¿Dónde, de dónde viene tanta violencia? Fácil: de arriba, estimado señor. Si el Gobierno tiene un discurso violento “yo tengo la razón de mi parte y si usted disiente es mi enemigo y al enemigo hay que aniquilarlo”, el tipo que va a un festejo se cubre la cara y arranca los semáforos para tirárselos a la cabeza al otro, aunque sea por si acaso, “porque te odio, porque sos lo que no soy porque tenés lo que no tengo”. No hay respeto por el otro: no hay “el otro”. Y no hay control social. No quiero que me expliquen las estrategias y los conflictos internos de la policía. Nos pasan por tv tranquilizadoras visiones de miles de nuevos policías pero cuando hay que poner orden, no reprimir, no golpear: poner orden; cuando hay que poner orden, no lo hacen no sea que algún policía reciba cascotazos. Está bien que se cuiden pero están donde están para cuidarnos a nosotros, y no hicieron nada. Nada. Me importa un corno que se peleen entre ellos, pero vayan y actúen, que para eso se les paga. ¿Poco? Y, sí, a mí también, yo soy jubilada con la mínima, querida señora. Por lo tanto: señora presidenta, dígales a los ciudadanos que vivimos en democracia y que la democracia se basa entre otras cosas en el disenso. Señores de la policía, vayan y actúen cuando hay que cuidar a las personas y a sus pertenencias. Y no me vengan con explicaciones. Consulte cada uno con su conciencia, los que todavía la tengan con la menor mancha posible, y haga cada cual lo que siente que debe hacer. La mala hierba crece donde el jardinero no hace su trabajo.