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Panorama economico // alimentos y progreso

Los Sin Tierra de la abundancia

Los Sin Tierra son un movimiento, surgido en Brasil, de campesinos y desclasados que clamaban por un espacio para poder desarrollar agricultura, aunque sea la de subsistencia. En la Argentina, son un grupo de empresarios que, expulsados de la bicicleta financiera por el modelo productivista, busca tierras para poder seguir desarrollando su experiencia en mercados no regulados.

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Los Sin Tierra son un movimiento, surgido en Brasil, de campesinos y desclasados que clamaban por un espacio para poder desarrollar agricultura, aunque sea la de subsistencia. En la Argentina, son un grupo de empresarios que, expulsados de la bicicleta financiera por el modelo productivista, busca tierras para poder seguir desarrollando su experiencia en mercados no regulados.
En el país de Lula, el grupo se organizó en el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, llegando a presionar efectivamente sobre gobiernos estaduales y federal para lograr legislaciones favorables, expropiaciones a cambio de controlar las olas de ocupaciones que cada tanto afectaban a las zonas con mayor índice de concentración.
Allá, la frontera que dividía a los Sin Tierra de los terratenientes no eran papeles sino las posibilidades de vivir. Acá, es la vía de escape al minifundio y a elevar la productividad de la explotación agropecuaria a niveles de excepción en el mundo. Unos luchan por el sustento, otros por reivindicar para sí el título de empresarios y tirar a la basura el rótulo de especuladores avaros con que el Gobierno, a través de sus voceros y voceras, les obsequia en cada round de la pelea que ya lleva tres meses.
Particular relevancia cobró el párrafo destinado a los “pools de siembra” que la Presidenta destacó en su discurso en Roma, durante la Asamblea de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura, de la ONU). Si las calificaciones expresan la idea que la actual administración tiene para con el sector más dinámico de la economía, estamos frente una contradicción actual y un dilema futuro. Pero también en dicha reunión, la declaración final advertía sobre las restricciones al comercio que restringen la oferta mundial y elevan los precios. Como las retenciones y los permisos de exportación.
Los pools son fondos de inversión constituidos con capitales aportados por personas físicas o jurídicas (las AFJP tienen sus fichas también en esto. Por más de medio siglo, las exhortaciones a que el campo rompiera sus códigos tradicionales e incorporara tecnología contrastaban con una realidad internacional de precios deprimidos y un tratamiento fiscal desfavorable frente a otras industrias mimadas por su alta capacidad de multiplicar empleos. Pero la tendencia alcista en los alimentos, justamente el foco de la cumbre de Roma y el nuevo mapa económico mundial, pusieron al agro en el centro del escenario.
Paradójicamente, la incorporación de tecnología a la producción hizo punta en la agricultura argentina, triplicando el volumen cosechado en los últimos 15 años, con precios que a su vez subieron entre 100 y 200% en dólares. El enorme salto en productividad produjo un círculo virtuoso: atrajo más capital porque lo hizo más rentable para elevar aún más los notables rindes del campo argentino.
Incluso, las zonas antes marginales encontraron en esta combinación favorable de precios e insumos una puerta de salida al estancamiento. Hoy es la soja, ayer fue el maíz y mañana podrá ser otro cultivo. De allí el alto impacto que los derechos de exportación (un impuesto sobre la producción y no sobre la dotación de factores fijos, como la tierra) tienen sobre las zonas recuperadas de la subsistencia y el malestar creciente de esos productores.
Quizá la contradicción más notable sea la de la proclamada prioridad a la economía de producción y la estigmatización de los pools. Estos fondos realizan una tarea que no es nueva en la economía agrícola del interior y es análoga al otro sector estrella de la posconvertibilidad: la construcción. Un grupo de socios que financia una obra “desde el pozo” fue tan común como los médicos, abogados y talleristas del pueblo que confían sus ahorros al agrónomo o contratista que administra un pool. Antes elegían el banco, creyendo que sus ahorros, aun en dólares, estarían a salvo. Luego, del porrazo creyeron más en lo tangible y lo que siempre sirvió de refugio a sus abuelos: el campo y los ladrillos. Si no hay depósitos y es difícil competir con el Estado y los fideicomisos de tarjetas por el crédito escaso, esta forma de financiamiento directo, además de creativa, agrega valor en toda la cadena.
La organización de fondos, además, maximiza la utilización de recursos: deja en manos de los que realmente saben la producción y deja la agricultura amateur para hobby de fin de semana. Las escalas de producción encuentran un canal para burlarse de los mínimos: se tiene una cuota-parte de “algo” que pagará beneficios sólo después de saberse si las condiciones de mercado y las climáticas pudieron lograr el dichoso 30% semestral para US$ 16 mil que comentó Cristina en su discurso.
En la última campaña, los fondos más grandes arrojaron beneficios finales de entre 10 y 12% según la zona. Cuanto más diversificación geográfica y de cultivos tienen en su portafolio de inversiones, más seguros pero menos rentabilidad se puede esperar. Una verdadera lástima que las AFJP no hayan elegido con más decisión esta alternativa de inversión a los bonos que, cada tanto, el Tesoro les invita a aceptar. Porque nada más distributivo que destinar recursos a los jubilados de mañana.