En la madrugada del jueves hubo brindis en Olivos. “Ahora lo hemos puesto nervioso a Clarín”, fue lo que, palabras más, palabras menos, se le escuchó decir a un Néstor Kirchner eufórico. El primer round de la “madre de todas las batallas” estaba ganado tras una larga y controvertida sesión de diputados.
Sólo la caprichosa obstinación de una personalidad como la del ex presidente en funciones pudo haber generado una situación como esta, que implica la pérdida de una oportunidad histórica para dar a luz a una ley analizada, pulida y consensuada que augure un desarrollo de medios audiovisuales plurales, sólidos e independientes del poder político de turno, sin hegemonías ni exclusiones.
Nadie discute ya la necesidad que la Argentina tiene de una nueva Ley de Medios Audiovisuales. El principal problema de la vieja ley no es sólo su origen, la dictadura, sino también su obsolescencia. Por lo tanto la cuestión es qué tipo de ley debería tener, de aquí en más, nuestro país. Por eso es que el marco en el que se ha planteado el debate –esto es, la confrontación entre el Gobierno y Clarín– le ha impreso una severa distorsión a esta discusión esencial e imprescindible que requiere análisis, conocimiento técnico y generación de consensos. Todo esto es lo que, hasta aquí, ha faltado.
Es difícil entender por qué el oficialismo no otorgó una semana más para permitir que con ese tiempo, más que suficiente, los diputados hubieran podido leer y analizar los cambios que se introdujeron al proyecto en medio de la vorágine y el escándalo de la sesión plenaria de comisiones en la tarde-noche del último martes. Seguramente eso en nada hubiera cambiado la perspectiva de victoria que dichas modificaciones prenunciaban, vista la aprobación que generaron dentro del socialismo que, finalmente, aportó los votos clave que necesitaba el oficialismo. “Es que los Kirchner son así”, reconocía alguien cuyo voto fue positivo y quien agregó: “Además, esta semana que entra Néstor y Cristina estarán en Nueva York, así que no iban a dejar que esto se resolviera durante su ausencia del país y con Julio Cobos a cargo de la Presidencia”.
Ayer, por otra parte, se terminó de descifrar una incógnita; era la referida a la posible participación de Julio Cobos en la asignación de las comisiones que traten el proyecto en el Senado. Esa participación está descartada ya que la ley será remitida a la Cámara alta recién mañana. Para entonces, y como consecuencia del viaje de la Presidenta a los Estados Unidos, el vicepresidente estará ya a cargo del Poder Ejecutivo Nacional y, por lo tanto, no podrá desarrollar su tarea como presidente del Senado, responsabilidad que recaerá en el presidente provisional del cuerpo, el senador José Pampuro. Hay que recordar que Cobos aspiraba a que el proyecto aprobado en Diputados fuera discutido en cinco comisiones, contra la posición del oficialismo, que pretende limitarlas sólo a dos. En una reunión entre el jefe de bloque del Frente para la Victoria, Miguel Angel Pichetto, y su par radical, Ernesto Sanz, se habría acordado que el proyecto pase finalmente por cuatro. Eso ¿se cumplirá?
El revuelo causado por la votación de Diputados alcanzó también a la oposición. Muchos votantes del socialismo apoyaron el acompañamiento que sus representantes dieron al proyecto del oficialismo. Otros muchos, no. En donde más se viene manifestando esto es en la provincia de Santa Fe. Allí, hay zonas en las que hay enojo con el gobernador Hermes Binner, quien ha bajado la línea de votar afirmativamente la ley. El senador socialista Rubén Giustiniani ha hecho saber que su voluntad es solicitar algunos cambios antes de dar su voto positivo.
Un tema crucial para dar su apoyo parecería ser la modificación del artículo 161, uno de los más controvertidos de la ley por su dudosa constitucionalidad. Este artículo establece el plazo de un año para que los medios se desprendan de aquellas licencias que no se adecuen a la nueva norma. Hasta aquí, los Kirchner se han mantenido inflexibles con relación a cualquier cambio. Dentro del oficialismo hay quienes propician que ese plazo se extienda a tres años. Claro que cuando se evalúan las consecuencias concretas de esa disposición, se entiende el porqué del apuro del matrimonio presidencial. Veamos.
