COLUMNISTAS

Lugar común, la muerte

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Hace unos días murió José Saramago. En todos los diarios que leo habitualmente –no menos de cuatro o cinco– se le dedicó un gran despliegue, lleno de homenajes, elogios y glorificaciones. Algo mal debe de haber hecho un escritor para alcanzar semejante unanimidad: si la literatura –al menos la que a mí me interesa– se opone a algo, es al consenso. Entre ese cúmulo de artículos escritos, la mayoría, desde el deber ser, y otros pocos, desde el auténtico entusiasmo por su obra y por la discusión con sus posiciones políticas (no deja de ser interesante la columna del siempre profundísimo Santiago Kovadloff en La Nación, donde lo señala, con elegancia, como levemente antisemita: “Creo que cometió grandes errores ideológicos, como por ejemplo, confundir sus discrepancias con algunas de las políticas del Estado de Israel con la necesidad de liquidar al Estado propiamente dicho”, terminando por una realmente muy buena nota, quizás la mejor que se escribió sobre el tema, en este mismo suplemento, de José María Brindisi (matizada por la inclusión de una declaración, citada a modo de elogio, del también siempre profundísimo Abelardo Castillo: “El mundo está mal hecho y es necesario cambiarlo”. De entre todos esos y otros variopintos textos, creo que vale la pena detenerse en dos columnas, ambas de idéntica extensión, publicadas el sábado 19 de junio en el diario español El País, perteneciente al mismo megaholding al que también pertenece la editorial Alfaguara, casa que publica los libros de Saramago en castellano.

La primera está firmada por José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, y la otra por Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular, líder de la oposición y, a este ritmo, posible próximo presidente de España. El negocio editorial argentino es tan paupérrimo que a ningún multimedio se le ocurrió comprar una de las grandes editoriales. ¿En qué editorial publica el más importante escritor argentino vivo? No lo sé. Pero por no poseer ningún diario, ahora las grandes editoriales se van a privar, a su muerte, de una nota firmada por Macri o Carrió, o hasta por los mismísimos Néstor y Cristina. O mejor dicho, somos los lectores los que nos vamos a privar de tales piezas. ¡Siempre somos los lectores los perjudicados cuando la libertad de expresión está amenazada!

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La columna de Rodríguez Zapatero está escrita con inocultable vocación poética. Así comienza: “Tu abuelo, nos contaste, intuyendo el final de su existencia en la Tierra, fue diciendo adiós a los amigos, a su familia, a la naturaleza, porque quería estar lúcido y presente cuando la muerte llegara. Por eso se abrazaba a los árboles que guardaban las páginas escritas en su vida”. Luego recuerda su reciente último encuentro con el gran escritor, para terminar con un giro de transposición de personalidades: “Y yo me abrazo al árbol para mantener tu memoria”. Rajoy se encuentra en un brete. Según parece, en vida, Saramago habría sido de izquierda y el Partido Popular, pese a su nombre (o mejor dicho: nunca mejor puesto el nombre de un partido) representa a la derecha: “Sé que no compartíamos el mismo horizonte político. El creía en unos ideales que no son los míos”. ¿Cuáles son los ideales de Rajoy? Lamentablemente no los aclara (no hay por qué esperar en una breve necrológica una teoría política completa), pero sí indica que “Saramago fue un gran amigo de España”. No obstante, no deja de ser destacable que Zapatero (entre apretón de manos con el FMI, ajustes y flexibilización laboral) y Rajoy (entre escándalos de corrupción y diversas vendettas internas al PP) hayan encontrado el tiempo para escribir sobre literatura. Como escribió otro best seller portugués, Fernando Pessoa. “¡Aprovechar el tiempo! ¡Ah, déjenme no aprovechar nada!”