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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Los desafíos del presidente Macri

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La Argentina tiene que volver a discutir las cosas importantes, los objetivos verdaderos de la economía: cómo brindar bienestar sustentable a los ciudadanos, terminando con la pobreza y con el hambre, volviendo a crecer, a invertir, a generar empleo y expandir los ingresos. Debemos pensar cómo diversificar nuestra economía y desarrollarnos, cómo nos integramos al mundo, potenciando nuestras pymes y nuestras economías regionales, y cómo alcanzamos mayores niveles de productividad en medio de una revolución tecnológica disruptiva.

Tener una economía normal en un mundo desafiante. La base es tener un país normal, ordenado, con una macroeconomía sin desequilibrios insostenibles como los que nos deja la actual administración. El gobierno de Mauricio Macri tendrá que resetear la economía argentina poniendo en marcha un plan integral. Esto implica sincerar las variables que no representan la realidad económica y determinan que desde hace cuatro años estamos estancados y con alta inflación. Las exportaciones y la inversión se desplomaron, estamos destruyendo empleo en el sector privado, las economías regionales están quebradas, las pymes no crecen porque el tipo de cambio está en los niveles más bajos de su historia. Los incrementos permanentes de precios y salarios superiores a la actualización del valor del dólar produjeron atraso cambiario, pérdida de competitividad y el ingreso en una dinámica de reservas internacionales insostenible. Esto ocurrió porque desde 2010 se utilizó, como tantas otras veces en la historia, el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, llevándolo a niveles semejantes a los de fines de la convertibilidad y la tablita de Martínez de Hoz del año 81.

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Argentina tiene que tener una economía normal, como las del resto del mundo: sin cepo, sin declaraciones juradas de importación, sin controles de precios permanentes ni prohibiciones de exportación. Está claro que el camino no es el modelo de los 90, cuando tuvimos una economía suicidamente abierta al mundo con un tipo de cambio recontra bajo, donde no se aplicaban ni los institutos básicos de regulación del comercio reglados por la OMC para defender nuestra producción, generando así hiperdesocupación y destrucción de vastos sectores industriales. Pero tampoco lo es el modelo populista que, con otros instrumentos, nos llevó a tener el mismo tipo de cambio destructivo, subsidiando las importaciones y encareciendo las exportaciones, y a instrumentos dañinos como las declaraciones juradas de importación y el cepo cambiario, que introducen incertidumbre y traban el proceso productivo impidiendo a las empresas importar insumos. Son instrumentos que no se usan en el resto del mundo desde hace décadas. Debemos tener un mercado único y libre de cambios, con una paridad competitiva y protección a la producción nacional utilizando los instrumentos reglados por la OMC (aranceles, antidumping, salvaguardias, licencias de importación).

Es cierto que estamos inmersos en un escenario internacional desafiante para el sector productivo. Hay incertidumbre y creciente complejidad global, nuevas reglas de comercio e inversión a partir de los Megaacuerdos del Pacífico y del Atlántico que impulsa Estados Unidos, y revoluciones tecnológicas disruptivas. En este contexto, EE.UU. pone en marcha programas (e inversiones) para volver a atraer la manufactura en sus estados; Europa busca, con su estrategia de especialización inteligente y su agenda para la competitividad, retener capacidades tecnológicas y productivas en sus territorios; China apunta a fortalecer capacidades tecnológicas y de innovación domésticas. Y todo esto acontece en un contexto de nuevas y múltiples alianzas científicas, productivas y de comercio a nivel global.

Otra anormalidad de nuestro país (y del Mercosur) la constituye no tener acuerdos con ningún bloque ni país importante, mientras que el resto de nuestra región los tiene con EE.UU., Europa y Japón. Nosotros no podemos seguir encerrados en un Mercosur que tampoco es operativo, porque el mundo se va a cerrar a nuestras empresas y a nuestra producción. El mundo debe ser una oportunidad, no una amenaza. Ordenar la casa, resolver los tantos con Brasil y el resto de los socios en el Mercosur y acordar desde nuestro bloque regional una alianza estratégica con la Unión Europea parece ser el camino más conveniente por delante. Resetear la economía con una agenda de oportunidades. Es importante tener claro que el origen de la traba de nuestra producción hoy lo constituyen las pésimas regulaciones creadas en estos años, las instituciones destruidas (el Indec, el BCRA, la Comisión de Defensa de la Competencia, entre otras) y el desorden macroeconómico que generó la pérdida de competitividad por el atraso del tipo de cambio. Por eso el reseteo de la economía con un plan integral debe ser hecho con el cuidado y la prudencia que requiere pasar de una situación que generó comportamientos estructurales no deseables de los agentes sociales a otra situación que permita desatar las fuerzas creativas de éstos, sin despreciar los costos de transición. No se trata de un plan que simplemente ordene las cuestiones básicas monetarias, fiscales y cambiarias; estamos hablando de cambiar reglas de juego e instituciones que determinan el comportamiento de los agentes. Empresarios y trabajadores deben entender que se apuntará a lanzar las bases de una Argentina nueva en la que los sacrificios presentes, producto de arreglar el desorden heredado, deben ser minimizados y evaluados en la perspectiva de un futuro de mediano y largo plazo mejor.

Los actores sociales deben saber que detrás del ordenamiento de la economía hay una Argentina de oportunidades que será abierta por una agenda de largo plazo que apunte a sofisticar y diversificar la matriz productiva nacional, agregando valor y alentando nuevos sectores. Esto requiere alinear un conjunto de políticas: industriales, de I+D+i, de compras públicas, de pymes, de financiamiento a la inversión, de infraestructura y de educación. Es esencial repensar el modelo de inserción en las cadenas de valor, favorecer la internacionalización de las empresas nacionales, apoyar el emprendedurismo y la aceleración de las startups, mejorar la infraestructura digital y apoyar las reconversiones sectoriales. Tenemos emprendedores y bases productivas y científico-tecnológicas para pegar el salto, pero necesitamos un marco macroeconómico adecuado, políticas activas y audaces, recursos y capacidades institucionales para llevarlas adelante.

Estos son los desafíos de Mauricio Macri. Un presidente que nos propuso cambiar, dejar atrás esta Argentina trabada y volver a crecer y desarrollarnos, una tarea hace muchas décadas interrumpida para la que hay una oportunidad única.n

 

*Ex subsecretario PYME de la Nación. Director de Asuntos Económicos de SEGIB.