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Los conjurados

En mi ejemplar de Los conjurados encontré un boleto de colectivo capicúa y me acordé de cuando los colectiveros tenían que manejar y cobrar boleto, dar cambio, abrir las puertas y entregar esos papelitos de colores con borde dentado. Algo mejoró con las máquinas expendedoras, pero no alcanza.

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En mi ejemplar de Los conjurados encontré un boleto de colectivo capicúa y me acordé de cuando los colectiveros tenían que manejar y cobrar boleto, dar cambio, abrir las puertas y entregar esos papelitos de colores con borde dentado. Algo mejoró con las máquinas expendedoras, pero no alcanza. Al malhumor por la falta de monedas, se le agregó este nuevo pésimo chiste de Jaimito (¿o de Ricardito?) decretado por el Gobierno, de cobrar el boleto 1 peso con 10 centavos. Nadie tiene monedas, ni los bancos. Así como existen los sin techo, aparecieron ahora los sin monedas. Nadie está exento de convertirse en un sin monedas. El sin monedas da pena. Anda dando vueltas por la calle agitando su billete de 2 pesos, preguntándole a todo el mundo si tiene monedas para cambiarle y nadie le hace caso. Lo miran como a un leproso. ¿Tenés dos monedas para cambiarme? No. ¿Señor, no tiene dos monedas? No, nada che. ¿Qué le pasa a ese señor, mami, no tiene plata? No, no tiene monedas, no lo mires. Los kiosqueros tampoco las largan. Si alguien quiere pagar un peso con un billete de dos, le piden uno de cinco y le devuelven cuatro pesos en billetes celestes. Tienen varios trucos y un cartel terminante escrito con una birome rabiosa: no hay monedas. En Retiro hay cola de horas para conseguirlas. ¿Quién las tiene? ¿Las líneas de colectivos? Hay 180 líneas de colectivos en Buenos Aires manejadas por empresas privadas (no es tan público el trasporte). Y esas empresas difícilmente se pongan de acuerdo para unificar el sistema de cobro de boletos con una tarjeta magnética.

No les conviene ningún tipo de pase urbano de esos que en otras ciudades se pagan en kioscos o en máquinas en la calle. En primer lugar perderían el contacto directo con el efectivo en monedas que, según dicen, se están cotizando mejor que los billetes, hasta un 15% más. Por otro lado, tendrían que rendir cuentas a un organismo central que controlaría y coordinaría todo el transporte urbano, algo que sucede en la mayoría de las capitales del mundo, pero no acá, donde somos tan excéntricos. Uno de los argumentos que se dan para esa falta es que implementar el sistema de una tarjeta magnética aumentaría mucho los costos y el boleto mínimo podría terminar pasando los 3 pesos. Las empresas de colectivos van a seguir autónomas y conjuradas por el momento. Lo único que las une es la Virgen de Luján. No es chiste. La Virgen de Luján fue declarada Patrona del Transporte Automotor de Pasajeros, tal como lo indica la calcomanía en todos los vidrios de atrás.

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