El contexto político y económico del país es desfavorable para invertir en un proyecto productivo. Estatización de las AFJP, medidas intervencionistas del Gobierno, inseguridad jurídica, controles de precios y bloqueos a las importaciones alejan a emprendedores locales y extranjeros.
El último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que se perdieron 650 millones de dólares en inversión extranjera directa (IED) entre 2004 y 2008, con lo que disminuyó su participación del 24 al 13 por ciento en el total que llega a la región.
La Argentina “repele el ahorro externo e incentiva a la fuga del interno. Como consecuencia, se distraen fondos públicos para el salvataje de empresas privadas reduciendo las posibilidades del desarrollo social”, afirman desde el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA).
Por su parte, el Instituto de Estudios Económicos (IEE) de la Fundación Libertad señala que “resulta paradójico que la Argentina, que sufre de una escasez estructural de inversiones, no haga el esfuerzo necesario para atraerlas de acuerdo a su potencial. Para ello, inexorablemente hacen falta reglas del juego claras, estables y previsibles para la toma de decisiones de los agentes económicos así como también un cabal entendimiento de las ventajas que ofrece la integración al mundo en sus múltiples dimensiones”.
La coyuntura local sumada a la crisis internacional también ha empujado a los empresarios locales a recortar sus inversiones en el país. En la estimación sobre el Producto Bruto Interno (PBI) del primer trimestre divulgada por el INDEC, se señala que la inversión interna bruta fija tuvo una caída del 14,2 por ciento en los primeros tres meses de 2009 frente al mismo período de 2008, lo que ya había ocurrido en el último trimestre del año pasado.
“Esta caída se debió al retroceso del 2,3 por ciento de la inversión en construcciones y la disminución de 27,9 por ciento en equipos durables de producción”, destaca la entidad estadística oficial en un comunicado.
Según la consultora Becher y Asociados, “la mayor incertidumbre conduce a muchas compañías a optar por detectar activos subvaluados en lugar de realizar inversiones que permitan una mayor expansión del aparato productivo. La falta de expansión favorece actitudes de wait and see (N. de la R.: esperar y ver) en lugar de la concreción de proyectos de inversión previamente planificados”.
En tanto, señala en su informe que “el Estado debería actuar intentando minimizar la incertidumbre importada por la turbulencia en los mercados internacionales, evitando condiciones que generen comportamientos oportunistas tales como la compra de activos subvaluados y favoreciendo, de esta manera, la realización de inversiones productivas. Para ello, debería dotar a la economía de mayor previsibilidad a través de la fijación de metas claras y, sobre todo, sostenibles en el tiempo”.
A pesar de este panorama, existen emprendedores interesados en invertir en el país, que son quienes confirman la máxima que dice que “en cada crisis hay una oportunidad”, aunque terminan siendo pocos los que la encuentran y pueden aprovecharla. Esto se potencia más aún si se tiene en cuenta que muchos de estos proyectos están vinculados con el campo, el sector más afectado por la pelea con el Gobierno.
Sin embargo, no todo es soja, maíz y trigo cuando se habla de hacer negocios agropecuarios. Por eso, algunos empresarios comenzaron a estudiar otras ramas que están fuera de la mira de las retenciones o las limitaciones a las exportaciones, aunque también las hallaron en la producción de granos, ya que luego de la última campaña, marcada por la sequía, las huelgas y las restricciones, aparecieron oportunidades que desde hace años no se veían.
Un desafío sojero. La pelea con el campo ha provocado una desaceleración en la economía local que ya lleva más de un año, lo que sumado a la caída de los precios de los granos por la crisis internacional y las sequías, tornaron la situación del sector alarmante. Así, muchos jugadores del mundo agropecuario fueron desapareciendo debido a las pérdidas que sufrieron por las malas cosechas, por la imposibilidad de exportar libremente o por las retenciones que licuaban sus ganancias.
“Los actores de este negocio perdieron mucho dinero por la sequía y los que tenían capacidad de obtener financiamiento genuino, vía inversiones extranjeras o AFJP, también desaparecieron por la situación financiera internacional o la política local”, dice Gabriel Marinozzi, presidente de SAMA, empresa que desde hace siete años invierte en la producción de trigo, soja y maíz.
