento de mujeres en la Argentina propicia sacar conclusiones de cara a las futuras elecciones del año 2023 y sucesivas.
Argentina es el único país de la región, donde anualmente y desde hace más de 35 años, se celebra un Encuentro Nacional de Mujeres. Se trata de un espacio histórico de discusión donde se reúnen mujeres autoconvocadas –cada vez son más– para discutir en formato asambleario sobre sus problemáticas: trabajo doméstico, violencia, relaciones de pareja, sexualidad, maternidad, aborto.
Es imposible describir siquiera la amplitud de la agenda de mujeres, pero a pesar de conquistas como la sanción de la Ley 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, acompañada de la Ley 27.611 de Atención y Cuidado Integral de la Salud durante el Embarazo y la Primera Infancia, más conocida como el Plan de los Mil Días, la agenda para garantizar derechos básicos como la vida o el acceso a la salud y la Justicia de mujeres y disidencias, tiene por delante un camino de reformas y reparaciones históricas.
Indagar sobre esa agenda y concretar sus demandas parece ser de primer orden también ahora en el terreno electoral.
Sucede, como sostiene la licenciada Ivana Salemi en la Revista Movimiento de marzo 2021 que: “los Encuentros Nacionales de Mujeres –devenidos Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries– tienen una altísima convocatoria desde su primera versión, allá por el año 2005. Sin embargo, a partir de las movilizaciones masivas a raíz de los femicidios que impulsaron la consigna #NiUnaMenos en el año 2015 o las convocatorias en los alrededores del Congreso Nacional, cada vez que se debatió algún proyecto vinculado a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, develaron la potencia de un sujeto político nuevo para el tablero de la política tradicional.”
Y este sujeto político nuevo, ya tuvo su debut electoral concentrado en el voto de mujeres sub-30.
Acabó con la vieja sociedad patriarcal pinochetista dando el triunfo a Gabriel Boric, el presidente progresista chileno más votado de la historia que prometió dejar atrás el bipartidismo que tanto daño causó a la sociedad, en particular a los sectores vulnerables del país trasandino.
Qué sucederá en nuestro país con este colectivo decisivo en las elecciones trasandinas, aún no lo sabemos, pero ya tomamos nota de su existencia y contundencia electoral profundamente antineoliberal.
Se abre un panorama muy interesante de cara a las futuras elecciones nacionales, del que hasta hoy no teníamos datos fehacientes, ni experiencia comparada sino tan solo vagas referencias y groseras aproximaciones.
*Director de Consultora Equis.