Cuando en los últimos días de agosto sea el momento de repasar lo sucedido con nuestros deportistas en los Juegos Olímpicos de Beijing, caeremos en la cuenta de una importante cantidad de gloriosos ciclos concluidos.
No han sido pocas las veces que hice mención a la equívoca tendencia que tenemos los hinchas a no tener en cuenta que el tiempo pasa para todos; aun para nuestros ídolos, esos a los que guardaremos en la memoria con la devoción de la plenitud eterna, aunque las últimas imágenes que nos dejen sean casi caricaturas de sí mismo. Es decir, si a usted en los últimos años se le cayó el pelo, si vos echaste pancita en tu primer año de casado o si a mí me cuesta cada vez más recordar la formación del Boca campeón de la Libertadores 2003 o poner a resguardo en mi disco rígido los once titulares de Atlanta del ’73, es importante que asumamos que al Burrito Ortega, al Negro Ibarra o al Chanchi Estévez también le mandan de la fábrica de pastas almanaques nuevos cada fin de año.
Por lo menos, nuestros íconos del deporte disfrutan algo de lo que nosotros no siempre podemos jactarnos: todos ellos tuvieron un pico de rendimiento que los convirtieron en cierto modelo de semidiós. Entonces, cuando en el aeropuerto de Beijing nos cobren exceso de equipaje hasta por el bolso de lindos recuerdos, nos daremos cuenta de que no sólo varios de nuestros ídolos se habrán despedido del deporte de alta competencia, sino que, fundamentalmente, no supimos disfrutar debidamente de ellos. Porque, ya saben, los hinchas siempre pedimos más a los que más nos dan.
Magdalena Aicega, Alejandra García, José Meolans y Juan Curuchet encabezarán la lista de ídolos que darán las hurras en China. Y supongo que la lista será bastante más larga y casi tan gloriosa, pero no tengo certezas de lo que hará gente como Ginóbili y Aymar, como Santiago Lange y Santiago Fernández. Y no sigo, porque si repaso en la memoria me da vértigo de sólo pensar en el futuro sin ellos. Porque, tengámoslo en claro, estamos hablando de irreemplazables. Con poco más que estos ocho nombres que mencioné estaría llenando varios de los casilleros más destacados de la historia del deporte argentino. Y ya no estarán cuando Beijing sea historia.
Sin embargo, así como el nuestro es un país que soporta la más notoria lista de dirigentes inútiles y/o corruptos de que se tenga memoria en el planeta (no me refiero sólo al deporte, claro), y aun así sobrevivimos, queda claro que la Argentina sigue siendo una tierra riquísima en carne, soja, trigo, chorros… y deportistas.
En consecuencia, así como tengo pocas dudas de que extrañaremos hasta el infinito a los que se despiden, estoy convencido de que seguiremos llenando las canchas del mundo con nuestras marcas líquidas. Tal vez el futuro sea de los chicos del hockey y no tanto de Las Leonas, o en vez del básquet sobresalgan el vóley o el handball; quizás, en vez de la elasticidad de Ale García con la garrocha nos emocionemos con la potencia de Jennifer Dahlgren en lanzamiento del martillo. Como sea, nuestro deporte seguirá siendo un milagro. Sólo habrá que readaptar las expectativas y, si nos queda algo de sapiencia, ojalá aprendamos a disfrutar a los que vienen en su debido momento y en su debida dimensión.
Ayer, Juan Martín del Potro venció a Eduardo Schwank en las semifinales de Stuttgart y el fenómeno de Tandil disputará hoy su primera final de ATP. Como alguna vez le pasó a Vilas, a Clerc, a Jaite, a Mancini, a Coria, a Gaudio o a Nalbandian, hoy será el primer gran día tenístico de Juan Martín. Y a estos dos chicos que son el futuro que ya llegó de nuestro tenis los tendremos a partir del lunes entre los cincuenta mejores del ranking.
Dulces por los años que han pasado, por haber llegado a tener a Nalbandian, Coria, Gaudio, Cañas, Puerta y Chela entre los veinte primeros casi al mismo tiempo –tres de ellos entre los diez–, es probable que hoy no le demos el valor real a esto que pasa. Sin embargo, sólo se trata de hacer un poco de memoria. En mayo de 2003, después de que Coria, Calleri, Gaudio y Nalbandian llegaran a las semifinales del Masters Series de Hamburgo, la Argentina volvió a tener jugadores entre los mejores diez después de mucho tiempo: Coria, 7º y Nalbandian , 8º. Desde principio del siglo XXI hasta esa fecha, no pegábamos más que uno o dos entre los veinte, cuatro o cinco entre los cincuenta y nunca más de ocho entre los cien. Y aun así hablábamos del futuro de nuestro tenis y hasta de ganar la Copa Davis. Es increíble, pero real: la misma cantidad de gente que me pregunta quién creo que será el sucesor de Nalbandian me cuestiona por qué David no llegó a número uno.
Así estamos; y francamente, no estamos tan mal. Si empezamos a leer el diario por la sección política, seguimos por la de policiales, nos detenemos en la de economía, hacemos un alto en alguna apostilla que destaque algún nuevo hit de esa delicia de la intelectualidad que es Jorge Lafauci y terminamos con la de deportes, concluiremos en que, de las pelotas y las raquetas, no estamos tan mal