En primer lugar porque de aquí a tres años habrá un nuevo gobierno en la Argentina. En segundo lugar porque, al deber hacerse esto en tiempos tan perentorios, los valores de esos medios se depreciarán irremisiblemente. En tercer lugar porque lo que busca el kirchnerismo es que puedan acceder a la propiedad de los medios grupos empresariales que les son afines, al costo más bajo posible. El sustento económico de esos medios estará basado, entonces, en la publicidad oficial, como viene ocurriendo hasta ahora. Además, en el contexto en que se da la relación del Gobierno con la prensa, ¿qué organización dedicada genuinamente a los medios estará interesada en ingresar a un mercado en donde la existencia de radios y canales de televisión que aspiren a ser genuinamente independientes del poder político de turno estará tan condicionada?
Uno de los efectos de la nueva norma será la desaparición de tres de las señales nacionales noticiosas de cable: América 24, Canal 26 y TN. Esto no es algo casual.
La ley propuesta exhibe conceptos e ideas académicas con los cuales el acuerdo es indiscutible. Así, por ejemplo, la idea de generar mayor federalismo en la comunicación es muy buena. Sin embargo, la implementación que propone el proyecto que se está discutiendo es muy mala, y en los hechos llevará a la desaparición de muchos de los medios locales que no sean sostenidos por la publicidad oficial. Va de suyo el peligro que esto supone para la independencia de aquella emisora de radio o televisión local que esté atada a ese aporte.
Por todo esto es que el malísimo contexto político en el que se está llevando adelante el tratamiento de la ley impide a muchos legisladores, quienes honestamente apoyan la norma, tener una acabada comprensión de sus consecuencias prácticas.
Tampoco la mayoría de la sociedad aprecia la real dimensión de todo esto. Lo que sí es evidente es la guerra entre el Gobierno y Clarín. Y frente a esto, quienes la perciben, se han sentado a ver quién será el ganador. Lo triste de todo esto es que de una situación así no emergen ganadores sino sólo perdedores.
La ley ha puesto nuevamente en superficie a un país bipolar en el que se está con la ley o contra la ley; o se es de Kirchner o se es de Clarín. El absurdo es total. Esta es una falacia que cierra cualquier posibilidad de debate y discusión seria.
El papel de la oposición es francamente pobre. La decisión de retirarse del recinto con el objetivo de no convalidar la sesión del miércoles, a la que denunciaron por irregular, fue criticable. Además de denunciar, hubiera sido muy útil dar el debate, exponer las diferencias y dar la lucha por cambios en la votación en particular de la ley.
Párrafo aparte merecen las declaraciones del diputado electo y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la presidencia de Néstor Kirchner, Felipe Solá, cuando habló de la chequera supuestamente utilizada por el ex presidente en funciones para comprar votos. Estas afirmaciones, que generaron la furibunda reacción del gobernador de Chubut, Mario Das Neves, hicieron acordar el caso de las famosas coimas en el Senado durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Lo impactante es que, más allá de que esto sea cierto o no, para una parte importante de la sociedad esto es verosímil.
A caballo de estos acontecimientos, pasan otras cosas. Una de ellas es el impuestazo a los sectores rurales que ha decidido aplicar el gobierno de Daniel Scioli. El enojo es mucho y creciente. Marca la ruptura con la política de acercamiento con el sector que había llevado adelante el desplazado ministro de Agricultura, Emilio Monzó.
A esta altura ya nadie desconoce el rojo de las cuentas públicas provinciales.
La renuncia del secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Carlos Cheppi –alguna vez quizá cuente el ninguneo al que fue sometido durante el tiempo de su gestión y explique por qué lo aceptó–, ha generado un verdadero aquelarre en la repartición. Fue por eso que la anunciada comunicación de la creación del Ministerio de Agricultura que iba a hacer la Presidenta debió ser postergada para después de su regreso desde los Estados Unidos.
La economía está estable. Hay otra vez un viento de cola que favorecerá a la Argentina. Claro que sus efectos podrían ser mucho más beneficiosos si la crispación que hoy atraviesa a la sociedad disminuyera. Nada de esto parece interesarle mucho a Néstor Kirchner, quien, enfervorizado con la posibilidad de contar con más medios a su favor, se ilusiona con el sueño de la reelección. Se ve que nada ha aprendido de las lecciones de la historia.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.