Fue la vida que llegara a Francia el sábado 16. Y que mi primer destino fuera Boulogne Sur Mer, a 255 km de París. Antes de salir, se me ocurrió ver un partido por el campeonato francés. Acá lo llaman “Ligue 1” al de Primera, el que tiene como líder al Rennes y como inusual escolta al Saint Etienne de Gonzalo Bergessio. El Saint Etienne perdió la semana anterior con el Niza (1-2) y a Lavandina lo echaron a los 20 minutos del primer tiempo. Ni tiempo para que lo calificaran les dio a los periodistas. En la temporada anterior no le había ido bien: metió sólo seis goles, y ninguno en ésta.
Fui a la cancha del Lens (penúltimo) a ver al Rennes, el líder de le championnat. Lens posee un estadio bellísimo (Stade Félix Bollaert) en una típica ciudad del interior francés –casas bajas, gente tranquila, mucha paz, paisajes bellos en donde poner la mirada– y en un sitio también habitual en muchos estadios europeos: está en un costado de la ciudad, en un solar amplio, sin casas alrededor. Jugó un poco mejor el Rennes, fue más sólido. Pero empataron 0-0 porque los arqueros fueron figuras. Aquí no hubo argentinos.
La figura del Rennes es el colombiano Víctor Hugo Montaño, que no jugó. Lo que me llamó la atención fue el operativo de seguridad, similar al de cualquier estadio argentino. Hubo cacheo, pulmón, lona divisora de público y acompañamiento policial al visitante. Es raro por dos razones: el estadio del Lens no estaba lleno y todos los que estaban –salvo la barra, ubicada a un costado y no detrás de un arco– ocupaban una butaca. La segunda es que los hinchas del Rennes eran poquísimos. Es cierto que varios tenían alguna copa de más (no sólo no hay prohibición de bebidas alcohólicas dentro del estadio, sino que se venden libremente), pero el número apenas superaba los cien. La ciudad de Rennes está a 557 kilómetros de Lens. Y si bien es cierto que en Francia hay trenes que cubren ese trayecto en un tiempo más que respetable, no está enraizada la cultura del “te sigo a todas partes”. Es factible que se vean hinchas del Olympique en cualquier sitio recóndito del país, pero es excepcional. Es el cuadro más popular y tiene hinchas en toda Francia, no como el Rennes.
Para terminar el cuento de Lens-Rennes: fui con mi mujer. Estábamos en la fila para comprar el ticket. 27 euros cada asiento, platea baja, visión perfecta, casi en el medio de la cancha. Una mujer, a dos metros de la ventanilla, nos ofreció un “ticket presidencial”. Argentinos como somos, avasallados como estamos por programas de tele que lo único que hacen es meternos miedo y decirnos que todos nos quieren robar y matar, pensamos en una reventa, una estafa o, directamente, un crimen. La mujer vio que dudábamos y se fue. A un metro, les regaló las dos entradas al “palco presidencial” a dos chicos. Era un premio que Lens da por partido, al azar, para que un hincha o dos vean el partido en la zona VIP. ¡Nos habían tocado a nosotros! Fue como si una voz parecida a la de Luis Majul nos hubiese dicho: “¡Maldita inseguridad!”. Y decidimos dejar todo ahí. Me hubiese venido bien. Incluía acceso a la zona de vestuarios. Chano, mi hijo menor, me había encargado la camiseta de Marveaux, el 8 del Rennes, a quien conocía de la play station. Me había hecho toda la película: “Lo veo a Montaño, que habla español y debe haber visto Fox Sports alguna vez, por ahí me conoce. Le explico. El se la pide a Marveaux y listo”. Todo salió mal.
Les dejo un consejo: si andan por Francia, vayan unos días a Boulogne, es cerca de París, y visiten la casa donde murió San Martín, no lo olvidarán jamás.
Ya los diarios hablaban del Lyon, que venía de ganarle al Lille y el miércoles a la noche tenía un partido de Champions con el Benfica de Aimar, Saviola, Nico Gaitán y Franco Jara. Si bien Lyon está a casi 500 kilómetros de París, los negocios más importantes de deportes –los de la Rue Rivoli, los de Champs Elysées– muestran todos la misma camiseta: la del Lyon con el 9 y el nombre “Lisandro” sobre el número. Lisandro López, el pibe que la rompió en Racing y en el Porto, es el mejor jugador argentino de la liga francesa.
Licha (“Lichá”, por estas tierras) ya había metido dos goles en la victoria del Lyon sobre el Lille (3-1) y metió otro en el cuarto triunfo al hilo del equipo lyonnais (2-0 al Benfica por Champions, con mucha comodidad). Esto lo hizo tapa de L’Equipe tres días de la semana y destinatario de una ovación fenomenal cuando el DT del Lyon, Claude Puel, lo reemplazó. Es grande la tentación para pedir una chance para Lisandro López en la Selección. El fútbol francés no es muy visto en Argentina, pero es competitivo y parejo. Jugar de visitante se hace difícil, el regionalismo es muy fuerte, pero a Licha López no le importa, la rompe.
Lucho González y Gabriel Heinze, del Olympique, lo siguen en trascendencia. Para que se den una idea: en el póster de Adidas que promociona la ropa oficial del OM hay tres jugadores: dos son Lucho y Heinze.
El caso del defensor es muy particular. Su primera etapa francesa lo identificó mucho con el París Saint Germain. En esa época fue cuando Bielsa lo “descubrió” y lo llevó a la Selección. Después dio vueltas: Manchester United, Real Madrid, tres mundiales con Argentina y la vuelta a Francia. Pero al Marsella. Allí, los del PSG le hicieron la cruz. Y los del OM lo aman. Fui a un negocio a comprar una camiseta del Olympique. Dije “argentino” y no me respondieron “Maradona”, sino “Gabí Heinzé”, con acento en la í y en la é.
Y al final compré la camiseta 19 del
Olympique. La del “guerrier de Marseille”: Gabriel Heinze.