José Demicheli, director ejecutivo de Adblick Agro, percibió esta situación y prefirió cerrar el fideicomiso que tenía vinculado al sector y retirarse del negocio hasta que las aguas se calmaran. “En marzo del año pasado, lo hicimos líquido cuando vimos la problemática del precio del campo, de las commodities y la Resolución 125. Vendimos, disolvimos el fideicomiso y nos quedamos con la plata. Los operadores nos decían cómo hacíamos eso, que nos íbamos a estrellar, y el que se comió el negocio se estrelló”, resalta.
Sin embargo, Marinozzi destaca que “este año se da una situación inversa: como no va a haber dinero, los campos van a sobrar (su costo se redujo un 40%), con lo cual mejoran sustancialmente los márgenes. A su vez, los precios de la soja, del maíz y del trigo se mantienen en valores bastante cerca de los picos históricos en la Argentina”.
Para muchos el panorama es desolador, especialmente para los sojeros, más aún luego de que el Gobierno anunciara que no reducirá las retenciones. Pero, existen emprendedores que han visto una oportunidad en esta situación y apuestan a seguir en el negocio.
“Esta oportunidad que tenemos hoy es muy similar a la de 2003. Este año tiene que ser muy bueno. El riesgo político es importante pero hay ciertos pasos en contra de la producción que todavía no se van a dar en la Argentina. A lo mejor, es exceso de optimismo”, sostiene el titular de SAMA, quien comenzó con este negocio en 2002 con un capital de 30 mil dólares y espera captar entre tres y cuatro millones de dólares con su fideicomiso este año.
En el sector del campo, nadie es capaz de prever cómo terminará la pelea con el Gobierno. Por eso, resulta doblemente osada la apuesta de Marinozzi, que busca sembrar entre 12 y 15 mil hectáreas con soja, trigo y maíz, y además conseguir inversores dispuestos a financiarla.
“Tratamos de sobrevivir como podemos y aprovechar la incertidumbre porque creemos que es una oportunidad, a sabiendas de que estamos haciendo un negocio con una gran cuota de riesgo –afirma–. Tengo 30 años y no estoy acostumbrado a vivir en un país donde las cosas sean demasiado estables: pasé varias crisis y algunas no las pude aprovechar por temor. En cada una, hay una oportunidad y tratamos de no perderla.”
Los riesgos hicieron que tuviera que acotar el fideicomiso a un año de duración en lugar de hacerlo a más largo plazo, pero esto no impidió que ya esté pensando en futuros negocios en el sector y en buscar otros horizontes para diversificar el riesgo argentino.
“Es impensable pedirle a un inversor que confíe en un modelo a cinco años en la Argentina. Podemos ser emprendedores y corajudos pero tenemos que buscar socios financieros que aporten la capacidad para hacerlo –concluye Marinozzi–. Nuestro proyecto de acá a tres años es tener 40 o 50 mil hectáreas con una superficie importante en el país, y por una cuestión de diversificación de riesgo hacer una base en Brasil y Uruguay.”
Nueces de exportación. La tensión entre el campo y el Gobierno también asustó a muchos emprendedores que, tentados por la idea de invertir en la producción agropecuaria, decidieron buscar otras alternativas que estuvieran lejos del alcance de las retenciones. Así, surgieron negocios de nicho en el país pero con la mirada puesta en los mercados internacionales.
“La idea fue focalizarnos en todo lo que era producciones no tradicionales, donde vimos que por el solo hecho de un manejo profesional ya había una oportunidad grande de conseguir valor. En ciertos nichos no hay un nivel de profesionalismo alto. Entonces, pusimos el foco ahí, vimos muchísimas opciones y empezamos por las que nos parecían más atractivas”, afirma Martín Ubierna, presidente de Faro Capital, una empresa dedicada a esta clase de proyectos.
