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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Los primeros cien días y los dos rumbos

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Verde. Es misión del Gobierno y del BCRA recobrar la confianza, y no al revés. | cedoc

Cuando asumió este gobierno, muchos teníamos la sensación de que venía a corregir de inmediato las distorsiones fuertes que se habían generado durante los últimos ocho años, y en particular empeorado los últimos cuatro, que tiene que ver con la política financiera que llevó a cabo el gobierno de Mauricio Macri, errónea desde el primer día. Se esperaba un cambio de timón bien fuerte, dando una orientación distinta y planteando algún plan de estabilización.

Si bien este gobierno tuvo tiempo suficiente para armarlo, ya que desde las PASO se sentía gobierno, todavía estamos transitando los primeros cien días de gestión y merece un tiempo para decidir qué rumbo va a tomar. Sin duda, la agenda debería atender medidas urgentes como: la refinanciación de la deuda de empresas privadas, programas impositivos que permitan que las mismas se recuperen, incentivos al trabajo, quita de cargas sociales, etc.

No obstante, la agenda del nuevo gobierno es distinta y atiende apresuradamente temas importantes con recetas fallidas como la inflación, el dólar, los impuestos.

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La suba de precios. La falacia de que la tasa de interés tenía que ser positiva en términos de inflación (que fue fijada en 38% para comenzar a fines de 2015) no hizo más que fijar un norte para dicha inflación, que se sabe que en Argentina NO es un fenómeno estrictamente monetario, sino que es mucho más complejo que eso.

El norte natural debería ser siempre: que las empresas argentinas puedan competir. La conformación de precios no se arma en base a una consecución de los costos de producción y por ende la oferta NO se determina en base a costos sino a expectativas: “Como hay inflación, cobro todo lo que puedo y las cosas van a valer lo que yo creo que vos puedas pagar”. Se trata de un error que comete toda la sociedad intentando defenderse de modo atrincherado.

Para que esto deje de pasar, hay que entender la inflación como un fenómeno congénito argentino y no buscar recetas monetarias que pueden funcionar en otros países con otros tipos de inconveniente. Argentina necesita su propia solución, y es sin lugar a dudas un plan de estabilización.

El nuevo gobierno debería dejar de preocuparse por el valor del dólar. Es una falacia pensar que, porque el dólar está “planchado”, NO tendríamos inflación, porque de hecho sí la tuvimos, y fuerte. La sensación es que primero hay que recuperar el aparato productivo nacional para que esté en condiciones de competir. Hay que discutir con el sector privado qué necesita para competir.  

Por más eficiente que sea el sector privado, si el transporte de mercancía, la energía, el gas y todo lo que se necesita para funcionar es caro, por más competitivos que queramos ser no lo vamos a lograr. ¿Cómo competir con alguien que trae sus productos del exterior con otra base y otra estructura?

El adorado dólar. La gestión anterior apostó por planchar el valor del dólar, lo que generó una situación de ganancia que hasta el mercado le puso el nombre de “carry trade”, como si fuera una operación lógica y coherente, cuando en realidad se estaba apostando sobre seguro a ser rentable en dólares; algo absolutamente increíble.

Para poner un ejemplo, en los primeros seis meses de la gestión de Guido Sandleris a cargo del Banco Central, la ganancia en dólares fue de aproximadamente el 40%, lo cual acumuló decenas de miles de millones de dólares por los cuales el país se endeudó simplemente para pagar intereses especulativos.

Nunca se entendió cómo el presidente Macri esperaba inversiones productivas y genuinas cuando nítidamente él y su equipo aceptaron inversiones puramente especulativas.

Muchas veces escuchamos: “Los argentinos tienen que dejar de pensar en dólares”. Un deseo genuino con poca perspectiva. El argentino tiene la necesidad de pensar en dólares porque no tiene otra alternativa, nunca la tuvo. Para lograr que la sociedad deje de pensar en divisa extranjera, este gobierno tiene que lograr confianza en nuestra propia moneda.

En el mejor momento de la convertibilidad, a mediados de los 90, los depósitos bancarizados estaban 50% en pesos y 50% en dólares. Una prueba más de desconfianza: aun en el mejor momento de nuestra moneda, nunca llegamos a confiar totalmente en el peso. Es misión del Gobierno tratar de recobrar la confianza, y no al revés. Si no, caemos en el error de los dogmáticos que nos llevan a pensar como se pensó en el pasado.

Un error recurrente. En el comienzo de la nueva gestión, se vislumbra la suba de impuestos y el retoque de gastos, sobre todo en materia jubilatoria, etc. Un comienzo ambicioso para los acreedores externos pero negativo para el mercado interno en sí, en donde la suba de impuestos ya no tiene lugar. La suba de impuestos en Argentina no da para más. Se trata de un error cometido una y otra vez en el pasado: con el agro, con los automóviles, con otros rubros… Sin ir más lejos, el presidente De la Rúa hizo un ajuste impositivo importante que terminó arruinando la luna de miel del gobierno y cortando una tendencia positiva en todo lo que eran las variables que venían subiendo.

Un mayor nivel de impuestos no coadyuva con un mayor nivel de recaudación, sino lo contrario. Lo que necesitan las empresas argentinas es recuperarse de semejante recesión y del castigo enorme que recibieron desde lo financiero. Hoy una empresa que está endeudada en pesos no lo hace porque quiere, sino porque no puede cancelar, no puede pagar; y el Gobierno tiene que atacar urgentemente este problema porque, a esta altura, ni los bancos ni los privados pueden encauzarlo.

Por ejemplo, en el sector automotor, el aumento del impuesto a los automóviles de alta gama con certeza provocará que disminuyan las ventas de esos automóviles, pero sin duda esto no va a afectar a la gente de altos ingresos, la cual simplemente no va a comprar. Lo inteligente sería mantener el rango de impuestos donde estaba, para incrementar las operaciones y recaudar más. Esa es la forma de sacarles la plata a los que más tienen.

¿A dónde apostar, entonces? Por una recaudación mayor a partir de un mayor nivel de actividad. La suba impositiva es una fórmula ya probada en nuestro país con resultados fallidos. Sencillamente no genera más ganancias sino todo tipo de problemas.

Hace falta un plan de estabilización, juntamente con entender qué clase de país queremos, atendiendo a que, sin duda, tanto este gobierno como el anterior desean que el país progrese.