Este texto tiene rasguño de guitarra y voz de fondo: “...cuando no se quiere ver/ no hay más que cerrar los ojos/ pero no es bueno a mi antojo/ ser ciego por voluntad/ castiga más la verdad/en rancho que usa cerrojo...”. José Larralde, Herencia para un hijo gaucho. ¿Cómo llegaste hasta aquí si hace un rato nomás escuchabas a Los Redondos y estabas por contar la historia de Jorge, su familia, el Carca y los demás en la villa miseria Itatí, de Quilmes?
Escribiste un apunte para no olvidar detalle: “...recuerdo que entró María Elena Walsh al bar, se acercó a la mesa, saludó y nos dijo: ¡En qué andarán ustedes dos! Nos reímos. Eduardo Mignogna –escritor, director de cine, amigo– me contaba de su relación con los cartoneros de la villa. A la tardecita, cuando terminaba de trabajar, dos o tres veces por semana, se iba de Palermo a Quilmes para dar una mano. Me invitó, fui.
Ahí conocí a Jorge. Entramos a su casilla –madera, chapa, piso de tierra, sin agua, sin cloacas–. Su mujer había desocupado uno de los dos ambientes para que las voluntarias que enseñaban a leer a los pibes de la villa lo usaran como aula. En el otro cuarto dormían el matrimonio y los cuatro hijos. Tomamos mate, hablamos. La incipiente cooperativa de los que salían a cartonear necesitaba chapas para hacer un galpón.
Abusé, entonces, de mi amistad con Ricardo Darín, Oscar Martínez y Germán Palacios, que estaban haciendo la obra ART con gran éxito. Antes de una función en un teatro de Flores me permitieron hablar con el público. Expliqué los motivos de la colecta y dije que a la salida habría tres de esos cartoneros de Villa Itatí con alcancías. Al mes comenzó a levantarse el galpón. Para festejar, se hizo un asado ahí. Todos estaban felices. Eduardo le enseñó a manejar una cámara de cine al Carca y se las dejó para que ellos se entrevistaran y filmaran el trabajo. Y fue, en una de esa noches, cuando escuché decir a Jorge que por la villa pasaban muchos “caranchos”. Se refería a los punteros políticos peronistas que ofrecían “planes” a cambio de votos. Eduardo murió en octubre de 2006, así es que todo esto habrá sido en 2004, 2005.
Será por eso entonces. Las conexiones libres de la memoria. Boudou, buitres, Menem, Kirchner, “caranchos”, los llamaba Jorge, en Villa Itatí. En un blog (naturaleza y cultura argentina.blogspot.com.ar) dicen que el carancho, “probablemente sea la rapaz más conocida de nuestra fauna así como también la más abundante. Una especie que se distribuye a lo largo de la Argentina desde Jujuy hasta Tierra del Fuego y está presente incluso en las islas Malvinas. Posee una gran adaptabilidad a los diversos ambientes y climas. Dentro del grupo de las rapaces pertenece a la familia de los halcones, pero a diferencia de estos últimos su alimentación es más bien de carroñeo (...) En la cultura popular se llama ‘carancho’ a la persona vil e inescrupulosa”.
“Caranchos” serían entonces los usureros que en Río Gallegos, durante la dictadura, se quedaban con las casas de la gente endeudada porque la circular 1.050 del Banco Central elevó las tasas de los créditos hipotecarios hasta hacerlos impagables. También los que hicieron fortunas comprando tierras en Santa Cruz a siete pesos el metro cuadrado y revendiéndolas a valor real.
Es lo que tiene la memoria. De noche, tarde, vagando por internet, estás escuchando a los Los Redondos, “nuestro amo juega al esclavo/de esta tierra que es una herida/que se abre todos los días/ a pura muerte, a todo gramo/violencia es mentir...” y , a causa de los “caranchos” del poder, terminás pensando en Jorge, en la gente de la villa, en los estafados y desposeídos por los buitres de acá, y escuchando a José Larralde... “Pero cuidado con que el odio/ empiece a roer la mente/ hay muchos hombres decentes/ que se mantienen enteros/ el odio es mal consejero/enfermedad de inconcientes/ con no olvidar suficiente/ pa’que no pase otra vez”.
*Periodista.