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Lo que está de moda

A veces en alguna de nuestras conversaciones Etelvina saca a relucir este asunto de “la moda”. No es que hablemos de lo que se va a usar esta temporada, sino que ella insiste en que la intriga eso de “ponerse de moda”.

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A veces en alguna de nuestras conversaciones Etelvina saca a relucir este asunto de “la moda”. No es que hablemos de lo que se va a usar esta temporada, sino que ella insiste en que la intriga eso de “ponerse de moda”. Como se ve, voy a abusar de las comillas, cosa que no suelo hacer. Y el otro día en un bar al que solemos ir, frente a dos tacitas de café y dos carlitos, de eso hablábamos. Sí, a los porteños les llama la atención esto de un “carlitos”, y no saben lo que se pierden. En cualquier momento explico. Hablábamos de “ponerse” de moda. ¿Cómo hace, decía ella, alguien o algo para “ponerse” de moda? ¿Se “pone” en alguna parte? ¿Dónde queda esa parte? ¿Adónde la buscamos si es que tenemos interés en encontrarla? ¿O se pone alguien o ese algo en una disposición específica que garantice ah bueno Fulana o Mengano o esto o lo otro “está de moda”? O tal película. O tal libro. Horror. Lo de “horror” viene a que las dos, tanto Etelvina como yo, sostenemos que “la moda” banaliza lo que toca. Está bien, una puede asegurar sin vacilar ni ruborizarse que alguno de estos muchachitos que cantan todos lo mismo y todo igual “se ha puesto de moda”. Hoy es uno rubito y bonito y mañana es otro rubito y bonito. Perfecto. Pero cuando un libro “se pone de moda”, la desconfianza con su verde y desagradable rostro se hace presente en nuestras almas inmortales. Ya sé, ya sé, no me lo digan, esto tiene un aspecto desapacible que lo acerca al “buen gusto” y al ”elitismo”. Cuánto lo siento; pero así son las cosas. Si un libro “se ha puesto” de moda significa que todo el mundo (exageración por “mucha gente que una conoce”) lo lee y, peor, le gusta. A Etelvina y a mí nos gusta lo que no está de moda. Ejemplo: Etelvina jamás se va a poner un traje color cereza o uva o ciruela o cualquiera de esas frutas que, oooh, también intervienen en el gusto de los vinos. De ninguna manera. Yo la he oído en una zapatería decirle al vendedor: “Bueno, ahora muéstreme algo que no se usa”. Y en esta temporada reflexionó que no se usan ni el marrón-africano ni en anaranjado-mandarina. No llegó al extremo de hacerse un traje sastre anaranjado, pero sí de ponerse una blusa de ese color bajo un traje marrón-chocolate. Vengan a Rosario, cómanse un “carlitos” y véanla a Etelvina pasear por la peatonal de marrón y anaranjado.