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Defensor de los Lectores

Los delincuentes y la ética

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Cuál sería la actitud de un periodista de los buenos si se topara con uno, dos o los tres asesinos que escaparon del penal de General Alvear y que comenzaron a jugar un juego casi cinematográfico que hasta ayer los mantenía en relativa libertad? Esta suposición, para nada descabellada, ofrece ángulos de análisis más que interesantes para pensar hasta dónde debe llegar el periodismo, cuáles son sus límites profesionales y éticos en casos de tal importancia. Un prófugo de la justicia, condenado a prisión perpetua por un triple crimen, ¿puede ser fuente de información? Y de serlo, ¿cómo se planta el periodista ante él y cómo regula lo que habrá de dar a conocer?.
La primera cuestión: ¿realizar la entrevista en estado de clandestinidad es éticamente correcto? La respuesta es sí. Probablemente, tal nota sería una primicia nada desdeñable. La segunda –tan importante como la anterior– es qué hacer y cómo para que los dichos del delincuente lleguen al público sin que éste se vea sorprendido por preguntas y/o respuestas amañadas. En tal sentido, es imprescindible aplicar un protocolo de análisis tanto al momento de preguntar como al de editar.
En octubre pasado, la estudiante de periodismo peruana Camila Pérez hizo esta pregunta al Consultorio Etico de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que dirige Javier Darío Restrepo: “En el caso hipotético de que la fuente que utiliza el periodista sea alguien sospechoso de clandestinidad, ¿cuáles serían los pasos para poder hacerle una entrevista sin vulnerar la ética?”. La respuesta de Restrepo es muy clara y contundente: “El delincuente es otra fuente que debe ser tratada como todas las fuentes. En consecuencia, su información debe ser sometida a la crítica necesaria para garantizarle al receptor que el material obtenido y difundido es verdadero”.
Agrega a continuación el veterano catedrático colombiano: “Toda fuente, cualquiera que sea, es mirada por el periodista como una ayuda en su trabajo de buscar y compartir la verdad de los hechos; pero esa fuente debe ser rigurosamente examinada por el periodista a la luz de preguntas como éstas: ¿es idónea? Es decir, ¿conoce los hechos o temas que el periodista investiga como servicio a sus receptores? ¿Es independiente? O sea, ¿informa la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? ¿O está bajo la presión de sus propios intereses, o de una amenaza, o de sus sentimientos? Las respuestas a estas preguntas determinan si unas fuentes son más fiables que otras y, por tanto, si deben ser entrevistadas con mayor o menor cautela. Así se llega a la conclusión de que tanto los que operan en la clandestinidad, o en la ilegalidad, como los altos funcionarios deben ser objeto de cautela porque unos y otros tienen motivos para engañar. Sin embargo, deben ser escuchados y su información debe ser difundida después del necesario examen sobre la veracidad y oportunidad de sus palabras”.
Concluye el experto en ética periodística: “Debe ser claro, además, que la información es un servicio para el ciudadano, no es para servicio de las autoridades, ni para jueces ni para policías. Es para la sociedad entera”.
Carlos Soria, en La ética de las palabras modestas (Universidad Pontificia Bolivariana, 1997), comentó lo que puede suceder cuando el entrevistador cae en la trampa de transformarse en vocero acrítico de delincuentes que proponen o aceptan el diálogo: “Evitar la exaltación de la violencia es informar desde las víctimas de la violencia, no desde la perspectiva de los violentos. Y es también informar de aquello que los violentos no quieren que se sepa”. Y agregó: “¿Qué es noticia? Noticia es, suele contestarse con cinismo, todo aquello que el gobierno no quiere que se sepa. ¿Qué es noticia sobre la violencia? Podría decirse que es todo aquello que los violentos no quieren que se sepa”.
El Foro de Profesionales Latinoamericanos de Seguridad publicó en su página web (www.forodeseguridad.com) una entrevista realizada en el penal de San Pablo, Brasil, a uno de sus presos más famosos, Marcos Camacho, “Marcola”, jefe de la temible banda carcelaria Primer Comando de la Capital. El desarrollo del diálogo puede ser apto y revelador para un espacio especializado, pero no para un medio de comunicación masiva sin filtro alguno, porque muchas de las cosas que el delincuente dice allí pueden afectar a la sociedad en su conjunto y servir de publicidad a sus ideas violentas. Allí está el límite.

Error. El lector Claudio Sánchez (ver su carta en la página anterior) indica que Jorge Fontevecchia cometió una equivocación cuando escribió en la contratapa del domingo 27 que Adolf Hitler llegó al poder por los votos de la mayoría del electorado alemán. Tiene razón el señor Sánchez, a medias: Hitler afianzó su poder a partir de su nombramiento como canciller; sólo tenía el 34% de los votos en el Parlamento.