Ser hijo de Michelle o Cristina puede ser un privilegio. A Sebastián Dávalos Bachelet y a Máximo Kirchner los une el amor pero también el espanto. Nacieron casi al mismo tiempo, ambos primogénitos, apasionados por la genética política, pilares fundamentales para una madre presidenta sin consorte.
Los dos fueron señalados por la maldita corrupción, principal flagelo de la pobreza El chileno, por el caso Caval. En épocas de campaña de su madre, gestionó un crédito en el Banco de Chile a través de su vicepresidente –Andrónico Luksic Craig– de 10 millones de dólares, que le rindió 5 millones más. Un millonario negocio de especulación inmobiliaria, conocido también como el Nueragate. Su mujer, Natalia, fue su principal gestora, para una recalificación de los terrenos de rurales a urbanos, destinados a la construcción y vendidos por un valor muy superior al original.
Denunciado como traficante de influencias y privilegios, Sebastián dejó su cargo en la dirección sociocultural del gobierno. Y el matrimonio, después de 15 años de militancia, renunció al Partido Socialista, cuyo tribunal supremo está indagando si falló a la ética.
Es fácil renunciar con 3 mil millones [de pesos chilenos] en el bolsillo, concluían los chilenos, escandalizados. La popularidad de Bachelet cayó 18 puntos y ahora se conserva, a duras penas, con 34%.
La “bomba”, como la llaman en Chile, no aminoró su efecto ni con la declaración patrimonial de Sebastián. El fiscal Toledo y los carabineros allanaron su casa, retirando computadoras y soportes digitales por delitos de uso de información y tráfico de influencias. También el SII, Servicio de Impuestos Internos, investiga su situación tributaria.
Por oposición, Máximo, máxima preocupación de mamá Cristina, está seriamente comprometido en el caso Hotesur, junto a la Presidenta y a su hermana Florencia, accionistas de esta empresa administradora de hoteles, vinculada con Lázaro Báez, quien alquilaba habitaciones vacías por valores millonarios. Sospecha: lavado de dinero. Parece que quien firmaba los balances era el mismo Máximo.
Pero a los hijos de Michelle y Cristina los separa algo más que la Cordillera. Sebastián es cientista político y tiene una maestría en gobierno y gestión pública. Asumió un cargo en el gobierno ad honórem y ya en el gobierno anterior de Bachelet fue director de Relaciones Económicas de la Cancillería. Por el contrario, Máximo sólo terminó el secundario en el Colegio República de Guatemala de Río Gallegos, y no pudo aprovechar los años dorados. Intentó estudiar primero Abogacía y después Periodismo, pero sin disciplina ni éxito. En equipo, ejerce la conducción de La Cámpora, fundada en 2006, esos jóvenes ultrakirchneristas y copadores voraces de la estructura de gobierno y del poder político y judicial.
Ayer y hoy, Máximo, sin puesto alguno ni responsabilidad de funcionario, maneja varias cajas, o casi todas. Es el rey sin corona. Entre ellas, una de 6 mil millones de pesos, Fútbol para Todos. Participó de una cumbre en Olivos, para quizás entregarle el negocio al mediático Marcelo Tinelli, principal digitador de la bendición popular a los candidatos K. Más que ausentarse o esconderse, piensa en una diputación para conseguir los fueros protectores.
¿Como reaccionó mamá Michelle? Avergonzada y herida, tomó medidas urgentes, creó un Consejo Asesor Presidencial para tratar el tema de política y negocios, reglas para lo público y lo privado. Su proyecto: reformar la Constitución, sancionar con pérdida de cargos y escaños, declaraciones patrimoniales de por vida y aún más…
¿Cuál es la actitud de mamá Cristina? Mira la intencionalidad política de un partido judicial que ella misma inventó. Culpables son los mediáticos y las corporaciones que los persiguen, ella defiende a su cachorro: “Cómo no te van a pegar, hijo, si tenés sangre de político… sacaste chicos de la droga… ¡preferirían que te dedicaras a otra cosa en lugar de formar jóvenes!”. Mientras tanto, la Presidenta negocia tregua judicial para partir sin inconvenientes y en familia. Madre no hay una sola.
*Socióloga y periodista.