La presidenta Cristina Fernández, al informar a la sociedad que el hombre fuerte de Clarín, Héctor Magnetto, compartió al menos diez cenas en Olivos durante la gestión de Néstor Kirchner, quiso probar que no por ir a la residencia presidencial se era afín al Gobierno o favorecido por éste. Pero, en rigor, sus dichos muestran lo contrario: Magnetto iba a Olivos y recogía los frutos de una relación de mutua complacencia.
Los beneficios que Clarín obtuvo son profusos: ley de bienes culturales que bloqueó posible convocatoria de acreedores externos en 2003; renovación de licencias audiovisuales en 2004; prórroga automática de licencias en mayo de 2005; controvertida fusión de Cablevisión y Multicanal en diciembre de 2007; disposición presidencial de acompañar mansamente el negocio de Papel Prensa, urdido en dictadura y que aún hoy discrimina en el precio de papel a diarios y cooperativas del interior del país; condonación de deudas previsionales y fiscales, etc.
Estos inmensos favores, muchos de ellos con uso del erario público, ilustran contundentemente que cenar con Kirchner no fue inocuo: Clarín pagó esa deferencia con la docilidad editorial de sus medios y de sus principales periodistas en el plazo 2003-2008, cuando ocurrió una brusca ruptura en la relación, ya durante el gobierno de Cristina Fernández. Desde 2008, el oficialismo comenzó a actuar contra algunos de los intereses del grupo, en algunos casos representando el interés social (como en la Ley de Medios Audiovisuales) y en otros, olvidándose de la sociedad y exhibiendo sus aristas más torpes y sobreactuadas, como en el publicitado operativo de cientos de inspectores de la AFIP a la sede del grupo. Clarín, por su parte, respondió con un arsenal mediático inédito en el periodismo argentino desde la época de Illia, que incluye el grosero cambio de camiseta de sus principales periodistas, ayer nomás indulgentes con los K y hoy, agrios opositores. Ambos, el Gobierno y Clarín, cambiaron de religión.
Así que la ironía de la Presidenta, acerca de si Magnetto podría considerarse “ultra K”, debe responderse por la afirmativa. Kirchner fue un hombre pro Clarín y Clarín fue un grupo pro kirchnerista durante cinco largos años. Negocios son negocios, y para Clarín ello significó primero sortear la crisis posdevaluación en condiciones privilegiadas, y para el gobierno de Kirchner, navegar con el soplo favorable de las tapas complacientes del principal grupo de medios.
En enero de 2010, Néstor Kirchner dio una entrevista a Horacio Verbitsky en Página/12 en donde el ex mandatario quiso explicar la ruptura con Clarín a raíz de la voracidad corporativa del grupo que lo habría presionado para quedarse con Telecom. La explicación es tan verosímil como insatisfactoria: si Kirchner como presidente accedió a todas las demandas corporativas de Clarín, si amigablemente departía con Magnetto en la residencia presidencial, ¿qué había de distinto en Telecom? ¿Por qué no seguir cultivando esa interesada relación cediéndole, también, Telecom?
A cuentagotas, la sociedad va contando con algunos elementos indispensables para conocer la íntima relación entre política, negocios y noticias que troquela el presente de la Argentina y que potencia la lógica binaria de las discusiones políticas, económicas y sociales del país.
*Prof. e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes–Conicet.