En la semana que pasó, el ministro de Economía y candidato a diputado nacional por la Capital por el Frente para la Victoria ratificó que, de ganar el oficialismo, la política económica del nuevo gobierno sería “más de lo mismo”.
Pero también manifestó que el Gobierno “no se casa con instrumentos”, por lo cual, se podría interpretar que el “más de lo mismo” no se refiere estrictamente al uso de la “tablita cambiaria” y a la represión policíaca para calmar las expectativas de inflación y frenar la presión de la dolarización de portafolios sobre la cotización del dólar libre. Ni al déficit fiscal descontrolado financiado por el Banco Central y el sistema financiero como mecanismo “reactivador”. Ni a los precios de los servicios públicos fuertemente subsidiados, etc. etc., sino a una cuestión más de fondo, vinculada con “el modelo”.
Como los referidos dichos se realizaron ante un conjunto nutrido de empresarios, a los que, además, les aseguró que “ésa” era la estabilidad de las reglas que tanto reclamaban, es decir, la ausencia de sorpresas, no parece aventurado arriesgar que el “más de lo mismo” se vincula con la particular relación público/privada que ha caracterizado estos años de economía K.
Está claro que estamos frente a un modelo intensivo en el Estado. O mejor dicho intensivo en decisiones tomadas por funcionarios que se hacen llamar Estado, que no es lo mismo.
Bajo ese paraguas, hay varios tipos de “privados” en materia empresaria, los que, básicamente, actúan “por cuenta y orden” de estos funcionarios, y que pertenecen a las empresas proveedoras de servicios públicos e infraestructura en general, en donde los fondos para invertir provienen, en su mayor parte, del presupuesto público, y que administran esos fondos con poco margen de autonomía. También están los empresarios que toman decisiones en forma más autónoma, pero “pidiendo permiso”, para importar, exportar, fijar precios, comprar activos financieros, girar dividendos, etc., etc.
Existe, además, una clase general de empresarios, con mayor independencia relativa del poder político, en donde este último es sólo un “socio silencioso”, a través de un sistema impositivo confiscatorio.
Y, finalmente, están los “amigos”, que son socios más explícitos, de negocios muy específicos, desde obras públicas hasta el Fútbol para Todos, pasando por distintos esquemas prebendarios particulares.
Es en este contexto, a mi juicio, en el que habría que interpretar el “más de lo mismo” del ministro. Bajo su visión, no desmentida, hasta ahora, por el candidato oficial, independientemente de los instrumentos, los funcionarios públicos seguirán siendo los protagonistas principales, directa o indirectamente, de la vida económica argentina.
Y es en ese sentido, también que “más de lo mismo” en “el modelo”, implica “peor de lo mismo” en los resultados.
Hasta ahora, este modelo intensivo en funcionarios decidiendo y vigilando a los privados, y manejando los fondos públicos, sin control del Congreso y casi sin el contrapeso de la Justicia, ha tenido como resultado el estancamiento de la economía argentina de los últimos tiempos, junto con la nula creación neta de empleo privado.
Pero lo más grave es que este modelo funcionario céntrico, ha deteriorado la tasa de crecimiento estructural de la economía argentina. De manera que insistir por este camino es obtener peores resultados que los obtenidos hasta ahora.
Entiéndase bien, en todos los países que funcionan bien, con prosperidad para sus ciudadanos, el Estado brinda bienes públicos de calidad, entre ellos una moneda estable (y no el mil % de inflación de este ciclo), y controla y regula con inteligencia al sector privado. Y el sector privado tiene la garantía de jueces probos e independientes y de legisladores que los representan. En esos países que funcionan bien, en un marco de respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales, predominan decisiones económicas “privadas”, en donde los empresarios trabajan para ser competitivos y eficientes. Y en ese trabajo, con apoyo de un Estado eficiente, hacen crecer a sus economías.
Hoy, en la Argentina, en cambio, los empresarios, lejos de cumplir con su papel, en general, se dedican, lamentablemente, más a los funcionarios que a los consumidores.
Más de lo mismo, en síntesis, es el “paquete populista” que, como en todas las experiencias similares, termina mal.