Aroma de presidio, raro clima tumbero que respiran los protagonistas de la política. Se advierten rastros de un cambio radical en la administración de los Kirchner, quienes en su tradición oral –como si fuera un código no escrito– presumieron durante años de que ningún opositor había terminado entre rejas bajo sus mandatos. Menos, claro, uno de los propios. Se jugaba al peligro, parafraseando al filósofo Imbelloni, en las puertas de Devoto, nunca en su húmedo interior. Pero ese orgulloso equilibrio ecológico se alteró casi repentinamente y el aire ha empezado a contaminarse por el olor a encierro, mudó el sentido del viento y más de uno teme ser envuelto en esa malversación ambiental.
Si bien han denostado adversarios, los inmolaron en la vergüenza, los sometieron a la constante humillación del lenguaje, les montaron escraches y los persiguieron casi con gratuidad, no se advirtió en todo ese proceso oficialista una intencionalidad para ubicar en prisión a todos aquellos que estaban o parecían estar en una vereda diferente. Un ejemplo incontrastable: en todos estos años, Eduardo Duhalde y su corte de funcionarios, nunca citados siquiera por un meritorio de juzgado. Sin embargo, de pronto, otra época se avecina, se desploman propios y ajenos. Los ejemplos:
◆ Desde el verano está detenido un prominente e histórico caudillo sindical, Juan José Zanola. Hasta su esposa –entre otros– purga celda. Epílogo imprevisto para un dirigente que juraba responder al kirchnerismo, aunque su caso no significa importar un fenómeno de mani pulite: por el contrario, la acción judicial ha sido restringida y otros gremios, inclusive opositores al Gobierno, de Moyano para abajo, parecen dormir tranquilos a pesar de que los medicamentos truchos y otras cuestiones oscuras son una carga como la que pesa sobre Zanola.
◆ Luego de que una cámara federal mantuviera al juez Oyarbide en la causa por las escuchas, quienes entienden de la Justicia afirman que Mauricio Macri en poco tiempo quedará –por lo menos– al borde del procesamiento, junto a dos de sus ministros, uno activo y otro renunciado. Como por el mismo tema ya guardan prisión el ex comisario Palacios y el oficial Ciro James, todos empleados de la Ciudad y de Macri, al jefe político porteño se le complica el futuro. Según, obvio, la figura jurídica que finalmente lo encuadre. Unos pensaban que al convertirse en candidato presidencial, Macri podía eludir estas anomalías; otros piensan que por ser candidato presidencial le pasan estas anomalías.
◆ Otro nuevo procesado en la semana ha sido el ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, íntimo y dilecto de Néstor Kirchner en otros tiempos, verdadero diamante en bruto a descubrir: cada día, como si fueran preciadas facetas, ofrece vínculos con más empresas. Al revés del matrimonio en jefe que lo cobijó en el orden nacional por casi siete años, a Jaime parece que le resultará más difícil que a ellos zafar de la acusación de enriquecimiento ilícito. Algo más comprometido, sin duda, que el procesamiento impuesto por el juez Bonadío a propósito de la recepción de dádivas, sutil castellano que difiere del término coimas.
◆ Si el ministro Aníbal Fernández se caracteriza por un lenguaje orillero, escasamente culterano a pesar de ciertas citas, siempre se ha cuidado de apelar al diablo presidiario contra sus interlocutores. Si el atrevido jefe de Gabinete se amputó en la palabra con esas alusiones de calabozo, en cambio figuras opositoras como el ex vicegobernador santacruceño Eduardo Arnold se ejercitan en ese aroma carcelario: esta semana se despachó con la seguridad de que, tanto Néstor como Cristina de Kirchner, van a estar en la cárcel.
◆ También esta semana ubicó en la prisión a un colaborador de políticos y consultores económicos, Roberto Larosa, quien parece destacarse por servir técnicamente a agrupaciones partidarias como las del diputado Claudio Lozano. Nadie, desde el advenimiento de la democracia por lo menos, puede sorprenderse de la actividad de Larosa en los despachos de Economía: ha sido consultor y conocido de ministros, como de casi todos los secretarios de Hacienda. Como se observa, aroma presidiario para todos los gustos. Quienes temen que la violencia verbal, ascendente en los últimos meses, pueda derivar en violencia física tal vez deban consentir que estas reincidencias carcelarias pueden constituirse en un estado intermedio del conflicto. Y esa tensión generalizada de la política, sabiamente conducida hasta ahora por el oficialismo, no sólo se repara entre el bloque opositor y los kirchneristas. También hay disparadores en un mismo núcleo, como el de Elisa Carrió, quien durante estos días no trepidó en objetar a bancos y banqueros, empresas o miembros de la UIA y algunos otros que se atrevieron a conversar con Eduardo Duhalde. Es que a la legisladora le molestó un almuerzo que algunos empresarios le brindaron al ex presidente y ahora postulante, en el cual él se ofreció como única alternativa para resolver y conducir el deficitario y futuro legado de los Kirchner. Para ella, el regreso de Duhalde constituye un daño más para la Argentina. Y una nueva postergación personal.
El almuerzo que desató la ira de Carrió, como ella misma reconoció, ocurrió en San Isidro, más precisamente en la mansión de mármol La Torcaza, de su amigo Carlos Pedro Blaquier, quien apretó en una larga mesa a más de 30 comensales (Duhalde participó asistido por Carlos Brown), entre ellos empresarios como Miguel Acevedo, Héctor Méndez, Adrián Werthein, Eduardo Karagossian, Daniel Valvierde, Gustavo Cinosi, Federico Nicholson y Adelmo Gabbi. También algún conspicuo vecino de Roque Pérez –nombre de alta simbología para muchos, en recuerdo de un abnegado jurisconsulto cuya historia es de culto para pocos–, lugar además donde el veterano Blaquier tiene instalada su hacienda emblemática, La Biznaga. Los entresijos de ese almuerzo, al parecer, motivaron el enojo actual de la Carrió, casi parecido al que este tipo de encuentros genera en Néstor Kirchner.
Aunque no se expusieron estos datos de Duhalde en la comida, varios de los asistentes disponen de información privilegiada sobre el candidato. En principio, señalan que habría consentido realizar un encuentro amistoso junto a Francisco de Narváez –promotor de la idea– y Felipe Solá, una forma de unificar al desperdigado peronismo (él, cuentan, dice reclutar otras opiniones del interior, como la de los hermanos Rodríguez Saá y Juan Carlos Romero). Una muestra de ese entendimiento, al parecer, pasaría por designar a Graciela Camaño como titular del bloque opositor en Diputados, sugerencia que el trío comparte pero aún no pudo consumar. Al mismo tiempo, en la cercanía de Duhalde sostienen que para su campaña tendrá, como colaborador de nota el año próximo, al entonces ex presidente de Brasil, Lula. Creen que éste hará proselitismo por Duhalde al tiempo que habrá de proveer a uno de sus ahora ministros para diseñar un plan social: sueños, quizá, como el que le atribuyen al propio Lula, quien podría ser desde su salida del gobierno el próximo titular de la Unasur, el cargo justamente que seducía a Kirchner y que hasta ahora no pudo lograr. Lo que se dice ganar varios premios en una sola jugada.