COLUMNISTAS

Libros para todos

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Listo, 5, 4, 3, 2, 1: en dos semanas larga la temporada de excusas: “No queríamos bajar los salarios, pero la herencia que recibimos fue peor de lo que esperábamos”, “es verdad que no queríamos tocar YPF, pero el contexto cambió y no nos queda más que vender las acciones estatales”, “no queríamos achicar el presupuesto en educación superior, pero el Estado tiene miles de empleados de más y no nos quedó otra opción”. Entre tantos cambios, hay uno que me toca de cerca: seguro se van a abrir las importaciones y van a volver a llegar a nuestras costas libros que antes no se conseguían. ¿Y qué voy a hacer entonces? Yo, que hice del esnobismo mi fondo de comercio, de la rareza mi curro cotidiano, de la excentricidad una cuenta bancaria; yo, que me gano la vida escribiendo sobre libros que aquí no se consiguen, que entre nosotros nadie leyó, o que pocos conocen, ¿qué voy a hacer ahora? ¡Qué terrible! Ahora que los neoliberales van a volver accesibles para todos esos libros importados (antes carísimos pero pronto baratísimos), que las librerías se van a llenar de libros de pequeñas, medianas y grandes editoriales extranjeras hasta ahora ausentes en nuestro mercado, e incluso de libros de las grandes multinacionales que, debido a las restricciones del gobierno nazi-fascista-comunista de Cristina tampoco se encontraban; yo, digo, este columnista, ¿cómo se va a ganar la vida? No lo sé. Sé, en cambio, que tengo que apurarme: 5, 4, 3, 2, 1, listo para mí. Ya mismo tengo que ponerme a escribir sobre algunos de esos libros inconseguibles, antes de que la chusma favorecida por el capitalismo social de mercado (¿la frase es de Menem o de Macri? No me acuerdo, de alguno que empezaba con M era seguro) acceda a todos esos bienes librescos.

Pues, en los 1.600 caracteres con espacios que restan, versaré sobre Novelas (2001-2015), de Julián Rodríguez, publicado por Debolsillo en Barcelona, en abril de 2015. Como su título lo indica, reúne la producción novelística de Rodríguez (nacido en Cáceres, España, en 1968, autor además de varios ciclos de textos autobiográficos) ya publicada anteriormente en ediciones en trade, a lo que le agrega una novela inédita –Las formas que buscan el cristal– que se encuentra entre lo mejor que escribió: a base de pinceladas entre impresionistas e irónicas, llenas de saltos geográficos (que incluyen la Patagonia, y “un dólar que en ese momento cotizaba en Argentina a 3,73 pesos”) y descripciones laterales, marcada por una tensión sexual sugerida (como siempre en el mundo de Rodríguez, todo en su prosa es sugerencia antes que evidencia) y el gusto ya clásico en sus libros por las citas al rock, Las formas… es una hermosa novela sobre el amor y el desamor.
Pero antes, en el prólogo, Rodríguez señala el lugar que la reescritura ocupa en su obra: “La reescritura es para mí tan importante como la escritura”. Para luego dar una de las definiciones más agudas que leí sobre el tema: “No sólo volver a escribir lo ya escrito introduciéndole cambios”, sino también “volver a escribir algo dándole una nueva interpretación’’. La idea de la reescritura como interpretación tiene sin dudas un dejo musical. El cover. La nueva versión. Pero en este caso, un cover de uno mismo, la literatura sometida a las exigencias de la reescritura musical.

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