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Loa berlinesa

¡Cómo me gusta Alemania! Adicto a las contradicciones, desembarco en Frankfurt y mi humor sólo mejora. Todo está impecable y a la vez hecho mierda. Rumor indescifrable, omnipresente: ¡ah, lengua alemana!

Rafaelspregelburd150
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¡Cómo me gusta Alemania! Adicto a las contradicciones, desembarco en Frankfurt y mi humor sólo mejora. Todo está impecable y a la vez hecho mierda. Rumor indescifrable, omnipresente: ¡ah, lengua alemana! Repito las palabras de los altavoces: con lo que cuesta aprender este crucigrama, el orgullo privado de poder decir esas palabrotas duplica mi alegría. Me hago pasar por uno de ellos. Acento perfecto. Gramática de biblioteca. Pero apenas les conozco la mitad de las palabras.
Todo es dos cosas opuestas en Alemania: Frankfurt es elegante y kitsch hasta decir basta. ¿Vieron el monumento al Euro, en la Willy-Brandt-Platz? Es como un Pac-man. Tengo reuniones en el Schauspielfrankfurt: todos son amables, y articulando glotona y orgullosamente, les digo de qué se trata mi nuevo texto, cuánto lloré mientras lo escribía, y cuánto temo que no puedan hacer la obra en sólo seis semanas de ensayos. Se encojen de hombros.
Sigo a Mannheim, a ver a mi director y a mi dramaturgista. Profesión tan curiosa ésta como la mismísima ciudad: tiene un centro “moderno”, de calles cuadradas, como Manhattan, pero es Mannheim. Las calles no tienen nombre, pero las manzanas sí. Delicias de la reconstrucción. Mi hotel está en la N7 o en la N6. Me pierdo, claro. Igual que en el Pac-man. El desayuno es riquísimo, los panes vienen hechos de gloria, la comida alemana (que es tailandesa, o india, o italiana) es la mejor del mundo.
Y por fin Berlín. Lagrimones en Prenzlauerberg. Todo es lindo. Estúpidamente lindo. Lo mismo que me ahuyenta de Palermo, acá me hace babear. Todo diseño. Los cafés son lindos. Los bolsitos son lindos. Las veredas rotísimas son lindas. Visito a amigos en la Schaubühne y veo Room Service: los muy pillos montan un vodevil americano de los años 30, un texto de mierda, que para literalizar aún más, refuerzan pasando mierda por la cara de los actores (es caca de mentira) espantando un poco a algún pequeñoburgués que vino engañado porque actuaba un cómico de la TV. Todo muy dudoso, todo genial. Visito también a amigos en la competencia, la Volksbühne, y veo un Chejov: Iwanow. Luego del griterío expresionista y las mariconadas de rigor, que nunca celebro, el último acto es desolado y maravilloso. Los quiero. Y no logro sacar ninguna conclusión de todo esto.