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Lecturas italianas

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Siendo que hoy se vota no me acuerdo qué, me viene a la memoria la campaña presidencial de Angeloz de 1989 (esto delata mi edad). Recuerdo –con un largo margen de error– un spot en el que decía algo así como: “Cuando las palabras se acallen y los actos terminen, alguien tendrá que hacer el duro trabajo de gobernar…”. Sabemos que no fue él, pero eso es lo de menos. Más interesantes son los dos campos discursivos en que se divide el texto (si no recuerdo las frases exactas, sí recuerdo perfectamente el sentido de la publicidad). De un lado, la campaña (hecha de palabras y actos) y de otro, el duro acto de gobernar; lo que vendría a significar de un lado pura puesta en escena, algo que no tiene sustancia y que, por supuesto, termina rápido, y del otro una “verdad” material como es el acto de gobernar (que se ejerce sin palabras o habiendo “terminado las palabras”). La campaña es del orden del simulacro, el gobierno de lo real. Creo que ni el propio Angeloz se hubiera imaginado que el simulacro llegaría no ya a las palabras, sino al mismo acto de votar. Saltando al presente, si entendí bien, hoy se ejerce el voto obligatorio a candidatos a ningún cargo electivo (lo serán recién en la votación de octubre). Así, es obligatorio votar para nada. ¡La nada como obligación de Estado!
La relación entre Estado y nada, por no mencionar la relación –muchas veces íntima– entre pensamiento y nihilismo es un tema clásico. Ideal como para reflexionar una tarde de invierno como hoy, ahora que ya se acallaron los spots televisivos. Y si es una buena oportunidad para pensar en esos temas, es precisamente porque también el nihilismo tiene un componente político radical, extremadamente politizado: si me permito una ironía –leve, menor– sobre la absurda actividad cívica de este domingo, no debe ser leído como una concesión al sentido común despolitizado, a la militancia antipolítica que atraviesa los grandes medios y el propio discurso de muchos dirigentes, sino al contrario: es como consecuencia de un interés profundo por lo político, por el deseo de lo político como acontecimiento, como irrupción de una novedad social, como aquella praxis colectiva que viene a reparar lo injusto, a modificar el imaginario que una sociedad tiene de sí misma. Me animaría, casi, a formular este axioma: cuanto más me interesa lo político, más me son indiferentes acontecimientos como el de hoy, anclado en la “política realmente existente”.
Pensaba en todo esto mientras releía, curiosamente, un buen libro: Historia de la nada, de Sergio Givone, publicado por Adriana Hidalgo. Y si escribo “curiosamente” es porque en su primera lectura –en el nihilista año 2001– no me atrajo: me pareció otro libro –tan propio de cierto pensamiento italiano– que convierte la filosofía en historia de la filosofía o en historia de un concepto. Esta decepción la tuve también con autores como Franco Rella o Vattimo, aunque éste –a diferencia de Rella– apabulla por su carencia de rigor intelectual. Pero en esta segunda lectura de Givone le encontré aristas originales, en especial el capítulo dedicado a la relación entre nihilismo y dandismo, en la que se lee esta gran frase: “Dandi es aquel que en cualquier lugar está a sus anchas, tanto en el burdel como en la iglesia, en la corte como en la calle”.