Me llamaron para actuar en los spots publicitarios del Bafici. Siempre me resultaron muy graciosos. El año pasado –parece– ganaron premios en Cannes. Si los vieron, recordarán a los albinos que se abrazan a un cubo de plush rosa, o el extraño cuadro del gato que fuma en pipa. Para este año, éramos unos oficinistas grises y aburridos que hablan de las ventajas emocionales de tener bigote, ventajas bastante estúpidas. Uno de ellos pretende sumarse a la charla, pero los demás descubren que su pasión por el bigote es falsa: le arrancan un postizo. Acto seguido, el eslogan del Bafici: “Si no es para vos, no es para vos”.
Se puede entender de varias maneras. Por ejemplo: ¿para qué fingir que te gusta un cine indochino que no tolerás, si lo que te encanta es la película del Nueve? “Actuar”, este espinoso asunto, tratando de complacer a varios creativos, un director, un cliente, y al “público en general”, fue una de las cosas más raras de mi carrera.
El año pasado estos spots causaron cierto escándalo. Y los de este año, creo, nunca salieron. ¿Hubo censura? No lo sé. Quedaron para el YouTube.
¿A quién beneficia desprestigiar este evento cultural tan extraordinario? La idea falaz de un arte que “discrimina” me resulta insostenible. Discriminar es precisamente lo que se hace cuando se elige. ¿O vamos a caer en la tonta trampa en la que caen las chicas que se dan porrazos en la tele y se quejan de que el jurado las eche por “discriminación”? ¿No se han sometido a un jurado que “discrimina” quién gana?
Si el Bafici es elitista, bienvenido sea. Bienvenidas las elites, cuando sirven para pensar otras cosas. Bienvenido el raro cine coreano, los tiempos tailandeses, el estreno de Mariano Llinás; bienvenida toda voz que no se parezca al muy “popular” chillido de Tinelli en los pozos de aire, que tan bien describía Pedro Mairal en estas páginas.
Lo popular no es un valor. Mucho menos un valor estético. Y un festival de cine, curiosamente, está pensado alrededor de un fenómeno estético. Lo verdaderamente antipopular es el fútbol, supongo. Una entrada “popular” a la cancha cuesta más de $ 30; una del Bafici cuesta sólo $ 6. Ojalá el Bafici siga así de “discriminatorio”. Y bien barato.