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Libros a destiempo

Riguroso trabajo académico, que podría insertarse en una disciplina llamada “historia reciente”.

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¿Qué significa estar fuera de época, escribir a destiempo? Es arduo saberlo, nada más difícil que asir la época, pensar la contemporaneidad. A la inversa, con el paso de las décadas, es relativamente sencillo percibir cuándo un libro no fue escuchado a tiempo, cuándo ciertas ideas no cuajaron en el ambiente de sus años. Podría decirse también, a riesgo de elevar una teoría general, que buena parte de los libros que se escriben a destiempo son extraordinarios. Por supuesto, fracasan; pero eso no tiene la menor importancia: está demasiado lleno de libros y autores que triunfan (¡nada más fácil que triunfar!). Cada día más estamos rodeados de escritores triunfadores en el intercambio universal del mercado de las ideas sin ideas. Pero Carlos A. Brocato tenía muchas ideas. Tal vez por eso, sus dos libros publicados a mediados de los 80 del siglo pasado cumplen con los requisitos del destiempo. Uno, La Argentina que quisieron, de 1985, da cuenta de un modo crudo de la tentación foquista de la izquierda de los 70; el otro, El exilio es nuestro –su libro mayor– editado el año siguiente, piensa la cuestión de la productividad del exilio, y cómo esa condición política, cultural y económica, opera sobre la praxis concreta del campo intelectual durante la dictadura y luego, en el alfonsinismo. Pero 1985 y 1986 son años de festejos (¡Recitales de rock gratis en Barrancas de Belgrano!) y no de demasiado pensamiento crítico. Se discute algo de los 70, pero de manera maniquea (democracia vs autoritarismo) y bajo el modelo de la condena moral y la autocrítica flagelante. Entonces Brocato en El exilio es nuestro escribe frases como: “Un exilio tan nutrido de intelectuales y de cuadros políticos dio muy por debajo de lo que dieron otros. El que recaló en México fue algo más fructífero, aunque no en obras orgánicas, pero el cuantioso exilio que vivió en países europeos fue intelectualmente pobre”. O más adelante, tocando ya de lleno la cuestión de la praxis concreta, señala: “Ninguno quería reconocer públicamente con sencillez que si se había ido no estaba demás incluir entre los motivos los contactos previos con que contaba y que le habían permitido encontrar un puesto de trabajo en aquel instituto europeo o dirigirse directamente desde el aeropuerto a la cátedra universitaria que lo esperaba”. Para terminar diciendo: “si los cultores del exilio mítico se caracterizaron por no revisar aspectos de su pasado reciente, si por el contrario los revalidaron con su culto al heroísmo, la estridencia, la espectacularidad de la muerte, ¿de dónde iba a surgir la mirada interesada por los entresijos de la sobrevida, las formas modestas y silenciosas de la resistencia, el esfuerzo anónimo y subterráneo por impedir la devastación?”

El exilio es nuestro aparece mencionado en la bibliografía de Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983, de Pablo Yankelevich publicado por El Colegio de México, que leí con interés hace algunos años. El de Yankelevich es, en cambio, un libro de nuestro tiempo. Es un impecable y riguroso trabajo académico, que podría insertarse en una disciplina llamada “historia reciente”. Es un libro inteligente, lleno de datos, y de logradas descripciones del clima político de entonces. Pero no es Brocato: no hay porqué pedirle al autor lo que nuestra época ya no parece dar: ideas a contracorriente.