Gene Sharp, defensor del pacifismo como estrategia de lucha, entendió que sólo se conserva el poder si el pueblo reconoce que el gobernante lo tiene y cumple sus promesas. Cuando un pueblo se da cuenta de que lo deja de hacer, ese poder se resquebraja hasta que al fin se rompe.
Los fiscales convocaron a la Marcha del Silencio el próximo miércoles, en homenaje a su colega Nisman. “Queremos que el silencio signifique la paz que necesitan los investigadores para encontrar la verdad”, dijo el convocante Marijuan. Y que del no pasa nada, pase algo.
No fue esta vez una crisis económica que provocó esta reacción social sino la humillación de un pueblo cansado del cinismo de un gobierno que intentó negar el hecho. Si no hablo de eso, eso no existe.
La muerte de Nisman despertó una emoción, angustia o grito interior: “¡No puedo más!”, y de repente un pueblo adormecido parece despertar con dignidad y siente que manifestarse vale la pena.
“Marcho porque es una forma de darle el debido peso a lo que pasó. El Gobierno hizo una negación psicótica del hecho, ¿de qué muerte me están hablando?, dice Eduardo (69), psiquiatra. “Quiero reafirmar la responsabilidad del Gobierno en todo lo ocurrido”, Beatriz (39), comerciante, pone el acento en la desprotección legal y en un gran malestar social, económico y personal anímico. David, jurista: “Cuando denuncian un golpe blando de la derecha oligárquica organizada, yo les digo que marcho también por los chicos que mueren de desnutrición. El hambre es hija de la corrupción, vivimos sin ética en una realidad disfrazada con palabras”
En cambio Miriam (49), contadora, apoya la marcha para defender a los que continúen la denuncia de Nisman sin miedo. Yosi (52), dominicano, que hace 27 años vive aquí, dice: “Estoy pasmado por la anestesia del pueblo argentino. Cada vez estamos más cerca de Venezuela. Sí, la marcha es contra el Gobierno”, confiesa. Tony (56) tomó el camino inverso, partió a Miami pero siempre vuelve: “Hay que marchar para que dejen de robarnos y que ni se les ocurra matarnos para conservar el poder”. Francisco (27), kiosquero: “Esta vez va a salir a la calle el doble de gente porque está involucrado el Gobierno”. Aislen (22), moza, sale a la calle para defender a los que luchan por una causa. Pablo (24), estudiante: “Estoy harto, se acabó ese no dar la cara”.
Los que se movilizan apuestan a que algo cambie si un millón de personas sale a la calle, en silencio y sin banderas. Un silencio de miles de personas vale más que mil palabras.
Unos no reaccionan, o subestiman su importancia; el tan escuchado “no va a pasar nada”. Otros le otorgan demasiado peso, y temen sus consecuencias. David, músico bahiense de 49 años, lo expresa así: “Nunca estuve en una manifestación y tengo miedo, no confío en esta seguridad”. A Leonardo (43), taxista, ni se le ocurre ir porque nunca se supo nada de nada. “Tendríamos que vivir de marcha en marcha, y en esta sociedad sólo vale el sálvese quien pueda”, Adela (55), es terminante: “Yo me entero de todo pero no participo de nada”.
Hay quienes tienen profundas motivaciones para quedarse en casa. Inés (40), historiadora, se siente bombardeada de noticias: “No me convocan los fiscales ni los jueces que hasta ahora nada han hecho por esclarecer las causas. Tampoco quiero ser manipulada por una oposición que no me representa”. Germán (59), artista plástico, define a la dirigencia opositora como de una sensibilidad sospechosa por el caso Nisman y la república. Lejos de un silencio reflexivo, va a ir del brazo, disfrazado de uno más, sin incluirse como parte actora de nuestras debilidades y crisis institucionales, casi como impolutos republicanos.
Manuel Castells, sociólogo, dice que los movimientos sociales son los actores de los cambios históricos. ¿Será un estallido histórico o apenas un movimiento de reparación histórica a un muerto que se atrevió con el poder? Nisman fue un chispazo: acá estoy y no tengo miedo. En caso de intentar congelar esta marcha o ejercer algún tipo de represión o violencia intimidatoria, esto sólo agigantará el reclamo de la gente.
*Periodista.