Tres industrias frente a diversos desafíos, tres negocios que atraviesan distintos momentos: el cine (adaptándose y creciendo), la música (mutando, pero a la deriva y en una profunda crisis) y los libros (frente a urgentes cambios, y sobreviviendo). La semana pasada el diario El País publicó los números de la industria discográfica española, apenas un ejemplo de lo que sucede a escala mundial: en 2009 las ventas siguieron en picada, cayendo esta vez un 19 por ciento respecto a los números, de por sí alarmantes, de 2008. A nivel global el panorama no es más alentador: una baja del 10 por ciento en promedio, y una pérdida del 30 por ciento del negocio entre 2004 y 2009. De este volumen total de ventas, al menos en España, por primera vez la comercialización electrónica de música trepó por encima del 25 por ciento. Es decir, más de un cuarto de la música que facturó la industria española provino de ventas de archivos en formato digital: la única luz que ven los ejecutivos al final del túnel. La situación es tan grave que el propio Bono Vox, el usualmente progresista líder de U2, atacó desde las páginas del New York Times el intercambio y las descargas gratuitas de música en la Web.
Por su parte, la industria cinematográfica, cuyo principal enemigo declarado es también la piratería informática y las descargas ilegales, exhibe orgullosa números en azul por primera vez en mucho tiempo. En España, la recaudación fue un 9 por ciento superior a la de 2008. Y salvo en Finlandia, Irlanda e Italia, en el resto de Europa la asistencia del público a las salas registró un llamativo aumento: en Alemania un 16,4 por ciento, en Holanda un 15, en Francia un 5,7 y en Reino Unido un 5,6. En los Estados Unidos, según las últimas estadísticas, el 2009 fue el primer año desde 2002 en que las ventas de entradas de cine superaron a la facturación del alquiler y ventas de películas en formato casero: 9,8 billones de dólares de recaudación total, un 10 por ciento por arriba de la de 2008. La única explicación que la industria ofrece a este cambio de hábitos es la revolución del cine en 3D. Es por eso que los títulos que dan como resultado estos números son, en su mayoría, tanques y filmes de animación como Avatar, Agora, o Celda 211. Algo similar a lo que ocurre con el negocio editorial, donde los best sellers subvencionan la publicación de otro tipo de libros, entre ellos la literatura más interesante (y la menos comercial).
Dentro de la industria del libro, a principios de año se supo que en la última Navidad y por primera vez Amazon vendió en todo el mundo más libros electrónicos que impresos. Quienes difunden estas noticias tienen sólidos intereses en el negocio, por supuesto. Pero el futuro de la industria es aún un verdadero enigma. Hasta ahora, los cambios para hacerle frente a la crisis han sido ajustar las tiradas, aumentar los precios de tapa y arriesgar menos, es decir, apostar a los nombres reconocidos mediáticamente. Estrategias de corto plazo que nada tienen que ver con formatos futuros o cambios radicales. Habrá que ver si la industria editorial logra reconvertirse como la del cine, o sucumbe bajo el peso de su propia arrogancia, como la musical. Como la tecnología tardó más en tocar sus orillas, al menos corre con una ventaja: puede analizar esos dos ejemplos, y actuar en consecuencia.