COLUMNISTAS
el futuro de Medio oriente

Más allá de la frontera

El cambio de régimen egipcio tendrá un inevitable correlato en una zona caliente. Cuáles serán las modificaciones que puede generar en el proceso de paz.

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Hosni Mubarak dejó el trono de Egipto, desprendiéndose “del don del Nilo” antes de su muerte y contradiciendo lo que él mismo había sostenido el jueves 10 de febrero, para ira de multitudes de sus compatriotas que apagaron los aparatos de televisión y se echaron a las calles. Como bajo una lluvia tropical, las redacciones de los medios de prensa del mundo se inundaron de informes de último momento; periodistas televisivos, conductores radiales y enviados especiales hurgaron en blogs, redes sociales y mensajes de texto o fotografías enviados desde teléfonos móviles por contactos establecidos en el noreste de Africa. También hurgaron en el determinismo retrospectivo y en la simplificación autorreferencial.
El conflicto árabe-israelí no está de manera omnipresente en la esencia de la rebelión del pueblo egipcio, pero ello no libera de preocupaciones a Israel. Todavía es prematuro vislumbrar en qué medida y en qué dirección puede alterar el tablero de influencias múltiples en la región lo que sucedió con Mubarak, aunque puede afirmarse que el rediseño de la influencia planetaria de los Estados Unidos obligará al rediseño de la de sus aliados.

El columnista Gideon Levy, en el periódico israelí Haaretz, cuestionó el criterio mismo de estabilidad en la región. “Cuando un tanque invade un barrio residencial, siembra miedo y destrucción, y los chicos le arrojan piedras, ¿cómo llamamos a eso? ‘Perturbación de la paz’. ¿Y cómo llama usted al arresto de esos tiradores de piedras, permitiendo al tanque seguir su camino sin ningún problema adicional? ‘Restauración del orden’”. El ocupador oprime, la gente ocupada se traga sus instintos y su rabia, y el buen orden es mantenido –por ahora–, añade Levy. A eso llamamos estabilidad, concluye.

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Va sin decir, que pareciera no quedar ya nadie a escala global en condiciones de afrontar los costos económicos y políticos de seguir tomando tiempo en préstamo en Medio Oriente. Lo que no quiere decir que se pierdan el instinto y las esperanzas: el ministro de Defensa israelí Ehud Barak declaró a la cadena ABC que el mundo debe incentivar el cambio en Egipto, pero darle al país el tiempo suficiente como para prevenirlo de caer en las mismísimas manos del extremismo. Tan diferentes son las causas y los incentivos que han informado y sostienen las revueltas en el mundo árabe de lo que el pensamiento haragán pudiera sentenciar, que el Middle East World Report informó que una página anónima de Facebook titulada “Honour Revolucion” llamó a participar en protestas contra Hamas en la Franja de Gaza. Como se sabe, Hamas es una organización política y militar palestina que se declara como yihadista, nacionalista e islámica y que preside la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de la Franja de Gaza. El grupo que sostiene la muy visitada página propone poner distancia entre el gobierno palestino y el movimiento islámico y terminar con la brecha entre Gaza y Cisjordania (West Bank), donde Al Fatah –rival político de Hamas– mantiene el control de la ANP. Se declara inspirado por los disturbios de Túnez y Egipto.

Difícilmente haya compartido las reflexiones de Gideon Levy el ministro Barak cuando, dos días antes de sus declaraciones a ABC, aterrizó en Estados Unidos para reunirse con la secretaria de Estado Hillary Clinton, el consejero nacional de Seguridad, Thomas Donilon, y el secretario de Defensa, Robert Gates, con la finalidad de analizar de manera conjunta los sucesos de Egipto. El 7 de febrero, el fefe de Gabinete de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) Gabi Ashkenazi manifestó que Israel enfrentaba un creciente espectro de amenazas y debía prepararse para la guerra en diferentes teatros. En la Herzliya Conference (una institución que articula las principales políticas nacionales) argumentó que tanto Hamas cuanto Hezbollah (la organización islamista libanesa prosiria y proiraní que dispone de un brazo político y de otro paramilitar) saben que podrían ser derrotadas en el curso de un conflicto convencional contra Israel, razón por la cual habían elegido combatir en las áreas urbanas. En el corazón de las preocupaciones de Barak y de Ashkenazi late la preservación y el fortalecimiento del tratado de paz entre Israel y Egipto, firmado en Washington el 26 de marzo de 1979, que podría llegar a entrar en crisis –temen– según como evolucione la rebelión en El Cairo.

Mubarak, finalmente, se fue, lo que no equivale a decir que el camino hacia una democracia liberal estable haya quedado despejado. Ni siquiera quiere decir que tal modelo de democracia sea lo que necesita Egipto para que sus habitantes obtengan lo que reclamaron en la plaza Tahrir. Si estamos frente a una verdadera revolución, comparable a las de 1789 o 1917, algo drásticamente nuevo comenzará a mostrarse a los ojos del mundo. Si lo que se ve tiene color sepia, ninguna revolución habrá acontecido en Egipto. Tanto lo uno como lo otro va a surgir de un trabajo de parto, que como saben de manera intransferible las mujeres que han dado a luz, es inevitablemente doloroso. El oficialismo residual dista de ofrecer interlocutores con un discurso articulado y una organización sin fricciones, y otro tanto le sucede a la oposición, ambas condiciones indispensables como para consensuar una negociación. Por ahora.
Gideon Levy, en el diario Haaretz, escribió que cuando los tanques invaden nuestras vidas, piedras son las que deben arrojárseles; la exasperante estabilidad del Medio Oriente debe ser erradicada. Como bajo un sol negro, las visiones guerreras de los próximos pasos que los diferentes actores planifican dar sólo arrojan sombras funestas.

Existen muchos libros imperdibles; uno de ellos se titula La vida entera, cuyo autor es el escritor jerosolimitano David Grossman. Relata la vida de su heroína, una mujer israelí contemporánea llamada Ora, cuyo hijo Ofer es llamado a filas. El hijo del propio Grossman (Uri, de 20 años), murió en 2006 durante la segunda guerra de El Líbano. En un párrafo, refiriéndose a su entrañable relación con el chofer de la familia, el árabe Sami, Ora piensa: “Así que ahora hablaré con él de cosas completamente diferentes, de cosas de las que nunca hayamos hablado antes, de los orígenes de mi equivocación de hoy, de los miedos y del odio que mamamos los dos en la leche de nuestras madres”. He ahí todo, esos hermanos tullidos y deformemente gemelos: el miedo y el odio.