COLUMNISTAS

Líneas de continuidad

Me cuesta entender la historia sólo como grandes batallas, próceres y peleas por el poder. Prefiero verla en la vida cotidiana, descubrir cómo esas grandes decisiones terminan influyendo puertas adentro en la vida íntima, incluso en el cuerpo y las conciencias. Son esos detalles los que me interesan.

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Me cuesta entender la historia sólo como grandes batallas, próceres y peleas por el poder. Prefiero verla en la vida cotidiana, descubrir cómo esas grandes decisiones terminan influyendo puertas adentro en la vida íntima, incluso en el cuerpo y las conciencias. Son esos detalles los que me interesan. La presencia del Bicentenario en lo concreto, en lo que somos y nos rodea hoy día, la carga temporal del presente. La forma en que se fue transformando la vida de la clase media argentina, por ejemplo el surgimiento de la clase media con la inmigración y su lenta destrucción hoy día. La forma en que las políticas inmigratorias terminan repercutiendo en temas como la música y la comida. Estudiar las condiciones de pobreza, la historia del rancho, buscar qué conductas genera el origen nomádico de los pueblos, la historia de los asentamientos y las villas, la inmigración interna y externa, la xenofobia actual contra bolivianos y paraguayos, la creación de la cumbia villera y la influencia cada vez más andina de su ritmo. La actualidad de las villas, la guerra de los narcos contra los punteros peronistas, la función de protección y control de esos punteros y el modo en que van perdiendo poder frente a los nuevos narcos. Ese tipo de estudios sociales sobre el Bicentenario me gustaría leer, las líneas de continuidad que develen la antigüedad del presente.

Buscando definiciones sobre el tiempo, descubrí una de John Wheeler, el físico que inventó y descubrió el concepto de los agujeros negros. El tiempo es la manera en que la naturaleza evita que todo suceda de golpe, dice Wheeler. Y uno podría decir que es la poesía el lugar donde todo sucede de golpe, donde no hay tiempo, o en todo caso donde hay un tiempo total, hecho un ovillo. En ese sentido se podría buscar la poesía del Biecentenario, una poesía en la cual doscientos años sucedan de golpe, desde el romanticismo de los textos de principio del mil ochocientos hasta el desencanto de lo que se escribe hoy día en blogs y en Twitter. Se dice que El matadero de Echeverría, escrito en 1938, es un texto fundante; trata sobre un grupo de carniceros que torturan hasta la muerte a un joven culto que pasó por el lugar equivocado. Se podría hacer un artículo que se llame Del matadero a Twitter. O mejor: De Twitter al matadero. Una historia de la literatura argentina contada hacia atrás, que vaya rastreando influencias, como quien tira de una raíz hasta llegar al origen.

Si uno piensa en revoluciones e independencias, se podría decir que el autor que más nos ha independizado de España es Borges. Borges funcionó como una suerte de Bolívar o San Martín del idioma. Nos ayudó a cortar con España, nos libró del donaire español, la floritura y el barroquismo verbal. A un uso del lenguaje naturalmente moroso y adornado, le imprimió una síntesis y una concisión anglosajonas. Después de Darío, fue Borges quien cambió el rumbo de las letras en la Argentina y me atrevería a decir que también en otros países de Latinoamérica. Esta raíz inglesa de las revoluciones es un tema en el que valdría la pena seguir profundizando, pero en general el argentino, aunque se deslome trabajando para que sus hijos estudien inglés, no quiere deberles nada a los ingleses, sobre todo después de la Guerra de Malvinas, un enfrentamiento armado que sigue dando tela que cortar ahora con el conflicto por la explotación de hidrocarburos en las islas.

Me pregunto qué versión de la Revolución de Mayo de 1810 escucharemos en loop durante los meses que vienen. Hay distintas versiones sobre qué pasó hace doscientos años. En el libro La colonia olvidada, el escritor y periodista argentino Andrew Graham-Yooll afirma que el virrey Cisneros, en diciembre de 1809, obedeciendo el mandato de España de monopolizar el comercio, les dio cuatro meses a los mercaderes ingleses, que habían llegado años atrás con las invasiones, para que vendieran todo y se fueran. El plazo vencía en abril de 1810. Los mercaderes ingleses se quejaron diciendo que con tan poco tiempo irían a la quiebra y les fue otorgado un mes más. Cuando se venció el plazo, el virrey les dijo que tenían que irse sin falta el 26 de mayo. El día 25 se formó la Junta de Gobierno y fue el virrey quien se tuvo que ir. Una de las primeras visitas que recibió Mariano Moreno, miembro de la Primera Junta, fue de los mercaderes ingleses que le agradecieron la posibilidad de seguir comerciando en Buenos Aires. Tres buques de guerra ingleses anclados en el puerto saludaron a la Primera Junta con salvas de cañones.