Como tiene sólo 8 años, Valentino festeja en un salón. Los adultos despachamos delicias, los niños juegan carreras de embolsados y se atragantan de chizitos. Pero cuando aparece un mago, está estratégicamente contratado para amenizar, me sumo al público infantil. Promete hacer aparecer un conejo. Nada me gustaría más en esta vida que ver un conejo de verdad.
El mago es bueno. Yo ya estoy medio grande, y noto en silencio algunas cosas: un buen truco no está escondido sólo en la rapidez de la mano, sino en los pliegues del discurso. El mago toma tres servilletitas de papel, y nos explica que transformará una servilleta en una paloma, otra en un conejo, y la tercera en un billete de cincuenta pesos. “¿Por dónde quieren que empiece?” La respuesta es a los gritos: “¡Por los 50 pesos!”. No es que estos niños sean materialistas; la manera en la que el mago presenta la trilogía hace que el billete parezca lo más piola. El mago lo sabe bien. De hecho, si le pidieran primero la paloma o el conejo, el resto de la rutina no puede avanzar. Nos hace creer que “elegimos” el billete. Cuando aparece, los párvulos enloquecen por él, como si fuera el mejor trofeo. O sea, como si fuera un conejo.
La magia peronista opera de manera similar. Nos hacen creer que elegimos, pero el truco es invitarnos a votar en una perpetua interna peronista. El oficialismo es peronista. Como De Narváez. Como Pino Solanas. ¡Magia! El oficialismo pierde, Kirchner renuncia a la conducción del partido, Scioli la asume, y va y llama a De Narváez (¿la oposición?) para integrarlo al socotroco justicialista. La saga mediática realimenta la certeza de que la palabra “peronismo” está ligada a alguna forma de brujería: significa todo y nada. Se habla de pasión, de sentimiento. Nos confunden con palabras, como el mago que nos hace creer que elegimos lo que queríamos elegir, cuando ya todo estaba planeado.
Este mago tenía palabra: al final apareció el conejo, y pude acariciarle la cabeza orejudita. En la vida real, minga: voté a Zamora y ni moví la aguja. Todos los porcentajes que se publican son variantes peronistas. Y radicales, la otra forma mágica y cobista del peronismo. ¿Cuánto durará este conjuro?