COLUMNISTAS

Los dirigentes del peronismo y los intereses

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En 1971, Fernando Solanas y Octavio Getino –miembros del Grupo Cine Liberación– filmaron en Madrid un conjunto de entrevistas a Perón que luego titularían Perón: actualización política y doctrinaria para la toma del poder. La película, que circuló clandestinamente durante los años de la dictadura de Levingston y Lanusse en locales partidarios, unidades básicas y sedes sindicales, presenta durante dos horas el pensamiento y los principales desafíos que, a entender de Perón, se le presentaban por aquel entonces al movimiento
justicialista.

Durante el film, Perón hace particular hincapié en un factor que desvía y deforma la actuación peronista: las pasiones y los intereses individuales. “Los hombres que vengan al peronismo deben hacerlo con la voluntad decidida de poner todos los días algo de su parte para ennoblecerlo y dignificarlo”, afirmaba. En este sentido, le resultaba inaceptable que un miembro del movimiento no fuera “un hombre del pueblo”, ya que para el justicialismo resulta imprescindible “que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.

A propósito de este apotegma peronista, cabe preguntarse qué sucede cuando hombres y mujeres del movimiento sucumben frente a una de las formas más peligrosas de la ambición: aquella que implica la consecución de intereses pura y exclusivamente personales. ¿Qué rol ocupan los ideales colectivos en el accionar político de estos individuos? ¿Cómo perseguir objetivos comunes –la felicidad del pueblo, la dignidad de la clase trabajadora, el desarrollo nacional– cuando cada uno “lleva un gallito bajo el brazo, y
defiende sus intereses y los intereses de su gallito”?

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Esto es particularmente preocupante en algunos dirigentes. Observar cómo establecen pequeños reductos de poder dentro del partido, en detrimento de toda conciencia colectiva y social, constituye un verdadero peligro para nuestro potencial emancipador. Porque el conductor político que no trabaja para los demás, sino para sí mismo, atenta contra la solidaridad interna, la capacidad de organización y la unidad del movimiento.
Abandona la estrategia, así como la dirección del conjunto.

Actualmente, luego de la persecución de la dictadura genocida y la traición del menemismo, el peronismo ha logrado reconstruirse como la única fuerza cívica con potencia, estructura y representatividad en la clase trabajadora para llevar adelante los anhelos de emancipación y crecimiento argentino. En este contexto, se avecina un nuevo período electoral que nos obligará a encontrar a representantes con la capacidad de continuar el modelo económico y político comenzado en 2003 y enfrentar los desafíos propios de la etapa que se avecina.

Para hacerlo, contamos con muchos dirigentes del peronismo… pero pocos dirigentes peronistas. Aquí reside el quid de la cuestión. Frente a los embates de las corporaciones heridas por las políticas de Néstor y Cristina Kirchner –los sectores concentrados de la economía, las estructuras caducas de la Justicia, los medios monopólicos–, resulta imprescindible contar con líderes que den cohesión e inspiren a todo el dispositivo de lucha: las bases militantes, las organizaciones sindicales, los colectivos empresariales y el partido en su conjunto.

Las condiciones están dadas para tomar la decisión acertada. Necesitamos proponer dirigentes con capacidad de evolucionar, preparados para nuevas circunstancias y que cuenten con una preparación peronista que permita dar continuidad a nuestros ideales, y no a sus propios intereses. Que sostengan las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política, que luchen por ellas y no por sí mismos, y que conduzcan al pueblo y las generaciones futuras hacia su realización.

*Secretario político MUP (Movimiento Unidad Popular).