Lanús está a un punto de ser campeón de un torneo argentino por primera vez en su historia. El único que puede llevarlo a una final es Tigre. Desde que Argentinos Juniors le ganó a Vélez la final del Nacional de 1985 (golazo de Batista a Navarro Montoya en la cancha de River) que un cuadro de los llamados “chicos” no aparece en la primera ubicación de un campeonato. Si fuera campeón Tigre, sería el segundo en dar la vuelta olímpica en Primera apenas logrado el ascenso. El anterior y único fue Rosario Central en la temporada 86/87.
Llegaron por caminos totalmente diferentes. El Granate –que no bajó del sexto puesto en los últimos cinco torneos– apostó al largo plazo y a un técnico con experiencia. Tigre tiene a un entrenador debutante y todo lo hizo con la velocidad del rayo.
Lanús tocó fondo una noche de 1977, cuando perdió por penales con Platense en la vieja cancha de San Lorenzo y bajó a la B. Le hizo juicio a la AFA y descendió a la C en 1978. Tenía sólo 200 socios y una deuda impagable. Jugó en Primera C (llegó a enfrentarse con Piraña en 1980) entre 1979 y 1981. Cuando subió a la antigua Primera B, en el ’81 junto a Chacarita, pareció refundarse. Mejoró notablemente sus equipos y su estado institucional.
Regresó a Primera en 1990, con Miguel Angel Russo como entrenador. Su fue al descenso a mediados del ’91 y volvió un año más tarde, también con Russo. No se conocen antecedentes en el fútbol argentino de que un técnico trabaje tres años en un club habiéndose ido al descenso en medio de la gestión. La Promoción con Huracán de Tres Arroyos en 2002 sólo fue un susto grande.
Este presente tiene mucho de esa coherencia. Lo dirige Ramón Cabrero, un tipo que se pasó la vida en el club. Hizo las inferiores en Lanús y jugó en Primera con los Albañiles de Acosta, Silva y De Mario. Se fue y la rompió en el Atlético de Madrid. Volvió a comienzos de los 70 para jugar en el lujoso Newell’s de Mario Zanabria y Obberti.
Lo acompaña Luis Zubeldía, un chico de 26 años, cuya carrera se frustró por una lesión en la rodilla. Ambos trabajaban en las inferiores y los convocaron durante el Apertura 2006, tras la renuncia de Néstor Gorosito. Recuperaron a Pelletieri, a quien Gorosito había mandado a entrenarse con juveniles. Le pusieron al lado a un pibe con apellido y cara de alemán llamado Fritzler. Todos se llenan la boca con Valeri, Sand o Lautaro Acosta, y hacen bien. Pero es sólo una parte de la historia. El empuje y la orientación que le dan Pelletieri y Fritzler al equipo –el famoso “doble cinco”– es esencial en esta campaña.
Además, Cabrero vio algo en José Sand que no vimos nosotros. No es que Sand fuera Van Nistelrooy. Sand, en Lanús, encontró su lugar en el mundo. Jugó tranquilo, con confianza, como no lo había hecho ni en River, ni en Colón, ni en Banfield. La jugada que armó en el cuarto gol ante Gimnasia, cuidando la pelota, aguantándola, sacándose de encima a un defensor y poniéndola en el lugar justo para el remate “tres dedos” de Benítez, es un lujo de los pocos de este Apertura. Sand metió 14 goles.
Valeri es el lujo, el toque de distinción. Es el que piensa y que, cuando ejecuta, arranca un “¡qué bárbaro este pibe!”. Sebastián Blanco es pura dinámica, Ribonetto es un roble, Graieb tiene un corazón enorme. Pero no es lo único.
En la primera fecha, contra Independiente (Lanús perdió 3-5), Lautaro Acosta estrelló la pelota en el travesaño desde el área chica, sin arquero. Habría sido el 4-3 para Lanús. Ese yerro no lo volteó porque Cabrero lo sacó a flote, aun mandándolo al banco en algún partido.
Sostuvo a Bossio cuando lo insultaban sin parar. Borró a Archubi (hoy en Grecia) porque se negó a ser suplente. Son medidas ejemplares, que marcan territorio y dejan claro el principio de autoridad. Superó la venta de Leto con trabajo y variantes. Y no hay que olvidar a Maxi Velásquez, Biglieri, Lagos, Sigali, Salomón y Aguirre.
Lanús es un equipo dinámico y moderno, con gente de experiencia mezclada con muchos chicos, con jugadores que están en movimiento todo el tiempo y tratan muy bien a la pelota.
Tigre es otra cosa. Ardente, Blengio, Galmarini, Castaño, Torres y Matías Giménez jugaron para el Matador en la B Metropolitana. Islas, Morero, Stang, Ferrero, Román Martínez (un crack, diría un veterano), Morel, Pasini, Espinoza, Díaz y Lázzaro se sumaron en la B Nacional. De los que llegaron con el equipo ya ascendido, sólo Ereros, Suárez y el ahora lesionado Ayala jugaron con continuidad. Diego Cagna leyó perfectamente el fútbol argentino de hoy. Mantuvo una formación ya probada para combatir el caos general con regularidad. Este es un juego de equipo y Cagna lo aprendió de Bianchi hace ya mucho tiempo.
A diferencia de Lanús, a Tigre todo le pasó entre 2005 y la actualidad. Ascendió en junio de este año. Estamos en diciembre y pelea el título en Primera. Le ganó 4 a 1 a River, 3 a 2 a Racing y 2 a 1 a Boca. Es extraordinario.
Los caminos son diferentes. Pero ambos están donde merecen