Demicheli, su socio en el fideicomiso Pecam Retiro, concuerda. “Generás un proyecto que va más allá de la macro y micro de la Argentina. Las ventajas que tiene el país como productor de olivos, pecan o miel orgánica son claras, más allá del gobierno de turno”, sostiene.
Faro Capital decidió apostar por la nuez pecan, un terreno poco desarrollado en la Argentina y con un potencial de exportación a los Estados Unidos. Para plantar las primeras 100 hectáreas, se asoció con el grupo inversor Ombú en 2006 y, al año siguiente, adquirieron 2 mil hectáreas en Entre Ríos y sellaron un acuerdo con el INTA para desarrollar un vivero con genética certificada que le proveyera los árboles.
Pero debido a la crisis y la estatización de las AFJP tuvieron que reducir sus metas originales de trabajar 500 a 200 hectáreas, y buscar inversores individuales para financiar el proyecto. “El contexto es híper-complicado y si no, estaríamos vendiendo 500 hectáreas y cerrando tres o cuatro fideicomisos al año. Hoy estamos tratando de fondear entre 100 y 200 hectáreas y creemos que es un desafío”, afirma Ubierna.
Tanto el titular de Faro Capital como Demicheli tienen una visión de largo plazo y confían en que las reglas del juego se mantendrán estables en el país porque su proyecto es rentable a partir del décimo año. Por eso ya tienen en mente nuevos negocios para el futuro.
“La idea es crecer y profundizar el análisis en otros frutos secos. Me imagino, cuando el contexto lo permita, manejando un fondo de una paleta de frutos secos y en lugar de decir hagamos 10 mil o 20 mil hectáreas de pecan, tener 2 mil o 3 mil y la misma cantidad para almendras o nogales”, dice.
El mundo de las aceitunas. Una oportunidad similar se presentó con los olivos en la región de Cuyo: estaban dadas las condiciones para plantarlos en escala y obtener la materia prima para fabricar aceite y exportarlo. Sólo faltaban emprendedores dispuestos a invertir su dinero en esta clase de proyectos.
Eso fue lo que percibieron empresarios como Luis Feld, presidente de Cuna de Olivares, y Carlos Trajtman y Silvio Kosacoff, titulares de Altos de Romi, quienes se volcaron a este negocio en 2004 y, ahora, cuentan con cientos de hectáreas destinadas a esta tarea.
A pesar de que la coyuntura política y económica actual dista mucho de la que se vivía por entonces, ambas firmas comenzaron nuevos proyectos que incluyen plantaciones más grandes y fábricas de aceite. “Nuestro trabajo no es de coyuntura. La Argentina tiene una oportunidad única más allá de los pormenores domésticos. Para nosotros, seguir invirtiendo este año es la misma decisión que tomamos en 2004”, afirma Feld.
A principio de 2009 lanzó un fideicomiso para financiar el desarrollo de 500 hectáreas en Mendoza y la construcción de la planta, desoyendo a quienes alertaban sobre la caída de la inversión extranjera en el país. “Somos un ejemplo de que se puede, de que hay gente que cree en este país, en las economías regionales. Tenemos una oportunidad para hacer las cosas bien”, resalta.
Algo similar hizo Altos de Romi, en sociedad con Adblick Agro, a través del fideicomiso que lanzaron en diciembre del año pasado para trabajar 220 hectáreas de olivos en la misma provincia y exportar las aceitunas. Los inversores respondieron a su propuesta y en ocho meses completaron la totalidad de lo ofertado.
Al igual que ocurre con los demás emprendedores, siguen pensando en cómo seguir creciendo en su producción en el futuro. “Nuestro proyecto para los próximos ocho años es alcanzar las 4 mil hectáreas. Cuando cerremos este fideicomiso, vamos a estar en 750, o sea, cerca del 20% de nuestra expectativa”, concluye Feld.
El, como Demicheli, Ubierna, Marinozzi y otros tantos, muestra que a pesar de la crisis actual que está viviendo la Argentina y de las futuras que puedan llegar, siempre surgen personas que ven posibilidades de crecer en el país y se juegan cuando muchos prefieren desensillar hasta que aclare.