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Los retos de Cristina y la paradoja del prisionero

La, afortunadamente, repuesta presidenta Cristina nos llamó a consumir, porque si no gastamos, vamos a perder nuestro trabajo. En palabras sencillas, la primera mandataria enunció la llamada “paradoja del ahorro”.

Szewach
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La, afortunadamente, repuesta presidenta Cristina nos llamó a consumir, porque si no gastamos, vamos a perder nuestro trabajo. En palabras sencillas, la primera mandataria enunció la llamada “paradoja del ahorro”.
En efecto, dicha paradoja se refiere al hecho de que en épocas recesivas, si bien lo recomendable para cada uno de nosotros es ahorrar y no gastar, dado el peligro de quedarnos sin ingresos, si todos procedemos de la misma manera, nadie gasta y seguramente nos quedamos sin trabajo, porque la recesión se profundiza.
Lo que es bueno individualmente es malo colectivamente. La paradoja fue refutada, si no recuerdo mal, por la escuela austríaca. Lo que se argumentaba es que el exceso de ahorro reducía las tasas de interés y generaba abundancia de crédito, incentivando a las empresas a invertir, aprovechando dicha abundancia de fondos, mientras se preparaban para un nuevo ciclo de recuperación.
Caía la producción de bienes de consumo, pero crecía la de maquinaria y bienes de capital.
Keynes, a su vez, contradijo este razonamiento, al describir la “trampa de la liquidez”. En momentos en que la incertidumbre por el futuro es grande, las empresas y los consumidores prefieren atesorar dinero líquido, aun cuando las tasas de interés sean cero, o muy bajas, y abunde el crédito. Nadie se endeuda, por temor a no poder pagar después ni siquiera el capital.
Y los consumidores esperan una baja de precios de los productos y servicios que desean, de manera que, aun a tasa cero, les conviene ahorrar antes que gastar. Mientras que, para las empresas, la baja de precios para liquidar stocks implica que, aun a tasa cero, la tasa real, descontada la deflación, resulta positiva. De allí que tampoco se endeudan, hasta que el ciclo vuelve a la normalidad.
El corolario es la idea keynesiana de que esta trampa se “rompe” si gasta el Estado, con deuda tomada al sector privado que ahorra y no gasta.
Pero el problema se puede enunciar también como una variante del “dilema del prisionero”, muy común en teoría de los juegos. En este tipo de dilemas, la solución cooperativa siempre es mejor que la individual; sin embargo, los participantes tienden a tomar decisiones no cooperativas que terminan perjudicándolos.
Un ejemplo. Cuando Luis Barrionuevo enunció su famosa frase “paremos de robar por dos años y este país se salva”, le pedía a todos que pararan de robar. Si todos cooperaban y paraban de robar, el país se salvaba. Pero si uno solo, él por ejemplo, dejaba de robar, y los demás no, el país no se salvaba, y encima él se perjudicaba. Resultado, nadie dejó de robar y el país no se salvó.
En el caso del consumo ocurre algo similar. Si yo le hago caso a la Presidenta y consumo, pero los demás no lo hacen, la recesión se profundiza igual, yo pierdo mi trabajo y, encima, no tengo ahorros porque consumí, esperando que los demás hicieran lo mismo que yo. Por lo tanto, aunque la solución cooperativa es superior, yo, por las dudas, ahorro y no consumo, porque ignoro lo que harán los demás.
Para este tipo de problemas cooperativos existe lo que se llama la “coordinación de expectativas”. Dicho de otra manera, si todos le creyeran a la Presidenta y todos supiéramos que todos le creemos, y todos obráramos en consecuencia, todos gastaríamos y consumiríamos y todos mantendríamos el trabajo.
Entonces, el problema no es que ahorramos y no gastamos. El problema es que no le creemos a la Presidenta. Lo digo de otra manera. La Argentina está entrando en una recesión porque la crisis global destruyó los precios de los productos que exportamos, generando un menor ingreso de dólares y una menor recaudación impositiva.
Pero también la Argentina está entrando en una recesión, porque la aceleración inflacionaria fue ocultada por el INDEC. Después, la forma en que el Gobierno manejó la crisis con el campo dio lugar a una gran salida de capitales. Una dolarización de los ahorros fuera del sistema financiero local, huyendo de la voracidad fiscal de los K. Y luego, el armado del “fondo anticíclico” de urgencia, con la plata de las AFJP.
En ese contexto, el sector público no puede colocar deuda, de manera que reduce subsidios y aumenta impuestos a unos, para darle a otros, con prioridades políticas y pensando en las elecciones legislativas de octubre. Y también les da créditos a unos sacándoles a otros. Pero el riesgo mayor es que, por desconfianza en el Gobierno, los “otros” que reciben los pesos los conviertan en dólares.
La Argentina tiene el problema de la paradoja del ahorro, en un contexto de pérdida de credibilidad y liderazgo del Gobierno, derivado de una sucesión importante de errores de política y de política económica que generaron desconfianza y fuga de capitales.